Internet se ha convertido en una gran red social de información y conocimiento en la que millones de individuos tienen la posibilidad de expresarse y participar activamente. Esta red, conformada por innumerables comunidades, ha ido evolucionando hasta convertirse en un espacio en el que la participación en colaboración de los individuos juega un papel trascendental. (En el 2005, Tim OReilly acuñó el término Web 2.0 para designar esta nueva etapa de la red informática).

La importancia cada vez mayor de la participación de los individuos en Internet, ha quedado evidenciada, por ejemplo, con fenómenos como el del blog Dell Hell creado el 2005. Dick Jarvis (cliente de Dell), después de largas e infructuosas peleas con el área de soporte técnico de dicha compañía creó este blog para quejarse por el mal servicio que la compañía ofrecía. Poco tiempo después, muchas personas que se encontraban en la misma situación comenzaron a compartir su frustración e impotencia en ese site. Como consecuencia, Dell perdió miles de clientes insatisfechos por mal servicio y tuvo que replantear todos sus procesos para mejorar la atención y, sobre todo, su menoscabada imagen.

Pero el fenómeno de la participación en Internet no solo afecta las relaciones de consumo comercial. Las extrañas reglas de este mundo paralelo, en el que los sujetos expanden su realidad, han afianzado la identidad social de grupos minoritarios o extinguidos, de agrupaciones que tienen intereses comunes y que han buscado en la red su presencia y representación dentro de la sociedad.

El traslado de las tribus urbanas a las tribus digitales ha sido un paso evolutivo en la sociedad y, con el transcurso del tiempo, los nativos digitales han creado sus propias interrelaciones y redes sociales. ¿Cuánto durarán? ¿Formarán una tradición cultural o se esfumaran con sus miembros…? Es difícil saberlo. Sea como sea, Internet (la gran plataforma de expresión y comunicación de individuos y comunidades) está aquí y solo estamos conociendo sus más elementales posibilidades de desarrollo.’