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Culpemos al peatón

Desde el 15 de noviembre, gracias a la ley 21781, la Policía Nacional del Perú tiene autoridad para multar a los peatones que incumplan las reglas de tránsito.

  • Matteo Stiglich

Esta modificación del reglamento fue aprobada sin mayor discusión pública, bajo el pretexto de ser una necesidad para resolver los problemas de tránsito en la ciudad. Lo curioso es que, mientras en el resto del mundo las soluciones a esos problemas suelen priorizar los medios no motorizados de transporte, en el Perú, con esta ley, se hace exactamente lo contrario.

Uno de los principales argumentos esgrimidos por quienes apoyan esta medida es que los peatones son los principales culpables de los accidentes de tránsito. Sin embargo, este dato es falso. Según cifras del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, los conductores son culpables del 72% de los accidentes, y los peatones -según el Centro de Investigación y de Asesoría del Transporte Terrestre (Cidatt)- son sus principales víctimas. Pero en una sociedad en la que es común que la frontera entre culpable y víctima sea eliminada, no ha sido difícil convertir al peatón en el principal culpable.

Además, en el análisis se suele omitir evaluar si la ciudad permite a los peatones cumplir siempre las reglas. Por ejemplo, en la avenida Javier Prado Oeste hay una separación de un kilómetro entre dos cruceros peatonales. Si alguien está en el punto medio, y necesita cruzar al otro lado de la avenida, no solo corre el riesgo de ser atropellado, sino que ahora deberá pagar una multa. La alternativa es caminar un kilómetro para utilizar el crucero «más cercano». Seguramente, no se ha implementado un crucero peatonal con su respectivo semáforo en ese punto porque esto haría que los autos se demoren más. Ocurre pues, que el hecho de que un peatón tenga que caminar largas distancias para cruzar una pista no es un problema, pero que los autos se demoren medio minuto más en llegar a su destino sí lo es.

Pero los problemas de señalización e infraestructura no son los únicos. Incluso en los casos en los que estas son adecuadaas, la seguridad de los peatones no está garantizada. En Lima, que un conductor ceda el paso a un peatón en un crucero peatonal es algo insólito. Igualmente, es poco común que se detenga ante una señal de pare para que un peatón cruce, o que antes de girar con el semáforo en verde espere por las personas que se encuentran cruzando la pista.

Ante esta situación, el objetivo de la nueva ley se revela. Los peatones no tienen ningún incentivo para cumplir las reglas de tránsito. Si cruzan por donde no deben, corren el riesgo de ser atropellados. Si cruzan por donde deben, también. Entonces suelen cruzan por donde les queda más cerca. No porque «no les importe su vida», sino porque es más rápido. Como no hay incentivos positivos (seguridad al cruzar), la nueva ley busca crear incentivos negativos (la multa). El objetivo no es la seguridad de los peatones, el objetivo es que los peatones no estorben. Así, la nueva ley cumple con dejar en claro que la ciudad le pertenece a los autos, y los peatones no deben invadirla.

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