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Repensando Facebook en nuestras vidas

  • Dr. Eduardo Villanueva Mansilla
    Docente del Departamento de Comunicaciones

Es impensable una democracia cuando no hay una esfera pública sana y Facebook no la permite gracias a su modelo actual. Cómo lograr esa regulación es tema complejo, pero hacia ahí se marcha inevitablemente".

¿Qué futuro le espera a Facebook luego de varios sacudones sufridos recientemente? Hace un mes, la Cámara de los Comunes del Reino Unido publicó un informe, que, entre otras conclusiones, dice: “compañías como Facebook no deberían tener permitido actuar como ‘gánsters digitales’ en el mundo en línea, considerándose a sí mismas como fuera del alcance de la ley”. No es precisamente común que semejante atribución provenga de uno de los poderes del Estado de una democracia como la británica y menos que se le impute a una transnacional con valor bursátil de cerca de US$ 500.000 millones.

La crítica es dura pero válida. Facebook ha permitido que los datos generados por sus usuarios sean usados por quien sea que pague con cualquier propósito. No solo son los datos específicos de cada persona, sino la agregación de datos producto de la aplicación de algoritmos de machine learning, que permiten inferir patrones de comportamiento y expectativas de consumo, así como preferencias políticas, personales y comunitarias. Facebook agrega y revende esa información para ofrecernos publicidad pero también para que se manipulen elecciones, se promuevan teorías de conspiración o controversias de todo tipo.

La estrategia es simple: cada acción que realizamos en Facebook, Google, Twitter, y en las varias empresas que son parte de estos conglomerados, alimenta sistemas de detección de patrones de uso, así se automatiza la identificación de ciertos usuarios con ciertos perfiles agregados, que son luego ofrecidos como insumo para la asignación automática de publicidad. Los anunciantes, de todo tipo, tienen acceso al más preciso microtargetting posible a partir de estos “datos inferidos”, información que se construye según lo que hacemos individualmente pero que es interpretada colectivamente. El resultado práctico es que nos ofrece lo que nos satisface, sea videos de gatitos o necios gritando exactamente lo que queremos gritar sobre el tráfico de Lima.

Si ya hace décadas se habla de que los medios de comunicación crean “cámaras de resonancia” donde todo se repite y las opiniones y razonamientos divergentes son anulados, lo que hacen los medios sociales —lo que está en la base misma del negocio de Facebook o Google— es potenciar, hasta convertir en arma letal, esta tendencia a encerrarnos en burbujas de opinión. Como se dice en informática: ‘it’s not a bug, it’s a feature’. Facebook ha sido diseñado para gratificarnos de la manera más rápida y eficiente, sin importar las consecuencias. Por ello, la demanda de partidos políticos, en EE.UU. y Europa, para regular Facebook y similares.

Es inaceptable que se escondan en que son “servicios comunes”, sin responsabilidad por lo que hacen los otros: son medios de comunicación con responsabilidad editorial, pues construyen esos datos inferidos mediante sus algoritmos y los usan como negocio. Es impensable una democracia cuando no hay una esfera pública sana y Facebook no la permite gracias a su modelo actual. Cómo lograr esa regulación es tema complejo, pero hacia ahí se marcha inevitablemente.

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