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Puno y sus antecedentes mineros

Sobre la tradición productiva en la convulsionada región del sur.

  • Héctor Omar Noejovich Ch.

Los recientes acontecimientos y protestas contra las concesiones mineras en el departamento de Puno, so pretexto de contaminar la «agricultura», no son congruentes ni con la historia, ni con la geografía.

Respecto de esta última precisemos que tradicionalmente la zona en mención ha sido ganadera desde tiempos prehispánicos, con rebaños de auquénidos y, posteriormente, con ganado ovino. La agricultura ha estado limitada a ciertos cultivos como los de papa, olluco y otros tubérculos.  Por su altura -3,800/3,900 m.s.n.m-, las precipitaciones pluviales en la región son del orden de los 800 mm al año -entre diciembre y abril- con una temperatura media anual de 8º C, aproximadamente, con máximas de 14º C y mínimas de 2º C [1]; como el lector se percatará, no precisamente el ideal de un espacio agrícola. Además, la zona aledaña al Lago Titicaca es inundable por las variaciones del nivel del lago. Por cierto, esta característica dio origen a la utilización de camellones o waru waru, es decir de parcelas elevadas para sembrar; tecnología prehispánica que es de utilización también actual [2].

Es por ello que la provincia de Chucuito, asentamiento del Reino Lupaca, fue adjudicada a la Corona, dado que no tenía provecho agrícola para los encomenderos [3]. Sus suministros alimenticios, además, provenían de los valles occidentales -Sama, Moquegua, Locumba-, así como los orientales -Larecaja-, gracias al sistema de mitmakuna [4].

Por otro lado, fuera de su tradición ganadera, la región tiene un pasado minero significativo, originado en los descubrimientos de las minas de Laicacota y San Antonio de Esquilache a mediados del siglo XVII [5]. Respecto de la primera, el nivel de su riqueza, evaluado por los quintos reales, correspondía aproximadamente a la mitad de los ingresados en la Caja Real de Potosí. Ellos, dieron origen a la llamada «rebelión de los hermanos Salcedo» (1665-1668) [6], situación que revistió tal gravedad que tuvo que intervenir personalmente el Virrey Pedro Fernández de Castro, Conde de Lemos. Este virrey sofocó la rebelión y fundó la villa de San Carlos de Puno, como refugio de los vecinos no implicados en el conflicto.

Teniendo en cuenta esta información, cabe recordar a Marc Bloch, distinguido historiador francés y víctima de la barbarie nazi: «la incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado» [7].

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