Incendios noticiosos
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Ramiro Escobar
Periodista y docente del Departamento de Comunicaciones
Apenas se encendió la pradera noticiosa por los incendios de la Amazonía, no faltaron los bomberos o los pirómanos que, en los medios de comunicación y en las redes sociales, no hicieron más que aumentar el humo. La angustia se expandió, como un reguero de hojas quemadas, sin que emergiera una luminosa claridad informativa.
No parece extraño. En casi todos los países amazónicos, que son ocho (Bolivia, Brasil, Guyana, Surinam, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela), este dispendioso ecosistema tropical, el más grande del planeta, suele ser visto como extraño, lejano e inexplorado. Alimenta incluso delirios, como aquel de que El Dorado todavía yace escondido por ahí.
Vivimos, en gran medida, ignorándolo y por eso, cuando se produce un evento masivo desastroso producido por el fuego, nos sorprendemos in extremis. Es cierto, como han proclamado algunos escépticos, a veces con cierto entusiasmo, que no es la primera vez que esto ocurre. Pero hay agravantes que hacen que estas ‘queimadas’ sean tristemente peores.
Los incendios de este año, en Brasil, han aumentado un 84% respecto del 2018. El 53% de ellos han ocurrido en la Amazonía. Hubo picos similares en los años 2010 y 2016, por ejemplo, pero este año parece haber habido más focos, sin que ocurra un fenómeno de El Niño, evento atmosférico que tiende a agravar los incendios en esta región.
Esto lo explicó el científico británico David Edwards, de la Universidad de Sheffield, al diario El País. Una de las razones podría ser la permisividad generada en Brasil con la llegada de Jair Bolsonaro al poder, quien ha vulnerado severamente la institucionalidad ambiental de su país. Su verbo, digamos ‘incendiario’, funciona casi como un fósforo.
En Bolivia, de otro lado, los incendios han devorado sobre todo la Chiquitanía, un ecosistema vecino a la Amazonía. Son más de un millón de hectáreas las que se han quemado allí. Quienes detestan a Evo Morales, por ser quien es políticamente, dirán que es igual que Bolsonaro, aunque eso es simplemente incinerar nuevamente la verdad.
Morales no es un mandatario precisamente ‘ambientalista’, claro, pero no ha destruido el aparato ambiental de su país de la manera como lo ha hecho su vitriólico par brasileño. Lo que sí hizo, de manera extraviada, fue autorizar quemas supuestamente ‘controladas’ que, por supuesto, se salieron de control. Y allí están los tristes resultados.
Las otras señales fake que aparecieron en estos días humeantes fueron fotos de incendios pasados, o de un mono sujetando a su cría frente al fuego, que en realidad habían sido tomadas en la India. El ecosistema mediático, en suma, se inundó de fotos y noticias alarmantes que ayudaban poco a entender lo que realmente estaba ocurriendo.
¿Por qué actuamos así? Principalmente por el desconocimiento de la Amazonía. Para la mayoría de ciudadanos, de Sudamérica o del mundo, es un lugar exótico, mitológico. Sobre el mito, entonces, se puede delirar. Esto sería hasta divertido si no fuera porque, en rigor, se trata de un desastre ambiental de larga data y grandes proporciones.
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