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Mundos paralelos

Reflexión sobre la desigualdad y la exclusión en el Perú.

  • George Vargas Fernández

Cuando hablamos de mundos paralelos, nos imaginamos a dos mundos yendo, tal vez, de forma vertiginosa uno al lado del otro hacia el mismo sentido. Esta imaginación, que seguramente nos viene a la mente, está asociada a un portal donde existen un mundo real y otro ficticio, partiendo del modo de cómo, casi siempre, los ejemplos orientados a este tema lo enfocan: realidad versus fantasía, tangible versus intangible, presencial versus virtual, etc. Sin embargo, existen mundos paralelos tan reales, creados, literalmente, para los de arriba y para los de abajo, como los que se encuentran en nuestro país, donde la realidad no se mezcla ni interactúa con nada, donde el simple hecho de nacer diferente al otro nos da o nos quita categoría y, por ende, resta las posibilidades de formar una sociedad más compensada, donde los derechos no sean deberes y las «categorías» dejen de ser sinónimo de discriminación o exclusión.

En una entrevista realizada para PuntoEdu (N° 173), el R.P. Gustavo Gutiérrez Merino señalaba que «aquí la economía, cuando chorrea, chorrea hacia arriba». Esta es una manera teórica de ver la exclusión en nuestro país, ya que en las estadísticas económicas no se toman en cuenta los niveles de pobreza de todos nuestros pueblos, más aún en aquellos donde ni siquiera hay presencia del Estado de ningún tipo. Mientras que estas estadísticas nos dicen que todo va bien, la realidad nos señala que no es así –solo se expresa la situación de un sector: el empresarial, ¿y el resto?–. No podemos negar que macroeconómicamente nos va bien; lo que no podemos afirmar es que ello favorezca a todos o al menos a la mayoría, tal como dice el eslogan del Gobierno «El Perú avanza». Es decir, es difícil decir que avanzamos sin haber mirado antes a nuestro Perú profundo y al no tan profundo, donde el chorreo es sinónimo de sudor y, gobierno, de exclusión.

La educación es otro reflejo de estos mundos paralelos. El filósofo Augusto Salazar Bondy dijo alguna vez: «La educación está en crisis porque el Perú está en crisis, aquí donde impera la desigualdad social, los privilegios, la explotación del trabajador y el enclaustramiento de las regiones». Cómo podemos demandar líderes con capacidad de gestión y a la vez honestos sin pensar primero en personas y, luego, en alumnos, en maestros capacitados y en colegios con infraestructura y equipamiento informático apropiado. La educación pública pareciera que es una obligación y no una necesidad por parte de los gobiernos de turno; todos traen propuestas que en la práctica no dan resultados. Por ejemplo, en el gobierno de Alberto Fujimori la educación era la construcción de colegios a granel; mientras que en la gestión de Alejandro Toledo la tecnología virtual, con el Plan Huascarán, era el pilar de la educación; ahora, el gobierno de turno tiene como caballo de batalla la carrera pública magisterial, tratando, con ello, de que la educación pública pase a un nivel superior. Las dos primeras «estrategias» han sido un fracaso: de la tercera, a pocos meses para que el gobierno de Alan García termine, no hemos visto resultados alentadores. Estos fracasos son la respuesta a un trabajo improvisado, sin planeamiento, que beneficia a los colegios particulares y academias preuniversitarias, que salen adelante gracias a la incapacidad de los que elegimos. En consecuencia, seguiremos siendo el kinder de Sudamérica y el wawa wasi del mundo.

En el sector Salud, poco o nada cambia el panorama. EsSalud y los hospitales públicos parecen, por las camillas en sus pasadizos, por sus viejos implementos quirúrgicos o en mal estado y la falta de medicinas, por su infraestructura, y, en general, por lo abarrotados que están, hospitales en tiempo de guerra. Este sector ha convulsionado por lo desordenado que es. No existe un plan para repotenciar la atención médica pública; lo único que se ha hecho es darle a la población un seguro con cobertura total o parcial, que más parece un ofrecimiento electoral, ¿pero eso solucionará el problema? La deficiencia no pasa por agregar o quitar servicios, sino por garantizar que los servicios sean de calidad con profesionales de primer nivel y equipos modernos, para que no se produzcan muertes innecesarias o mutilaciones de alguna extremidad por negligencia. Por otro lado, apostemos por un plan de prevención y capacitación en lugares de constante emergencia como en el Sur, principalmente en Puno, donde la falta de médicos, de equipamiento y medicinas, sumado la ineficiencia de los gobiernos nacional y regional, causan más de 250 muertes cada año por neumonía en temporada de friaje. Lo mismo sucede en la Selva, donde la población indígena cae fulminada por la malaria y la desnutrición. Todo el país espera más salud, pero de calidad; así, EsSalud y los hospitales públicos cumplirán su propósito: llevar salud a la población.

Estos son algunos ejemplos que demuestran que vivimos entre mundos paralelos reales, donde miramos por el espejo retrovisor a la pobreza, y las cifras económicas son el maquillaje de un país con exclusión gracias a la incompetencia de los que nos gobiernan y de los que nos gobernaron. Me pregunto, entonces, ¿el Perú avanza? La población no solo necesita planes de gobierno, necesita políticas de Estado para algunos sectores (salud, educación, seguridad, trabajo, entre otros), que deben ser elaboradas con la participación de los partidos políticos.

Vivimos en un país donde la pluralidad cultural, social, racial, religiosa, etcétera nos hace singulares dentro y fuera de la región, y nos obliga a ser responsables y tolerantes, valores que son difíciles de practicar cuando nos corresponde a nosotros mismos jugar un doble papel: el de juez y parte o el de patrón y obrero. En conclusión, somos el resultado de nosotros mismos, gracias a una idiosincrasia importada, que hemos moldeado y adaptado a nuestra imagen y semejanza para hacerla nuestra y tenerla como guía que nos rige y nos regirá por los siglos de los siglos…

Existen mundos paralelos tan reales, creados, literalmente, para los de arriba y para los de abajo, como los que se encuentran en nuestro país.

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