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Honduras y el regreso de la Carta Democrática Interamericana

Análisis sobre la aplicación de la Carta Democrática Interamericana en el contexto de crisis política en Honduras.

  • Piero Vásquez Agüero

El día 11 de setiembre del año 2001, además del atentado contra las torres gemelas, en nuestra ciudad se realizaba una sesión de la Asamblea General de la OEA en la que se aprobó la Carta Democrática Interamericana. Este peculiar instrumento de derecho internacional -creado por iniciativa peruana en la Tercera Cumbre de las Américas en Quebec-, ha pasado muchas veces inadvertido, precisamente por su naturaleza no vinculante con los Estados, pues se trata de una llamada norma de soft law o derecho blando.

Sin embargo, el día de hoy, con la crisis institucional en Honduras, hemos visto los importantes efectos que esta supuestamente simple declaración de principios puede producir: desde reuniones extraordinarias de la Asamblea General de la OEA, hasta la visita del Secretario General al lugar de los hechos y, en última instancia, la consumada suspensión de Honduras de la Asamblea General en razón de la infracción de las normas que regulan la democracia en el sistema interamericano.

En este escenario, es muy importante recordar que esta es la segunda vez que este acuerdo de «derecho blando» (o no vinculante) -que a este punto parece que no es tan soft como parecía- ha sido utilizado. El año 2002, los días 11 y 12 de abril, César Gaviria, por orden del Consejo Permanente de la OEA, viajó hasta Venezuela tras la ruptura del orden constitucional y los hechos de violencia ocurridos cuando Chávez enfrentó un fracasado golpe de Estado. En dicha ocasión, el presidente fue felizmente repuesto a la brevedad en sus funciones, por lo que los efectos posteriores de la Carta Democrática quedaron por verse.

Como ya señalamos, la medida más grave que la Carta propone es la suspensión de Honduras de la Asamblea de la OEA. Sin embargo, dicha Carta alberga también la posibilidad de que los Estados adopten las decisiones que «consideren apropiadas» para el restablecimiento de la democracia ¿Qué significa esto? ¿Rebajar el nivel de las relaciones diplomáticas y consulares? ¿Retiro de embajadas? ¿Suspensión de relaciones económicas?

Tal parece que para los golpistas hondureños el camino se presenta incierto. La Carta Democrática no era solo un edulcorado réquiem por la buena voluntad, sino que tiene uñas y dientes para una auténtica defensa colectiva de la democracia en nuestra región.

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