Celebrar la Pascua en tiempos difíciles
-
P. Edmundo Alarcón
Director del Centro de Asesoría Pastoral Universitaria (CAPU)
*Foto: para el CAPU, celebrar la Pascua es ir donde más nos necesitan, «allí donde somos una Iglesia encarnada en medio de los más vulnerables».
Una vez más nos acercamos a la fiesta central de nuestra fe, una vez más el resucitado toca nuestra puerta. Los cristianos nos preparamos para celebrar, hacer memoria y renovar nuestra fe, pero ¿cómo celebrar la Pascua?, ¿cómo celebrar al Dios de la vida en un contexto de muerte?, ¿cómo celebrar la esperanza en medio de tanta desesperanza?, ¿cómo decirle al hermano que Dios le ama, cuando solo ha recibido desprecio y maltrato?
Los tiempos que corren en el país son difíciles, ya no solo es la injusta desigualdad económica, siempre presente, sino que son tiempos de desencuentro abierto y generalizado, de polarización extrema y dura, de descalificación automática a quien no piensa igual. Pareciera que la política (la mala política) nos envilece cada día más, hemos perdido la centralidad del bien común, hemos perdido la claridad de lo que es justo, está imperando casi una guerra de todos contra todos.
Lo más revolucionario que hizo Jesús fue despertar la esperanza en aquel pueblo sometido, despreciado y olvidado. A ellos les anuncia su proyecto, el proyecto de un mundo más humano, más justo y solidario".
En este contexto, nuevamente nos preguntamos, ¿cómo vivir la Pascua? Estas cuestiones nos obligan a volver la mirada al crucificado y resucitado, para (re)visitar su camino, volver a Galilea, allí donde “empezó todo”, allí donde gastó y desgastó su vida, enseñando, sanando y allí donde despertó las ganas de vivir, porque creer en el resucitado debe impulsarnos a mirar el futuro con esperanza, esa que genera una nueva manera de vivir, de estar, de sentir.
Es precisamente en Galilea que encontramos a Jesús anunciando el Reino de Dios y, despertando la esperanza de un mundo distinto, la esperanza de mirar el futuro, de ponerse en marcha, de no quedarse anclado o inmóvil.
Por eso, podemos decir que, lo más revolucionario que hizo Jesús fue despertar la esperanza en aquel pueblo sometido, despreciado y olvidado. A ellos les anuncia su proyecto, el proyecto de un mundo más humano, más justo y solidario. Pero este atrevimiento de despertar la esperanza fue considerado subversivo, no podía permitirse que alguien anuncie a un Dios cercano a los pobres, cercano a los que sufren, cercano a los injusticiados; por eso, los poderosos se confabularon para llevar a Jesús a la cruz y acabar definitivamente con él. Lo extraordinario es que ya crucificado no pudieron acabar con él, porque Dios lo resucitó y desde entonces hay esperanza para todos, especialmente para los crucificados de mil maneras a lo largo de la historia.
Por eso, lo crucial en este tiempo es descubrir y experimentar que Jesús, crucificado y resucitado, nos invita a buscar caminos de encuentro, de diálogo, de respeto con el que piensa distinto; el resucitado nos convoca a hacer el camino de la justicia, a ponernos del lado de los sufrientes y abandonados. Solo así podemos decir que creer en el resucitado significa vivir como vivió el crucificado, esto es anunciar su proyecto de vida, aliviando el sufrimiento de los heridos y sufrientes del camino, despertando, finalmente, la esperanza, esa que no defrauda.
Deja un comentario