El derrame de petróleo en la costa de Lima y su impacto en el sistema nacional
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Ricardo Bohl
Geógrafo y docente del Departamento de Humanidades
El derrame ocurrido el 15 de enero de este año ha evidenciado una situación que nos debería llevar a una reflexión múltiple, la misma que no es posible sin una mirada sistémica. Aplicando al territorio la Teoría general de sistemas (TGS), propuesta en los años 50 por Ludwig von Bertalanffy, se compone de otros subsistemas, tales como el natural (biofísico), el social, el productivo y el político institucional. Y cada uno de estos, además de interactuar de formas complejas, a su vez están conformados por sistemas menores.
En el caso del mar peruano, este es un sistema complejo, con características particulares tales como distintas temperaturas, formas de relieve y corrientes marinas que generan condiciones de vida únicas y altamente productivas. Este sistema además interactúa con el sistema terrestre y, gracias a un sistema hídrico, recibe nutrientes que son arrastrados desde los Andes. Las interacciones con el sistema atmosférico generan un benévolo clima en la costa peruana que, a pesar de las escasas precipitaciones, desarrolla temperaturas estables que, a su vez, permiten la increíble agricultura y exportaciones costeñas.
Hemos visto pasar los días mientras que los principales actores, lejos de reaccionar, discutían responsabilidades, y escuchado afirmaciones imprecisas como que se están tomando todas las medidas necesarias, que el petróleo flota y que no afectará el fondo marino".
Queda claro que gran parte de nuestra vida como país depende de lo que suceda en el mar y que lo que pase con este nos afectará. Un elemento como el petróleo, que en principio resulta tan importante como fuente de energía -para el transporte, la industria y el desarrollo-, también es altamente contaminante a varios niveles. Su explotación implica, en muchos casos, desforestación; su transporte, posibles derrames; su refinamiento, la emisión de gases; y su uso, la liberación de enormes cantidades de CO2 que generan efecto invernadero y cambio climático. Pero, en el caso de derrames, debido a las características oleosas del petróleo, este se adhiere a las superficies asfixiando plantas y animales. A esto debemos añadir que sus componentes volátiles son altamente tóxicos y se absorben por la piel o el sistema respiratorio.
Gran parte de nuestra vida como país depende de lo que suceda en el mar y lo que pase con este nos afectará".
Este desastre también evidencia nuestra enorme vulnerabilidad, no solo debido a nuestra dependencia del mar, sino debido a la poca formación que tenemos con respecto a los procesos naturales que ahí ocurren, a la débil cultura de prevención y control en la que vivimos, a los bajos niveles de respuesta que tienen nuestras autoridades y al comportamiento informal que en algunas ocasiones tienen empresas formales. Así, hemos visto pasar los días mientras que los principales actores, lejos de reaccionar, discutían responsabilidades, escuchado afirmaciones imprecisas como que se están tomando todas las medidas necesarias, que el petróleo flota y que no afectará el fondo marino. Tal como ocurrió con la crisis sanitaria, que ya vivíamos, pero que fue agudizada por la pandemia, y, al margen de cómo ocurrió la desgracia, quedan claras las carencias y lo poco preparados que estamos para afrontar desastres a todo nivel en nuestro país.
Asegurarnos de que estas experiencias sean formativas desde cada una de nuestras disciplinas podría significar dar a las siguientes generaciones las herramientas para afrontar los retos futuros".
Asegurarnos de que estas experiencias sean formativas desde cada una de nuestras disciplinas podría significar dar a las siguientes generaciones las herramientas para afrontar los retos futuros, disminuir los riesgos de desastre, realizar análisis complejos que permitan tomar medidas más efectivas, y construir territorios seguros y competitivos que caminen hacia el desarrollo.
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