Con la experiencia de sus estudios en Jurisprudencia propuso en 1940 el dictado de los cursos de Derecho Romano con más apego a las instituciones que a la letra de la ley para dar una visión integral del Derecho.

En 1941 ingresó al Seminario de Santo Toribio ordenándose sacerdote en 1946. En 1958 el padre Dammert es consagrado Obispo Auxiliar de Lima, y al año siguiente fue elegido secretario general del Episcopado Nacional. Organizó las primeras Semanas Sociales en el Perú, la de Lima en 1959 y la segunda en Arequipa dos años después.

En 1961, con motivo de la Apertura del Año Judicial, en la homilía de la Misa denunció la condena de los inocentes, la excesiva demora de los juicios, el maltrato y la coacción sobre los detenidos, urgiendo a actuar a los magistrados según los principios de la moral cristiana, basados en la dignidad de la persona humana.

A fines de 1961, el Papa Juan XXIII trasladó a Monseñor a la Diócesis de Cajamarca donde permaneció de 1962 a 1992 en que, jubilado, fue designado Obispo Emérito. Su paso por este departamento no sólo cambió el rumbo pastoral, sino que la vida y la cultura cajamarquina fueron enriquecidas. Su sencillez siempre llamó la atención. Consiguió del Papa que los catequistas campesinos obtuvieran licencia para bautizar, dar la comunión, presidir matrimonios y dar la unción a los enfermos. Monseñor Dammert buscó una Iglesia más fiel al Evangelio y por eso prefirió que se utilicen los escasos fondos disponibles en el funcionamiento del nuevo Hospital-Centro de Salud, y la instalación de agua y desagüe en la ciudad, en lugar de la construcción de las torres para la Catedral.

A pesar de estar radicado en Cajamarca Monseñor Dammert continuó relacionado con la PUCP, siendo miembro del Consejo Superior y de la Asamblea Universitaria como delegado de la Conferencia Episcopal, participando en la redacción de los Estatutos, concordándolos con la nueva Ley Universitaria de 1984, vigente tanto para las universidades públicas como privadas. Nos dice Monseñor en sus Memorias: «Mi posición era conocida: continuar su trayectoria histórica, con la autonomía de la Universidad vinculada con la Iglesia como había sido siempre desde su fundación y conforme a la legislación nacional (…). Consideré que los más importante era la acción pastoral y cultural con la Iglesia Jerárquica y no el establecimiento de normas legales que no influyen en el espíritu ni en la vida de docentes y estudiantes».

En 1990 fue elegido Presidente de la Conferencia Episcopal en los difíciles años de la violencia subversiva y represiva. En agosto de 1991, en la celebración de los 50 años de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, Monseñor Dammert pronunció un mensaje de saludo, refiriéndose, asimismo, a los asesinatos de sacerdotes y religiosas cometidos por terroristas de Sendero Luminoso, expresando: «En esta hora de dolor, y a pesar de nuestras fallas y debilidades humanas podemos decir con firmeza que estos religiosos han sufrido persecución y muerte a causa de la justicia y por eso la muerte no los vencerá, no tendrá la última palabra contra ellos (…). Los Derechos Humanos son valores sagrados e inviolables, no queremos la paz de los cementerios, el orden del terror, la arbitrariedad y la injusticia, no queremos la venganza ni la pena de muerte. Como dijo Juan Pablo II en el Perú «No hay paz sin justicia (…). No se puede seguir sometiendo a las mayorías a condiciones de hambre, enfermedad y desamparo que empujan a la desesperación sobre todo a la juventud. Es hora ya de comprenderlo y actuar en consecuencia (…). La Iglesia no renunciará a su tarea profética, ni a su compromiso con los pobres en esta hora crucial».

Monseñor Dammert fue designado Profesor Emérito del Departamento de Derecho en 1992. Falleciendo el 10 de diciembre de 2008 cuando se celebraban los 40 años de la Segunda Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín, en la cual Monseñor participó intensamente, y en donde la pobreza, la violencia y la injusticia institucionalizada, y el anhelo de paz de nuestros pueblos fueron los temas centrales de debate. Su ejemplo, nos alienta a continuar trabajando infatigablemente en la tarea universitaria al servicio de una sociedad justa y solidaria.

Lee además:
Inauguración y bendición del anfiteatro Monseñor José Dammert Bellido