El referéndum en Barcelona
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Aldo Panfichi
Docente del Departamento de Sociales de la PUCP y presidente de LASA 2018
Esta disputa tiene, sin duda, un componente económico. La Generalitat y las elites locales señalan que el problema es la forma en que se distribuyen los ingresos que genera su moderna economía y que en parte administra el gobierno español.
La situación es compleja y crítica. El derecho a la consulta cuenta con un abrumador apoyo ciudadano y la reacción del gobierno central es impedirlo a toda costa.
Escribo estas líneas antes de saber el destino del referéndum unilateral convocado, para este 1 de octubre, por el gobierno regional de Cataluña, la Generalitat, y que ha sido declarado ilegal por el gobierno de Mariano Rajoy asentado en Madrid. La situación es compleja y crítica. El derecho a la consulta cuenta con un abrumador apoyo ciudadano y la reacción del gobierno central es impedirlo a toda costa, pues teme el efecto dominó que puede generarse en otras regiones. Luego de una visita académica a Barcelona, propongo las siguientes ideas para entender la situación en Cataluña.
La polarización de posiciones entre Barcelona y Madrid oculta un hecho clave. El apoyo al referéndum es mayoritario en Cataluña (80%), ya que muchos consideran que este es un derecho a la participación política que busca ser impedido por el gobierno central. El apoyo proviene de diversos sectores sociales, y se asienta sobre un histórico recelo entre Barcelona y Madrid, los núcleos metropolitanos más importantes de España. Es necesario precisar, sin embargo, que el apoyo a la opción independentista es bastante menor, cerca del 45% dicen las encuestas, aunque esta tiene a su favor una fuerza social activamente movilizada.
Esta disputa tiene sin duda un componente económico. La Generalitat y las elites locales señalan que el problema es la forma en que se distribuyen los ingresos que genera su moderna economía y que en parte administra el gobierno español. Arguyen que cerca del 10% del producto no regresa a la región lo que explica, en parte, el déficit fiscal de 16,000 millones de euros que tiene este gobierno regional. La idea firmemente instalada es que, con estos recursos, Cataluña sería más prospera y superaría sus problemas. El gobierno de Mariano Rajoy rechaza esta acusación y señala que las regiones más ricas aportan más que las que menos tienen. Y que la situación catalana es similar a la de otras regiones españolas, incluida Madrid. Reconoce, eso sí, que Cataluña recibe menos inversión en infraestructura y menos financiamiento que el promedio. Más allá de las cifras, lo cierto es que una sensación de despojo se ha instalado en la sociedad catalana que se verbaliza en cualquier conversación coloquial.
Un sector particularmente sensible a este sentimiento es la clase media, profesional, bien educada, y que trabaja en las actividades económicas modernas y globales. Barcelona cuenta con una industria pujante, especialmente farmacéutica, la principal de España. También una banca regional que está presente en todo el país (la Caixa Bank) y una dinámica industria de turismo, que atrajo a 17 millones de visitantes en el 2016. Los miembros de esa clase media sienten que trabajan muchas horas al día para mantener el nivel de vida al que aspiran y están resentidos con el gobierno español que, según ellos, les quita recursos para subvencionar a otros que trabajan menos. Sorprende escuchar comentarios estereotipados, por ejemplo, sobre los andaluces, a quienes acusan de trabajar solo los cuatro meses de cosecha y recibir subvenciones del gobierno español el resto del año.
Otro sector social que apoya el referéndum, y donde muchos forman parte del núcleo duro del independentismo, son los obreros industriales y trabajadores de menores ingresos. También los pequeños comerciantes y los jubilados. A diferencia de la clase media profesional, este es un sector nacionalista muy crítico al turismo, porque eleva el costo de vida, y ocupa las plazas y espacios públicos. También resiente la inmigración de trabajadores de África, Europa y América Latina que, según ellos, les quita oportunidades laborales al trabajar por bajos salarios.
En suma, el apoyo al referéndum es amplio y heterogéneo. El independentismo no es mayoritario, pero su futuro estará en función de lo que ocurra este 1 de octubre. Lo único cierto es que esta historia no acaba aquí.
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