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¿Aislamiento ante la pandemia o extorsión? El caso de la comunidad nativa de Shintuya

  • José Carlos Ortega
    Egresado de Antropología PUCP y estudiante de la Maestría de Antropología - Programa trAndeS

La junta directiva, como institución representativa de la comunidad, ha tomado la decisión de establecer protocolos sanitarios que protejan no solo a los residentes sino también a los hermanos en contacto inicial y aislamiento voluntario».

Shintuya es la puerta de entrada a las comunidades nativas del Parque Nacional del Manu, donde se ubica la población en contacto inicial y aislamiento voluntario. La importancia de esta comunidad radica en su proceso histórico de contacto, iniciado a mediados del siglo XX por el P. José Álvarez Apaktone OP, el cual abrió nuevos caminos a los abuelos amarakaeri, como la educación formal, servicio sanitario y articulación económica con centros urbanos presentes en las regiones Madre de Dios y Cuzco. La carretera y el río Alto Madre de Dios son las principales vías de ingreso, no solo hacia Shintuya, sino también hacia Itahuania, Nuevo Edén, Puerto Shipeteari y Diamante. Entonces, se entiende que las comunidades y centros poblados dependen de ambas vías de acceso para abastecerse de alimentos de origen industrial y, a la vez, vender su producción de plátanos, principalmente, a intermediarios andinos.

En el transcurso de los meses que estuve en la comunidad, he oído y registrado testimonios de adultos mayores, autoridades locales y comuneros jóvenes sobre los efectos mortales de las enfermedades en la comunidad».

El establecimiento del estado de emergencia y la cuarentena nacional generó que las autoridades locales de Shintuya idearan protocolos sanitarios además de horarios de guardianía en los linderos de la comunidad. Estas medidas estaban orientadas a salvaguardar la salud de los residentes shintuyanos, quienes son totalmente conscientes de la historia de epidemias que ha azotado esta zona del país a lo largo del siglo XX. En el transcurso de los meses que estuve en la comunidad*, he oído y registrado testimonios de adultos mayores, autoridades locales y comuneros jóvenes sobre los efectos mortales de las enfermedades en la comunidad.

Asimismo, desde inicios del siglo XX, los registros etnográficos de los primeros misioneros dominicos daban cuenta de la alta mortandad presente en el Alto Madre de Dios. Debido a ello, los abuelos amarakaeri decidieron, a través de traductores huachipaeri, contactar a los padres y nuclearse, en primer lugar, como Misión en 1956 y, posteriormente, como Comunidad Nativa en 1974. Medicinas, ropa de origen industrial y herramientas de metal fueron los medios formales para abandonar los antiguos jaks (malocas) y adoptar patrones de asentamiento contemporáneos.

La Fiscalía nos acusó de extorsionar a los transportistas y a la gente que pasaba por Shintuya. Así está en el documento. Ahora los controles están libres, igual la gente sigue saliendo. Llegaron los bonos y hay un desorden. No se pudo controlar porque (debido a) la necesidad… no están trabajando los comuneros”, menciona Wili Corisepa, actual vicepresidente de la comunidad. La Fiscalía Provincial Mixta del Manu entregó una cédula de notificación el 21 de mayo a la junta directiva de Shintuya, donde se indicaba la extorsión como materia de delito.

La junta directiva había enviado un memorial al alcalde Reynaldo Rivas, donde explicaban el porqué ellos deciden cerrar los accesos, y solo se permitía el ingreso de la Policía Nacional, personal de salud y empleados de Electro Sur. Sustentaban su argumento en el artículo 3 de los Derechos de los Pueblos Indígenas, el artículo 8 del Convenio 169 de la OIT, además del EXP. N 01126-2011-HC/TC dado por el Tribunal Constitucional en el caso Tres Islas. Estos documentos señalan el derecho de las comunidades a no permitir el ingreso de foráneos a territorio indígena en caso las juntas directivas locales lo determinen.

Las autoridades nacionales deben tener una perspectiva etnohistórica y humana del derecho en una zona que no es similar a otras realidades socioeconómicas del Perú».

Es inviable pensar que los comuneros de Shintuya van a prohibir el intercambio económico cuando dependen fuertemente del mercado. La alimentación de la comunidad es posible gracias a la agricultura de autoconsumo, venta de plátanos, turismo vivencial, caza, pesca y labores asalariadas. Shintuya está conectada con ciudades intermedias, como la capital provincial del Manu, y es centro del turismo vivencial en el Alto Madre de Dios. La junta directiva, como institución representativa de la comunidad, ha tomado la decisión de establecer protocolos sanitarios que protejan no solo a los residentes, sino también a los hermanos en contacto inicial y aislamiento voluntario. El ingreso no controlado de transportistas y de colonos andinos generaría la aparición masiva de casos de COVID-19 en el Alto Madre de Dios.

Hasta mi estadía, a finales de mayo, solo una ventanilla de la agencia del Banco de la Nación atendía a toda la provincia. Esto ocasionaba aglomeraciones de ciudadanos que cobraban los bonos y programas de transferencia; de esa forma, la salud de poblaciones vulnerables estaba en riesgo. Las autoridades nacionales deben tener una perspectiva etnohistórica y humana del derecho en una zona que no es similar a otras realidades socioeconómicas del Perú. La vida de miles de personas depende de autoridades que conozcan totalmente su región, y no solo su lugar y cultura de procedencia. Ese es el reto mayor de la convivencia y unión como ciudadanos en un país pluricultural.

* El autor estuvo en la comunidad de Shintuya desde febrero hasta finales de mayo de este año, período en el que realizó trabajo de campo como tesista de posgrado y estuvo también como voluntario.

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