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El coronavirus como oportunidad para reaccionar frente a la crisis climática

  • Alonso Tufino
    Egresado de Gestión y Alta Dirección PUCP y gestor en Crees Manu

¿Cómo podríamos trasladar la decisión política tomada por el Gobierno frente al coronavius hacia la crisis climática? ¿Cómo asegurar esfuerzos iguales o más tenaces? 

En 1977, un equipo de investigación de Exxon Mobil encontró que, como consecuencia de la quema de combustibles fósiles, se produciría un incremento de CO2 en la Tierra, y tendría efectos sobre el sistema climático; por ende, sobre todo tipo de vida. Debido a sus intereses, la empresa ocultó la data y montó una campaña continua de desinformación para sembrar duda y frenar el sentido de urgencia.

40 años después, la mejor ciencia disponible sobre cambio climático nos advierte que, de no reducir las emisiones de CO2 en un 50% al 2030 ni aumentar significativamente nuestra capacidad adaptativa, la sociedad tal como la conocemos será diferente. Hoy sabemos que más o menos 100 empresas producen cerca del 70% emisiones de CO2, desde 1998, y que el 10% de personas más ricas en el mundo son responsables de cerca del 50% de las emisiones de CO2. En pleno desarrollo de la sexta extinción masiva de especies, si todo sigue igual, es altamente probable que la siguiente especie en extinguirse seamos los seres humanos.

La mejor ciencia disponible sobre cambio climático nos advierte que, de no reducir las emisiones de CO2 en un 50% al 2030 ni aumentar significativamente nuestra capacidad adaptativa, la sociedad tal como la conocemos será diferente».

Por otro lado, desde hace solo unos meses, ha emergido a nivel global la COVID-19. Los contagios y las muertes siguen en aumento. La respuesta ha sido inmediata, a diferencia de la reacción ante el cambio climático que vivimos. Mientras que cientos de centros de investigación buscan una vacuna, la crisis climática ya tiene más de una ruta de solución. Mientras que muchos países comprometen miles de millones de dólares para resolver la COVID-19, pocas naciones invierten en diseñar y sostener economías bajas en dependencia al carbono; y mientras que miles de millones de personas a nivel global acatan la inmovilización social obligatoria, solo una fracción de ellas activa una acción social radical no violenta frente a una crisis climática sin precedentes.

El tipo de sociedad en que vivimos se soporta en un sistema cíclico degenerador de producción-consumo».

¿Por qué reaccionamos rápidamente como sociedad de una forma frente al coronavirus y de otra frente a la crisis climática? ¿Es que nos sentimos capaces de convivir con una crisis que nos golpeará poco a poco, aunque cada vez más fuerte? ¿Volveremos o no a la normalidad? ¿Qué sucedería si reconocemos que el tipo de sociedad en que vivimos se soporta en un sistema cíclico degenerador de producción-consumo, y de continua y profunda crisis de incoherencia humana?

Pensando en el Perú y nuestra Universidad, ¿cómo podríamos trasladar la decisión política tomada por el Gobierno frente al coronavius hacia la crisis climática? ¿Cómo asegurar esfuerzos iguales o más tenaces? ¿Cómo podríamos autoorganizarnos para que nuestra Universidad fije una meta de reducción porcentual de la huella de carbono per cápita que guarde consistencia con los esfuerzos a nivel nacional?

El pasado jueves 2 de abril, el presidente Martín Vizcarra utilizaba la técnica del martillo como analogía para explicar los esfuerzos por reducir el número de contagios de coronavirus (COVID-19). Al respecto, los seres humanos necesitamos equiparnos hoy de un martillo, o, mejor aún, de una comba, para lograr la implementación efectiva de la política internacional frente a la crisis climática; y, al mismo tiempo, de un cincel para recrear un nuevo acuerdo para organizar nuestra vida hacia adelante. Hoy, la comba y cincel disponibles para inspirarnos a actuar serían el Acuerdo de París y el Sumak Kawsay, respectivamente.

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