“Gustavo Gutiérrez nos dejó una tarea: la de construir un mundo más justo”
-
Salomón Lerner Febres
Rector emérito de la PUCP
“Vida y vida en abundancia” es una de las promesas del Evangelio. El cristianismo es lo opuesto al culto a la muerte. Es una religión de perdón y esperanza. El catolicismo es universal porque proclama una idea que inspira a los pueblos de toda la Tierra: que la humanidad es una sola, que la fe sin caridad es una fe espuria y hueca, que debemos ser buenos como bueno es nuestro Padre.
La revelación, la salvación y la trascendencia no reposan en algún punto alejado o secreto. El lugar de la peregrinación más urgente, la que permite una verdadera metanoia, está en nuestros propios corazones, un encuentro que necesariamente nos lleva a reconocernos en el rostro del otro y, especialmente, del débil, del que sufre, del pobre, del huérfano, del olvidado. Cada vez que nos vemos a nosotros mismos en el rostro de ese otro estamos imitando a Cristo, quien se hizo hombre en carne y en alma. Porque Dios vivió nuestra pobreza para revelarnos el mensaje del amor, aquello que es paciente y benigno, que no se complace en la injusticia, que todo lo espera y todo lo soporta.
Gustavo Gutiérrez tuvo una vida abundante en este mundo. Enseñó que el cristianismo es la praxis del amor y que la pobreza era una proximidad con la muerte. Aquellos que son excluidos, aquellos que padecen de injusticia, aquellos despreciados y a quienes abandonamos en la enfermedad y la pobreza son los primeros en ser llamados hacia la vida prometida por el Evangelio.
Su voz, vibrante y llena de esperanza, seguirá siendo escuchada y leída por las generaciones de creyentes, mientras que las de sus perseguidores quedarán en algún rincón de la infamia".
El padre Gustavo era humilde y erudito, virtudes que no suelen ir juntas. Era agudo con la palabra. Cuando reprendía, lo hacía con caridad. Cuando enseñaba, lo hacía con la autoridad del sabio, esa que no busca que el discípulo sea su reflejo sino una persona que por sí misma llega a la iluminación y la verdad. Cuando escribía, lo hacía con una pluma apasionada, que contenía palabras tan urgentes como severas y claras. Resuena en su mensaje la idea lascasiana de que el pecado no está solamente en los individuos sino en una sociedad que ha perdido el rumbo, que se embelesa en la conquista de unos y la derrota de otros, en la riqueza de pocos y en la miseria de los muchos.
Hubo quienes traficaron en las puertas del templo, quienes usaron el Evangelio para, de manera diabólica, abusar de los pobres y perturbar el alma de jóvenes atribulados. Esos mismos atacaron al padre Gustavo, lo persiguieron e intentaron humillarlo. Pero no lo lograron porque nada es más fuerte que el amor, el mayor aliado del intelecto.
Su vida y su obra son proféticas porque proclaman contra el alejamiento de las leyes de Dios. Su voz, vibrante y llena de esperanza seguirá siendo escuchada y leída por las generaciones de creyentes, mientras que las de sus perseguidores quedarán en algún rincón de la infamia. Gutiérrez nos dejó una tarea: la de construir un mundo más justo y fraterno, en el que el reino de Dios sea una presencial real, plena de sentido.
Deja un comentario
Luis Alberto
Excelente semblanza.