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Discurso de orden en la Apertura del Año Académico 2019

  • Jaime Saavedra
    Exministro de Educación y egresado de la PUCP

Los futuros líderes de este país se están formando hoy día, en este momento, en esta universidad".

Quiero expresar mi gratitud al Profesor Efraín Gonzales de Olarte por extenderme una invitación a inaugurar el año académico en mi alma mater, hay pocos honores similares a este. Hace 36 años llegué con mi papá en un carro Hillman rojo con mis dos lápices HB listo para dar mi examen de ingreso en la Universidad Católica. Un día después de un certero tijeretazo estaba ya listo para ir a donde un peluquero para que acabe el trabajo de dejarme uniforme y felizmente rapado. Los chicos hoy ya no pasan por ese rito de iniciación.

Luego estudie una carrera aquí y pude enseñar aquí. Hace pocos años tuve el honor de servir como Ministro de Educación, y varias veces tuve la oportunidad de exponer aquí en la Universidad los avances  que hacíamos con la reforma educativa en el Perú. Mi madre y mi abuela eran educadoras, pero estudiaron en San Pedro. Mi tía en cambio, estudió aquí en la Universidad Católica, y obtuvo su doctorado en 1947, la séptima mujer en hacerlo.

Si hoy tengo la oportunidad de estar al inicio de un año académico delante de profesores y alumnos, y ¿de que otra cosa tendría sentido hablar sino de educación?

Y quiero empezar hablando de la interacción entre profesores y alumnos. Al fin y al cabo esa es la principal razón por la que uno está en la universidad, o en la escuela. Porque hay una interacción que es donde se da la magia del aprendizaje. A pesar de todos los alcances tecnológicos y la posibilidad de enseñanza virtual y el uso de inteligencia artificial, la educación seguirá siendo una actividad intensiva en la interacción humana.  Claro, que esa interacción entre alumno y profesor, no es la única razón por la que uno está en la universidad.  La universidad es una experiencia de vida, te permite empezar a entender la política, lo que es ser un ciudadano que participa de manera activa en lo que pase en el país; te permite conocer gente, con la que podrás desarrollar vínculos por muchos años y que como a muchos, y ese fue mi caso, te permite incluso conocer a quien va a ser tu esposa o esposo.

Pero de todos esos aspectos, me quiero concentrar en lo que es uno de los elementos centrales del proceso educativo: la interacción entre alumno y el maestro. En ese contrato implícito que existe entre alumno y maestro .

Antes de hablar de eso, recordemos que hay un contrato económico y legal entre universidad y estudiante. Alguien paga, y la universidad provee un servicio.  Un servicio que le cambia la vida a los jóvenes si es que ese servicio, es inspirador, motivador, rico, lleno de ideas, cuestionamientos y creatividad. Es un servicio educativo muy complejo, trascendente, vital. Es un servicio que no solo forma un profesional sino un ciudadano. Ese complejo contrato entre universidad y alumno, es, en algunos aspectos, regulado por la Sunedu, que siendo una institución joven se va consolidando, con esfuerzo en un efectivo regulador de ese contrato. Ese proceso de regulación es esencial en un mercado en donde la heterogeneidad en la calidad del servicio es muy grande, las asimetrías de información son inmensas, y al ser un “bien experiencia” como dirían los microeconomistas,  la equivocación tiene costos muy grandes ( te demoras en darte cuenta si el servicio es bueno o malo, y el tiempo que un joven pasa en una mala universidad no se lo devuelve nadie). Ese esencial proceso de regulación es algo que tantos, políticamente visibles y vocales pero moralmente insignificantes trataron de evitar para proteger rentas ganadas a costa del destino de cientos miles de jóvenes.

Déjenme regresar a ese contrato, una suerte de contrato social entre el maestro y el alumno. Cuya lógica aplica con distintos matices al maestro de escuela y al catedrático de la universidad. Son retos distintos y momentos de la vida distintos, pero hay mucho de similar.

Cuando ese contrato se cumple a perfección nace el aprendizaje y estamos formando un ciudadano al cual le estamos dando las herramientas para contribuir a la sociedad y progresar como persona.

La pregunta que nos debemos de hacer, es si en el mundo, y en el Perú, ese contrato se cumple a cabalidad. La respuesta en realidad, es que no. En la educación básica, vivimos globalmente una crisis de aprendizajes, millones de niños y niños vana a la escuela y no están aprendiendo las competencias fundamentales. En un país de ingreso medio, como el Perú, gruesamente la mitad va a la escuela, y no aprende, y hacia el final de la primaria no ha adquirido las competencias fundamentales de poder leer y entender a cabalidad una pequeña historia y de usar las matemáticas para aplicaciones prácticas. Inclusive quienes acaban la escuela e ingresan a la universidad,  no están suficientemente preparados,  y no son  pocas las universidades en América Latina en las que hay una ardua discusión de si ser más selectivos o dar más cursos de remediación.  Y en las universidades mismas,  como bien sabemos, la heterogeneidad es inmensa,  y hay aquellas en las que el aprendizaje es nulo.

Por lo que vemos en muchos sistemas educativos en el mundo, este contrato es solo aparente. Pareciera que las partes están cumpliendo el contrato. Los estudiantes hacen como que estudian, y los profesores hacen como que enseñan, pero no hay un aprendizaje efectivo. Incluso en algunos casos efectivamente estudian y enseñan, pero algo inservible. Algunos sistemas están llenos de incentivos perversos en los que lo que interesa es lograr una credencial, y poco importa lo que realmente se aprendió.

En Egipto, un país vital para el equilibrio geopolítico global que tiene problemas educativos gravísimos, hasta hace un año, los jóvenes en los últimos dos años de secundaria tiene que memorizar respuestas , para poder aprobar un examen al final de la secundaria que definirá a que universidad entran, y con eso a que empleo pueden acceder. No hay nada que aprender para el examen. Hay que memorizar.  Los estudiantes cumplen su parte del contrato, memorizar, y los maestros en la secundaria no hacen nada en la escuela sino que enseñan en la tarde en centros privados de tutoría que tienen bancos de preguntas cuyas respuestas se deben de memorizar.. El contrato económico funciona, pero el contrato social entre profesor y alumno, enfocado en el aprendizaje, no existe.

Ese contrato es hoy día más complejo de lo que era antes, tanto en la escuela como en la universidad. Porque tenemos hoy día una acelerada redefinicion de lo que significa aprendizaje. Lo que se tiene que impartir son conocimientos y habilidades fundamentales, pero es también creatividad, comunicación y capacidad de aprender a aprender.

El contrato implícito entre profesor, maestro o catedrático por un lado, y estudiante por el otro, requiere que cada uno internalice su rol. El rol del profesor y del catedrático, no es en realidad enseñar, sino asegurarse de que el estudiante aprenda. Cuando vamos a una escuela, encontramos muchas veces maestro realmente dedicados, que están a la permanente búsqueda de las mejores prácticas para capturar la imaginación de los estudiantes y además son conscientes que cada estudiante es distinto y cada uno requiere un estímulo y una atención distinta; ese mismo reto lo tenemos en la educación universitaria, donde muchos catedráticos y facultades exploran la mejor manera de lograr que los alumnos aprendan, investiguen y descubran críticamente por sí mismos.

Es verdad que tanto en la escuela como en la universidad tenemos muchos de esos maestros, yo particularmente he tenido esa suerte aquí en la PUCP, hace más de 30 años. El profesor Efraín Gonzáles, el profesor Vega Centeno, el profesor Iván Rivera y muchos otros. Ustedes jóvenes que hoy estudian aquí, tienen un privilegio inmenso y como tal una gran responsabilidad. Pueden quejarse de muchas cosas pero esta es una universidad en la que se siente al Perú, se entiende al Perú y uno se prepara para servir al Perú. Pero, regresando al maestro, en el mundo en desarrollo, y en nuestro, país, no son todos así . Y la importancia de que todos, todos sean así,  es que cuando el maestro no cumple con su rol de asegurarse del bienestar de cada niño o joven, son años de la vida que se pierden irremediablemente.

Por eso los maestros deben seleccionarse rigurosamente en función a sus méritos y sus capacidades. Igualmente, los directores deben ser seleccionados por sus capacidades para ser gerentes y lideres pedagógicos e institucionales encargados de gestionar e inspirar a su personal, y guiar a la comunidad educativa en garantizar que todos los estudiantes aprendan.

Seleccionar mal a un profesor es un error que pagan 40 niños cada año. Seleccionar mal a un director, es un error que paga todos los niños de una escuela. Seleccionar mal a un profesor universitario, es desperdiciar la oportunidad de impactar en el destino de un joven.

El reto de política pública que tenemos es que ese contrato implícito entre profesor y alumno, sea en una escuela o una universidad, se debe de repetir todas las instituciones. Y requiere que en miles de escuelas e instituciones estén las condiciones para que esa magia del aprendizaje se dé. Requiere de infraestructura, de material educativo, de un sistema de apoyo al docente y al catedrático para que pueda ser efectivo en su trabajo, requiere un currículo que guíe al maestro y al mismo tiempo le dé flexibilidad para que, requiere un sistema por el cual todos los agentes involucrados puedan rendir cuenta a los alumnos, a los padres, a la sociedad en su conjunto de que están cumpliendo con su rol.

Es decir, se requiere gestionar un sistema muy complejo.

Para que este sistema funcione, se requieren varios factores. Que yo diría son varios compromisos. Compromiso técnico, un compromiso de gestión,  un compromiso político y un compromiso financiero.

Compromiso técnico

Con compromiso técnico, me refiero a que requerimos diseños de política educativos adecuados y razonables, y digo «razonables» porque no existe una política con un diseño perfecto. Las políticas se diseñan, implementan, monitorean, evalúan, y rediseñan, en un proceso permanente de aprendizaje.

Todo diseño debe ir acompañado por mecanismos e instrumentos para evaluar si la implementación sigue el curso correcto, para identificar y medir su impacto y para mejorar la política con el paso del tiempo.   Por eso la importancia de medir si los aprendizajes están avanzando, de participar en pruebas internacionales como PISA,  y de tener evaluaciones censales de aprendizajes,  que permiten saber si en cada región, en cada distrito, en cada escuela,  los chicos están aprendiendo o no.  Por eso la necesidad de tener indicadores de la calidad de las universidades y de su plana docente, e indicadores de su impacto en el futuro laboral de los estudiantes

Compromiso de gestión

Aparte de un compromiso técnico, hay un necesidad imperiosa de un compromiso de gestión. A veces se piensa en la gestión del sector educación sólo como de la de un sector social, a soft sector, se diría en inglés, que las inversiones importantes, grandes y complejas están en las carreteras, puertos, o energía: nada más lejos de la realidad. No hay nada soft en un sector que le cambia el destino de la gente, en sus diversas etapas de la vida. En el Perú, en educación básica, es gestionar un servicio en 52,000 locales, todos los días, a 7 millones de niños con casi medio millón de profesores. Y en el caso de las educación terciaria, a casi dos millones de jóvenes que están en 140 universidades y cientos de institutos. Una educación de calidad es un servicio —o una experiencia— que en última instancia consiste en lograr que los niños y los jóvenes sean felices, seguros de sí mismos, creativos, curiosos, buenos ciudadanos preparados para la vida y para el mundo y para el mercado de trabajo que los aguarda. Un mercado de trabajo donde la única certeza es la incertidumbre. Se trata por tanto de un servicio harto complicado de prestar.

Podemos saber como funciona un aula y una  institución educativa  de manera eficiente, pero eso se tiene que repetir en decenas de miles de escuelas e instituciones.   Hacer que este sistema gigantesco funcione de manera efectiva, todos los días, es un gran reto de gestión.   Por eso el otro elemento clave para impulsar el cambio es la capacidad de implementación, la capacidad de gestionar ese servicio a gran escala, la capacidad de la burocracia. Ya sea para proveer el servicio, o para regular el servicio, (cosa que es muy compleja).  Si la educación es la prioridad, como se dice en las campañas políticas, es crítico entonces atraer al personal más calificado al sector.  En muchos países vemos que el personal más calificado esta en el Banco Central, o en Finanzas.  Si ese personal altamente calificado, a todo nivel, no está en educación, entonces, simplemente no es cierto que la educación es una prioridad.

Gestionar un sistema tan complejo no es sólo un tema de pedagogía, sino que se requiere el concurso de todas las disciplinas, administradores, economistas, psicólogos, ingenieros industriales, ingenieros civiles, sociólogos, arquitectos, programadores, abogados, estadísticos, geógrafos, expertos en software e informática. La necesidad de un esfuerzo multidisciplinario, tratando  de atraer el mejor talento de cada disciplina es un imperativo del sector, para aumentar la capacidad de gestión.

Y en esa necesidad tener el mejor talento para servir en el sector público, esta universidad juega un rol central. A quienes estén hoy día aquí estudiando, piensen en servir en el estado. Es difícil y complejo pero es un honor y hay pocas mejores oportunidades para servir al país.

Compromiso político

La élite empresarial, los líderes políticos, el sector macrofinancero, la opinión pública, los sindicatos, los medios de comunicación, los profesores, las autoridades locales y los padres deben comprender que una educación decente, centrada en los aprendizajes, a todos los niveles, es una condición previa ineludible para tener una economía y una sociedad viables.

Un sistema educativo centrado en los aprendizajes parece un objetivo encomiable con el que parecería ser obvio alinearse… pero no lo es. Porque este sistema es además un sector económico inmenso y existen numerosos intereses económicos y políticos, que hacen que una reforma educativa sea una empresa extremadamente compleja.

En numerosas ocasiones, influyen en la conducta de los diferentes actores intereses ajenos al aprendizaje de los estudiantes. A nivel mundial, vemos como las reformas se pueden trabar: algunos políticos presionarán para que se ofrezcan ventajas a grupos concretos sólo por populismo; algunos sindicatos tratarán de obtener y lograr influencia y objetivos políticos; algunos burócratas intentarán proteger su base de poder o sus puestos de trabajo; algunos docentes defenderán fervientemente su estabilidad laboral o les preocupará ser evaluados o que se apliquen mecanismos de vinculación de la retribución a su rendimiento; algunos proveedores de servicios, en su búsqueda de beneficio, presionarán para que se adopten soluciones que no favorezcan el bienestar de los estudiantes; algunas instituciones les interesará prestar un servicio con un buen marketing pero de baja calidad; lo mismo universidades de baja calidad.

A todos les interesará mantener el statu quo incluso aun cuando ello signifique que los estudiantes no aprendan. Estos intereses deben abordarse de frente. Si todos estos actores se muestran satisfechos y ninguno critica una reforma, lo más probable es que no se esté haciendo mucho o no esté haciendo lo que debería.

El cambio solo comienza a producirse cuando el sistema deja de lado la política y los intereses concretos y se centra en el aprendizaje. Se trata de la necesaria alineación política que se ha producido en los países escandinavos y en algunos países de Asia oriental. Esto es lo que sucedió en Sobral, un distrito pobre del norte de Brasil que aproximadamente en una década alcanzó lo más alto del índice brasileño de calidad educativa. Pasó del puesto 1,500 en el ranking de municipalidades de Brasil, al puesto uno. En ese municipio de Brasil, la reforma educativa implicó pasar de una selección de docentes y directores con criterios políticos a una selección basada en el mérito.  Su alcalde me explicó que uno de los elementos clave para el éxito de la reforma educativa fue tomar la decisión política de dejar la política fuera del aula y fuera de la educación.

Por último, un Compromiso financiero

La educación no es sólo un sector social. Desde una perspectiva económica a corto plazo, la educación es un sector macro: en un país típico de ingresos medios, la inversión en educación está entre el 15% y el 20% del presupuesto público, es cerca de una quinta parte del estado. Las políticas laborales relativas a los docentes inciden en todo el mercado de trabajo, publico y privado; y través de la remuneraciones y compras de bienes y servicios, el sector educativo puede mover la demanda agregada. En el corto plazo, es un sector macro.

Pero también es un sector macro desde una perspectiva de largo plazo. La educación consiste en invertir en capital humano, con la misma influencia en la productividad, la competitividad y el PIB potencial que la maquinaria o las carreteras. En ese sentido, la educación tiene una impacto inmenso en el desempeño macroeconónimco, el crecimiento y en el desarrollo.

Cuando se analiza las perspectivas macroeconómicas de un país, por ejemplo, cuando el FMI redacta el reporte del Articulo IV, que evalúa las perspectivas económicas de un país, se analizan el crecimiento , el déficit fiscal, la cuenta corriente, la inflación,  y la tasa de inversión. Sin embargo, se limita a la inversión en capital físico, no a la inversión en capital humano. Para los economistas que están aquí, en las ecuaciones de crecimiento existe la variable K, pero también está la variable H. Se trata de un aspecto que los macroeconomistas olvidan habitualmente apenas hacen su último examen sobre teoría del crecimiento durante sus doctorados. Aun todo esto,  está poco a poco empezando a cambiar.

El financiamiento del capital humano sí tiene una diferencia con el capital físico. La expansión del sistema y las mejoras de la calidad del servicio que exigen cambios en el gasto en educación requieren modificaciones permanentes en los ingresos fiscales. Se puede invertir en un puente hoy y, si el ciclo macroeconómico entra en fase de contracción, puede posponerse la construcción del siguiente puente. Solo hay que preocuparse de cubrir la depreciación del puente. En el caso del sistema educativo, la expansión del gasto corriente necesario para garantizar que todos los estudiantes reciban un servicio adecuado es un gasto adicional permanente. Por lo tanto, requiere financiación fiscal adicional permanente.

Esta es la razón por la que el debate y la definición de los objetivos educativos a largo plazo de un país implican a todo el estado y a toda la sociedad. Requieren no sólo el compromiso de un ministerio de educación. Y requiere de un gran compromiso social. ¿Cuánto hay que destinar a la educación? A veces nos fijamos en el porcentaje del PBI.  ¿4%, 6%?  Pero la respuesta correcta es en realidad, lo necesario para que todos, independientemente de donde nacieron o quiénes son sus padres, tengan acceso a la educación inicial, y a una primaria y secundaria decente, y la posibilidad de acceder a educación terciaria de calidad, en donde becas y créditos se combinen para que todos tengan alguna oportunidad de labrarse un futuro. Alguien puede decir, pero eso es mucho dinero. Es posible, y es razonable pensar que no se puede lograr de la noche a la mañana. Pero eso distingue a las sociedades que deciden ser ricas, de las sociedades que deciden no serlo.  Así de simple.

En el Perú hemos avanzado en todos estos compromisos, indudablemente. Con tropiezos, algunos rasguños,  unos retrocesos, una censura aquí y allá.  Pero se avanzó en el compromiso técnico con un conjunto de reformas en las que no se ha retrocedido, la secundaria completa, el acompañamiento docente, sistemas de monitoreo en tiempo real, una de las mejores unidades de medición de calidad de la región. Un compromiso político plasmado en el avance de reformas que normalmente son políticamente muy contenciosas, como la reforma magisterial y la reforma universitaria. Un compromiso de gestión trayendo la meritocracia a la selección de docentes y directores,  y a un excelente equipo multidisciplnario a la gestión educativa. Y un compromiso financiero, al haberse aumentado dramáticamente el gasto en educación

Pero hay un último factor: el sentido de urgencia

Sentido de Urgencia

Se ha avanzada subiendo una cuesta empinada, pero estamos muy lejos de llegar a la cima. El Perú sigue siendo un país dramática e inaceptablemente desigual en términos de oportunidades. Porque la mejora no ha llegado a todos. Y quizás para entender la gravedad de que un solo niño no reciba el estímulo que necesita y merece, o que un joven que no reciba una buena educación universitaria o técnica adecuada debemos imaginarnos que se trata de nuestro hijo o hija. Allí si sentiríamos que es un tragedia, que es un problema gravísimo.

Que no todos reciban una educación de calidad nos plantea un problema urgente. El reto es cómo conciliamos ese sentido de urgencia esa conciencia de que algo hay que hacer y rápido, con la convicción de que el cambio, efectivamente , es posible. Muchas veces en las reformas educativas, se siente esa sensación de que el cambio es muy difícil, que siempre van  a haber fuerzas retrogradas que se preocupan por los interese de algún grupo, y no por los intereses de los niños y los jóvenes.  Esos intereses van a existir y existen en todos los países. Pero si existe un liderazgo y al mismo tiempo una obsesión como país que un elemento fundamental de nuestro desarrollo es invertir en la gente, el interés del bien común eventualmente prevalecerá.

Pero esa batalla, de invertir en nuestra gente es de todos los días , y de largo plazo. En realidad,  la batalla por implementar una reforma educativa que permita una buen educación para todos, es una batalla contra el tiempo.  Porque mientras no lleguemos a todos,  hay días, meses y años en la vida de algún niño, niña o joven que se están perdiendo irremediablemente.

Y esta batalla se pelea hoy en esta universidad en varios frentes. En esta universidad se forman futuros docentes y futuros directores de escuela. Aquí está es una de las mejores, sino la mejor facultad de educación del país, y por tanto la responsabilidad de guiar y poner una valla de excelencia en la formación de docentes es inmensa. Aquí se forman futuros catedráticos que estarán en este claustro y, ojalá cada vez más en otras universidades.  Como dije, para gestionar la educación se necesitan profesionales y técnicos de todas las disciplinas. Y para gestionar el sector público se necesitan hombres y mujeres de todas las disciplinas, muchas de las cuales se enseñan aquí. La Universidad Católica es una cantera de excelentes profesionales, vital para el desarrollo país, lo digo desde el lado profesional y personal. En mi gestión como Ministro de Educación, tuve el privilegio que me acompañaran muchísimos egresados de esta universidad, mis viceministros fueron de esta universidad, mi secretario de planificación egresó de esta universidad y me jefe de gabinete egresó de esta universidad, todos teníamos en común ser egresados de la PUCP, lo único que quizá nos diferenciaba era el código. Y en el plano personal, mis hijas están a punto de ser egresadas de esta universidad.

Y más aún, si uno mira los Consejos de Ministros de los últimos 8 años, no han sido raros los momentos en los que casi la mitad eran egresados de esta casa de estudios. Cuando en el 2016 hubo que luchar en defensa de la Ley de Reforma universitaria, fue la FEPUC y alumnos de esta universidad, juntos con jóvenes de otras universidades, quienes salieron a las calles con la convicción de que era su deber defender el interés común. “La Educación se Respeta” era su lema. Los futuros líderes de este país se están formando hoy día, en este momento, en esta universidad, y eso no es una metáfora, muchos de ellos probablemente están en esta sala. Hoy más que nunca, esta universidad no sólo tiene la responsabilidad de formar grandes profesionales, eso no es suficiente, tiene la responsabilidad de seguir formando ciudadanos demócratas y solidarios, comprometidos con el bien común. Es su ineludible deber moral. Esa es su tarea, esa es nuestra tarea.

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