A favor de la ley que regula los programas deportivos de alta competencia en las universidades
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Alberto Beingolea
Docente del Departamento de Derecho
Es hora de cambiar el paradigma e imitar a países como Estados Unidos, Cuba o Nueva Zelanda, donde los mejores deportistas provienen de sus universidades.
Encontramos que en otros lugares los deportistas de alta competencia, son a la vez universitarios. Todo lo contrario al Perú, en donde, como sabemos, la universidad suele ser la tumba del deportista.
Esta ley exige a las universidades formar programas deportivos de alta competencia en tres disciplinas deportivas, que busque y convoque para su práctica a deportistas de alto rendimiento, que puedan alcanzar su máximo nivel.
Creo firmemente que el cumplimiento y desarrollo de la Ley N° 30476, que regula los Programas Deportivos de Alta Competencia en las Universidades -aquellos que fueron creados por la ley universitaria-, es fundamental para el despegue del deporte en nuestra sociedad. Y creo, antes que ello, que el crecimiento deportivo es vital para lograr el desarrollo integral de cualquier sociedad. En esa línea, esta ley exige a las universidades formar programas deportivos de alta competencia en tres disciplinas deportivas, que busque y convoque para su práctica a deportistas de alto rendimiento, que puedan alcanzar su máximo nivel, apoyados por un sistema de becas y beneficios, que incluyan entrenadores competentes, infraestructura suficiente y el soporte médico necesario, además de brindar una carrera con el acompañamiento de tutores que les garanticen una adecuada formación universitaria, la que por sí sola entrega armas adicionales a las meramente físicas, para mejorar su rendimiento en competencia.
El insumo humano para estos programas tendría que ser mayoritariamente buscado en sectores de nuestra población con pocas posibilidades de alcanzar una formación universitaria de calidad, con lo que cumplimos también un objetivo social de dar mayores oportunidades a quienes tienen menos posibilidades. Pero, adicionalmente, la ley prevé que los universitarios amantes del deporte tengan la posibilidad de integrarse a estos programas a través de pruebas que obligatoriamente deberían hacer las universidades, para incorporar a sus grupos de élite deportiva a alumnos que, estando algunos escalones debajo, puedan sumarse a una experiencia deportiva de esa envergadura.
La ley busca, en resumen, tener mejores deportistas que puedan alcanzar el más alto nivel y mejores profesionales, que puedan crecer en su carrera bajo los principios y hábitos que genera la práctica del deporte de alto rendimiento. Para elaborar el proyecto original, buscamos ejemplos en países con altos niveles de desarrollo. Encontramos que en otros lugares los deportistas de alta competencia son a la vez universitarios. Todo lo contrario al Perú, en donde, como sabemos, la universidad suele ser la tumba del deportista. Finalmente, luego de esta revisión, asumimos el modelo australiano, que era el que podía adaptarse mejor a nuestra realidad.
Desde la prensa y desde la política, siempre reclamé por la inexistencia de una política deportiva estatal. Cuando llegué al Congreso y entendí que el gobierno de Humala, al igual que todos los anteriores, no la generarían, decidí, al lado de otros congresistas, emprender la tarea de hacerla legislando, es decir, de forzar al Estado, vía leyes, a diseñar una política deportiva. Así, elaboramos una ruta del desarrollo deportivo de un ser humano: desde las primeras lecciones que lo doten para la futura práctica deportiva (coordinación motora, educación física, etc.), la introducción lúdica al deporte, finalizando con programas de alta competencia que permitan le permitan al deportista, despegar en la edad correcta (etapa universitario) y culminar gracias al apoyo necesario.
Siguiendo ese mapa, desarrollamos las propuestas legislativas: retorno de los profesores de educación física a la primaria en los colegios del Estado, ley de los programas deportivos de alta competencia en las universidades, ley de mecenazgo deportivo y modificaciones a la ley general del deporte. Sabedores de que el MEF se opondría a todas estas normas, dimos la batalla y vencimos las observaciones del Ejecutivo, y se aprobaron todas las leyes propuestas. En ese contexto y volviendo al tema de estas líneas: ¿qué sucede hoy, en la etapa entre los 16 y los 24 años, cuando los deportistas deben crecer rumbo a alcanzar su máximo rendimiento?, ¿quién los apoya? Nadie. Por el contrario, si logran ingresar a alguna universidad, se encontrarán con profesores que, lejos de cumplir las tibias normas legales actuales, no contemplan consecuencias para su incumplimiento, impedirán no solo su entrenamiento, sino incluso que compitan representando al Perú, si es que esto se cruza con algún examen o supone inasistencia a clases.
Esto debe cambiar radicalmente. La universidad debería ser el espacio natural para que los jóvenes se inserten con éxito en el deporte competitivo. Es parte de su compromiso social y de la tarea formativa que el Estado les ha encomendado, pues no debemos olvidar que, según la Constitución, la educación, incluida la universitaria, es un servicio público. Es probable que la inversión sea fuerte al comienzo, pero, además de la responsabilidad social aludida, es una gran oportunidad de demostrar que, con una debida administración, el deporte puede ser rentable en el Perú, y hace los programas autosostenibles cuando inicie la competencia.
Es hora de cambiar el paradigma e imitar a países como Estados Unidos, Cuba o Nueva Zelanda, donde los mejores deportistas provienen de sus universidades. Y quienes deberían estar a la vanguardia de este proceso son universidades como la PUCP, por tener la capacidad económica e infraestructura suficiente para lograrlo. El problema para que esto despegue es el rechazo de las propias universidades que no desean abrir sus puertas de verdad al deporte. No nos engañemos, la Fedup y torneos como las Universiadas no son espacios que promuevan focos de alto rendimiento deportivo. A la Ley N° 30476 se le objeta el excesivo número de becas, lo que se podría modificar para encontrar un número más apropiado. Sin embargo, me temo que el deseo no es mejorarla sino evitarla. Pasado más de un año desde su difícil promulgación, esta ley no ha sido reglamentada y no veo ninguna intención de hacerlo, con lo cual va a morir de inanición y el Perú seguirá perdiendo oportunidades.
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Oscar Canches
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