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El impacto ecológico y emocional del derrame de La Pampilla

  • Ian Vázquez Rowe
    Docente del Dpto. de Ingeniería, y miembro del comité directivo de la carrera de Ingeniería Ambiental y Sostenible
  • Fotografías:
    Eizo Muñoz

El Exxon Valdez quizá todavía sea, a día de hoy, el buque más famoso de la historia causante de un derrame petrolífero de grandes dimensiones. Encalló saliendo de Alaska rumbo a California en marzo de 1989, derramando más de 35,000 toneladas de hidrocarburos tras una serie de errores humanos en cadena. Sus efectos incluyen la muerte de más de 100,000 aves y centenares de orcas y focas. A pesar de no figurar entre los 10 derrames más grandes de la historia, el foco mediático hizo que se legislase la prohibición de los buques monocasco para el transporte de combustibles en el océano.

A pesar de las regulaciones crecientes, en noviembre de 2002, un buque monocasco operado bajo bandera bahameña sufrió una avería y posterior hundimiento a 28 millas de Cabo Finisterre en Galicia. El Prestige derramó decenas de miles de toneladas de fuel al Atlántico ante la errática gestión de las autoridades gallegas y españolas. Por suerte, a pesar de la falta de medios para combatir las tres mareas negras que llegaron a diversos puntos de la costa gallega, la sociedad civil protagonizó una movilización masiva encabezada por la «Plataforma Nunca Máis», convirtiéndose en uno de los principales movimientos ecologistas de la historia de España y organizando a decenas de miles de voluntarios anónimos que participaron en las labores de remediación.

A estas alturas del derrame, debemos asumir que los daños ambientales tendrán una repercusión notable y, como ya se ha demostrado en la selva, Perú no es un país preparado para este tipo de desastres".

Este tipo de desastres, a pesar de que se repiten por la geografía del planeta anualmente, han sido históricamente poco comunes en el Pacífico suroriental. De hecho, Perú, por su ubicación en el cinturón de fuego del Pacífico, está más acostumbrado a lidiar con los efectos dañinos de volcanes, terremotos, tsunamis, así como los efectos adversos del fenómeno de El Niño. Lamentablemente, todo empezó a cambiar a partir de la tarde del sábado 15 de enero de 2022, tras la marea y oleaje anómalo ocasionado por la erupción volcánica en Tonga.

Una cadena de errores humanos de las partes involucradas ocasionó un vertido de combustible que se anunciaba como de escasa importancia en las primeras horas. Sin embargo, tras 4 días de sorpresa y desconcierto, el Perú amaneció la mañana del miércoles 19 de enero con una creciente indignación. El derrame de “escasa importancia” de la refinería La Pampilla en el Callao se había convertido en un derrame de petróleo de primer orden.

Es importante asumir que el daño ecológico ocasionado en La Pampilla es equivalente al que los combustibles fósiles generan en la Amazonía peruana casi mensualmente".

El viernes 21 ya eran 124 kilómetros de costa afectados desde el Callao hasta la ciudad de Huacho. Los daños directos al ecosistema se han hecho evidentes a lo largo de la semana. Las aves muertas, fundamentalmente piqueros y cormoranes, se cuentan por docenas, y la pluma de contaminación se ha desplazado hacia el norte afectando a la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras. Decenas de playas han sido cerradas al inicio de la temporada turística y los pescadores artesanales temen por los efectos que pueda tener el vertido en los cardúmenes costeros.

Lamentablemente, los medios con los que se cuentan para limpieza y remediación son escasos y rudimentarios. Hasta el mediodía del viernes, cuando la Cancillería anunció la llegada de apoyo internacional, las medidas de remediación eran fundamentalmente mecánicas. Decenas de trabajadores y voluntarios en cada playa usando palas, acompañados de escasa maquinaria. El apoyo desde el mar -crítico para que llegue la menor cantidad de fuel a los ecosistemas costeros y evitar que los daños se multipliquen- está siendo inexistente. Asimismo, el uso de tecnología más sofisticada, como skimmers, dispersantes o absorbentes brilla por su ausencia.

Vista aérea de la playa Las Conchitas, una de las playas más afectadas del distrito de Ancón.

A estas alturas del derrame, debemos asumir que los daños ambientales tendrán una repercusión notable y, como ya se ha demostrado en la selva, Perú no es un país preparado para este tipo de desastres. Por ello, es importante que haya una gran movilización de la sociedad civil, similar a la que ocurrió durante el Niño Costero de 2017, para paliar nuestras deficiencias preventivas y tecnológicas. Aún estamos a tiempo de transformar este desastre en una oportunidad de futuro en tres grandes ejes.

Tenemos desplegados a cientos de personas limpiado las playas y rocas de chapapote, mientras que amplias zonas de estas playas están impregnadas de microplásticos, botaderos clandestinos o basura general".

En primer lugar, asumir que el daño ecológico ocasionado en La Pampilla es equivalente al que los combustibles fósiles generan en la Amazonía peruana casi mensualmente. Los vertidos acumulados en la selva peruana desde comienzos de siglo representan unas cantidades inasumibles para un ecosistema tan frágil y único en el planeta. Debemos aprovechar la atención mediática de La Pampilla para que este suceso nos sirva como aprendizaje también en contextos fluviales y detener la corriente petrolera amazónica que nos asola recurrentemente.

En segundo lugar, en estos días llama la atención que tenemos desplegados a cientos de personas limpiado las playas y rocas de chapapote, mientras que amplias zonas de estas playas están impregnadas de microplásticos, botaderos clandestinos o basura general. El caso más llamativo es la playa Costa Azul, que recibe la inmundicia del río Chillón y un canal de aguas servidas procedente de Ventanilla. Por ende, la emergencia ambiental de nuestra costa no ha llegado con el derrame, solo se ha acrecentado. Debemos transformar este desastre en una oportunidad para exigirles a nuestras autoridades y a las empresas que gestionan nuestros recursos que inviertan en mejorar la calidad del agua de nuestros cuerpos de agua a través de una inversión eficiente y coordinada.

Necesitamos seguir desarrollando y ampliando nuestro tejido científico e innovador para contar con el mayor número de investigadores que puedan apoyar en este tipo de catástrofes".

En tercer lugar, retomo la idea de que la naturaleza no es predecible. Lo más probable en Lima es presenciar el impacto ambiental derivado de El Niño o de un terremoto de gran magnitud. Nadie hubiese pensado en una marea negra. Y los especialistas en mareas negras en el país escasean. Por ello, necesitamos seguir desarrollando y ampliando nuestro tejido científico e innovador para contar con el mayor número de investigadores que puedan apoyar en este tipo de catástrofes. Sin ciencia sí hay futuro, pero este será un mundo inhóspito e inhabitable.

Finalmente, es importante comprender que los derrames de petróleo causados por errores humanos seguirán ocurriendo recurrentemente en el planeta mientras no apostemos por una descarbonización completa de nuestras economías. Sin embargo, mientras eso no suceda tenemos una obligación como sociedad civil de exigirle a nuestras autoridades el despliegue de sistemas de respuesta integrales para estos eventos. Asimismo, aprovechar la oportunidad para aprender lo suficiente para que, cuando se presenten desastres similares, podamos disponer del conocimiento y la tecnología suficiente para mitigar el impacto ecológico y emocional de estas tragedias. ¡Nunca máis!

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