La danza es para todes
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Andrea Burga
Egresada de la Especialidad de Periodismo y persona con discapacidad
Fotografía:
Archivo personal
El arte de la danza sigue siendo un espacio en el que no gobierna la inclusión y la casi nula presencia de gente con discapacidad en las escuelas es prueba de ello".
El 29 de abril fue el Día Internacional de la Danza y es la primera vez que lo celebro. Mi historia con este arte es muy corta. Desde pequeña bailaba pésimo. Recuerdo las actuaciones que hacíamos en el colegio para ciegos en el que estuve, donde yo era una de las peores bailarinas. No tenía ritmo y solo saltaba. Al menos, voluntad nunca me faltó.
Más adelante, decidí buscar academias en las que pudiese llevar clases de danza. Sus respuestas siempre eran las mismas: “no estamos preparados para enseñarle a una persona con discapacidad”, “no contamos con clases personalizadas”. Siempre era “no” y algunos ni siquiera respondían.
Las cosas cambiaron cuando, a fines del 2017, le pedí a una amiga que me dé clases. Ella me planteó como alternativa llevar clases de danza árabe, una danza en la que tenía varios años de experiencia. Me pareció loquísimo que alguien me sugiera aprender a bailar danza árabe. Eso de mover las caderas me parecía una cosa increíble. Finalmente, mientras pensaba que era la persona más ilusa del planeta, acepté tomar las lecciones.
Las clases se fueron desarrollando gracias a la paciencia de mi maestra y amiga. Muchas veces no captaba los pasos a la primera, incluso, recuerdo que me demoré todo un mes en aprender a hacer una secuencia, pero tenía como un mantra la frase de mi maestra: “Andrea, todos podemos bailar”. Mi amiga dejó de enseñarme por falta de tiempo, pero me recomendó a otra maestra que comparte su buena energía y paciencia. Actualmente, continúo tomando clases con ella.
Seguidamente, y gracias a la danza del vientre, me propuse explorar géneros peruanos. Pronto encontré a una maestra de marinera norteña que se mostró encantada de enseñarme; y, posteriormente, a Capaz, una organización que promueve el arte desde un enfoque inclusivo. Junto con ellos estamos elaborando el documental Redoble – marinera inclusiva, que mostrará todo mi proceso de aprendizaje.
Todavía me siento un poco rara al ser la protagonista de un documental. Sobre todo, porque no me gustaría que personalicen lo que hago. Los comentarios del tipo: “Andrea, qué lindo bailas y eres genial” serán inevitables, pero habría que hacer énfasis en que soy una persona privilegiada.
Quizá si yo no hubiese tenido la oportunidad de conocer a una amiga que haya estado dispuesta a enseñarme, nunca me habría podido incorporar a una clase de baile. El arte de la danza sigue siendo un espacio en el que no gobierna la inclusión y la casi nula presencia de gente con discapacidad en las escuelas es prueba de ello.
Me encantaría que mi experiencia sirva para eso, para abrir camino, para que las escuelas empiecen a pensar un poco en que se puede fomentar espacios de inclusión. La danza y el arte son democráticos y son para todos. No nos olvidemos de eso, y ojalá llegue el día en el que todos podamos celebrar el 29 de abril como un día de la danza en el que prime la diversidad y la igualdad.
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