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"Nuestro lenguaje está influido por la sociedad"

  • Virginia Zavala
    Profesora del Departamento de Humanidades

¿Cuál es la relación entre lenguaje y sociedad?

Hay una relación dialéctica. La manera en que decimos las cosas e interactuamos con otros está influida por las estructuras sociales. Sin embargo, el lenguaje no es un dispositivo inofensivo, pues tiene el poder de transformar la realidad. La idea es que cada instancia de uso lingüístico contribuye a reproducir, pero también a transformar representaciones, identidades y relaciones sociales que se han construido históricamente. Este es un argumento detrás de quienes están a favor de contrarrestar el sexismo en algunas formas del español y cambiarlo. Por ejemplo, en USA se cambió la palabra “negro” por “afroamericano” y estos grupos minoritarios tienen mayor visibilidad ahora. Sin embargo, esto ocurrió en el marco de otros cambios en el uso del lenguaje (interacciones más horizontales entre afroamericanos y blancos, por ejemplo) y cambios también a nivel de prácticas sociales que van más allá del lenguaje (mejores salarios, acceso a la educación superior, etc.).

¿Cómo influyen las relaciones de género en la manera que usamos el lenguaje?

Las relaciones de género inequitativas que existen no solo influyen en cómo usamos el lenguaje desde la gramática (uso de pronombres masculinos o femeninos, por ejemplo), sino en cómo interactuamos con otros y construimos relaciones sociales a nivel discursivo. Las relaciones sociales de género se construyen a partir de cómo pedimos cosas, cómo respondemos a preguntas, qué tipo de entonación usamos, qué formas de tratamiento escogemos (tú versus usted, por ejemplo, o referirse a la mujer con el apellido del esposo) o cómo tomamos el turno durante una conversación e interrumpimos al interlocutor. El uso del lenguaje implica mucho más que su gramática. Pensar que estos cambios en la gramática generarán cambios automáticos en las relaciones de género es iluso. Hay que pensar en el uso del lenguaje en sus múltiples dimensiones y generar cambios a todo nivel.

No por usar todo el tiempo “todos y todas” ya se están transformando las relaciones de género.

Los cambios deben ser más profundos y, además, deben complementarse con otros a nivel de las prácticas sociales que no pasan, necesariamente, por el lenguaje. En el Ministerio de Educación se han transformado los documentos para que se señale “niños y niñas” todo el tiempo, pero luego tenemos profesores que presentan a sus alumnas como menos capaces que los niños y esto tiene incidencia sobre los aprendizajes de ambos. Por otro lado, puedo esforzarme mucho colocando arrobas para integrar a los dos sexos, pero luego voy a mi casa y, al interactuar con mi esposo, me posiciono como sumisa y con menos poder.

¿Es factible transformar una lengua?

Se piensa mucho que la lengua es un objeto neutro, que existe aparte de la sociedad y de sus usuarios. Esta es una concepción muy dominante en la disciplina de la lingüística. Pero la realidad es todo lo contrario: la lengua se ofrece a los usuarios como un recurso para que ellos elijan qué formas usar de acuerdo con las circunstancias. Y el uso que los hablantes hacemos de la lengua, eventualmente, la transforma. No estoy de acuerdo con la idea de que “no se deben forzar las estructuras sintácticas”, porque la lengua nos da un conjunto de recursos que usamos como mejor nos parece, y esto tiene una influencia clara en cómo construimos representaciones del mundo y cómo la vamos transformando poco a poco.

¿No podría haber algunos cambios absurdos o especificaciones tales que harían muy difícil comunicarnos?

Si bien pueden haber algunos cambios que sí atentan contra algunas reglas sintácticas de la lengua, hay otros que se censuran porque, supuestamente, atentan contra estructuras “no marcadas”, que ya están asentadas en la lengua. Son, precisamente, las relaciones de poder las que logran que algo se asiente, que sea no marcado (en el sentido de “normal” o esperable) o se vuelva convencional, y son los sujetos sociales los que cambian el lenguaje para construir diferentes versiones del mundo. Gunther Kress, un famoso lingüista alemán, decía que “las convenciones son el trabajo del poder en el tiempo”, para explicar que lo que ha llegado a verse como convencional no aparece así de la nada, sino que hay relaciones de poder que han hecho que eso se vea como convencional y natural.

¿La abundancia de cambios en el lenguaje no haría que el efecto contra el sexismo se perdiera?

Creo que tampoco se trata de seguir al pie de la letra todos los cambios que dictaminan los múltiples manuales que se han publicado para contrarrestar el sexismo en el lenguaje. La abundancia de cambios que se proponen puede llegar a trivializarse y no generar el efecto esperado. Ni el uso de la lengua ni la realidad van a cambiar a partir de instituciones que dictaminan cómo los usuarios debemos hablar (así sea la RAE, una municipalidad o una ONG), somos los hablantes los que tomamos las riendas de los cambios en el lenguaje y los encargados, finalmente, de su devenir. Creo que más que seguir estos manuales como una suerte de receta, los hablantes debemos entender cuál es el asunto de fondo, y cómo el lenguaje se relaciona con la realidad y las relaciones de poder.

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