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¿Qué tiene que ver George Floyd con el Perú?

  • Sharún Gonzales
    Egresada PUCP, activista e investigadora en diversidad étnico-racial

* Gonzales es magíster en Estudios Latinoamericanos y Ciencia Política por la USF, licenciada en Comunicaciones PUCP, activista e investigadora en género, diversidad étnico-racial e inclusión social.

Estados Unidos inició el camino hacia la “normalidad” el 4 de mayo. Los comercios comenzaban a reabrir, las personas transitaban con más frecuencia en las calles. Los ciudadanos blancos y blancas, que antes protestaban por no poder hacerse un corte de pelo durante la cuarentena, podían estar más tranquilos. Los ciudadanos negros y negras conocían otra normalidad. Una que incluye la brutalidad policial y la posibilidad de ser asesinados mientras duermen en sus propias casas en manos de quienes deberían cuidarles. Breonna Taylor fue asesinada así dos meses antes que George Floyd. En medio de la noche, un grupo de policías entró en su apartamento y disparó 8 veces. En realidad, los casos similares no son aislados ni anecdóticos como parecen. A lo largo del 2015, 104 personas negras desarmadas fueron asesinadas por policías en Estados Unidos[1]. La mayoría de estos casos (89) no ha resultado en sentencias judiciales. En los últimos cinco años, se han documentado 1,254 casos de personas negras disparadas y asesinadas por la Policía[2]. Estos índices de violencia hacia la población afrodescendiente solo pueden ser comparados con los linchamientos perpetuados hacia la misma población luego de la abolición de la esclavitud.

¿Acaso necesitamos consecuencias radicales de la desigualdad, como la muerte y los asesinatos flagrantes, para entender que el racismo también se manifiesta en nuestra sociedad?».

El asesinato de Floyd por oficiales de la Policía en mayo de este año se ha convertido en un ejemplo paradigmático de la violencia policial en Estados Unidos. Al igual que con la segregación racial durante el siglo veinte, ese país demuestra los límites a los que una ideología intolerante a la diferencia puede llegar. La sociedad peruana se ha considerado usualmente lejana a estos límites, de modo que la relación entre ambos países no resulta obvia. Aunque nuestra historia no registra segregación legal o casos difundidos de violencia policial, sí hay casos reportados de acoso policial a ciudadanos afrodescendientes[3]. La Policía peruana confundió a Francis Ortiz Lovera con un delincuente y le apuntó con un arma en la cabeza mientras corría cerca a su casa.  Carlos Zambrano, boxeador, fue detenido por la Policía en San Borja cuando intentaba recuperar su celular de un robo. Ambos casos tuvieron como protagonistas a deportistas destacados y puede que por eso hayan alcanzado atención mediática. Respecto a la población afrodescendiente en general y anónima, no hay datos consolidados de la ocurrencia de violencia policial. Sí hay evidencia de una sobrerrepresentación de población afrodescendiente en la población penitenciaria peruana, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI)[4].

El trato diferenciado basado en la criminalización de los rasgos fenotípicos relacionados con los afrodescendientes es una tendencia minimizada e invisibilizada en el Perú, al lado de otras desigualdades que pasan desapercibidas para aquellos que insisten en una igualdad abstracta entre todos los peruanos».

Las consecuencias de los casos peruanos de acoso policial no han sido fatales como en Estados Unidos, pero revelan una tendencia: el trato diferenciado basado en la criminalización de los rasgos fenotípicos relacionados con los afrodescendientes. Esta tendencia es minimizada e invisibilizada en el Perú, al lado de otras desigualdades que pasan desapercibidas para aquellos que insisten en una igualdad abstracta entre todos los peruanos. El 3.6% de la población se autoidentifica como afrodescendiente en Perú[5]. Según el INEI, 27.5% de la población afroperuana vive en condiciones de pobreza monetaria[6]. El 11.5% de la población autoidentificada como afrodescendiente accede a educación superior universitaria en comparación con el 19.5% del promedio nacional. ¿Acaso necesitamos consecuencias radicales de la desigualdad, como la muerte y los asesinatos flagrantes, para entender que el racismo también se manifiesta en nuestra sociedad?

El impacto más potente de las protestas sea tal vez eso mismo: cambiar el terreno del debate desde hechos aparentemente anecdóticos hacia la identificación de sistemas que matan y dejan morir a la población afrodescendiente alrededor del mundo».

El hecho de que George Floyd se haya convertido en bandera de la lucha por justicia social también ha opacado las formas interseccionales de violencia policial hacia las mujeres negras y las mujeres negras trans. La conversación sobre la violencia policial solo ha comenzado. Aún hay muchos ejes de la matriz estructural de opresión por revelar. El impacto más potente de las protestas sea tal vez eso mismo: cambiar el terreno del debate desde hechos aparentemente anecdóticos hacia la identificación de sistemas que matan y dejan morir a la población afrodescendiente alrededor del mundo. En palabras de Audre Lorde, la revolución no es un evento de un solo día.

[1]  «Mapping Police Violence» (https://mappingpoliceviolence.org/unarmed)

[2] Vera Institute of Justice (Vera.org)

[3] Recopilados aquí por @afrofeministak

[4] Censo Nacional de Población Penitenciaria 2016, INEI

[5] Censos Nacionales 2017: XII de Población, VII de Vivienda y III de Comunidades Indígenas, INEI

[6] Informe técnico Evolución de la Pobreza Monetaria 2007-2018, INEI

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