Gobernar es mirar y caminar juntos en una misma dirección
Como infatigable intelectual, pensar el Perú es uno de los pilares de su labor de investigación. Aportó al debate sobre reforma política desde su experiencia –como investigador y como representante elegido hasta en cuatro oportunidades– en Aula Magna, evento que el 2008 reflexionó sobre el papel de las políticas públicas en la reforma del Estado.
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Henry Pease
Director de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la PUCP
La palabra reforma hace pensar que este es un país desencaminado, desarticulado, sin rumbo.
Los Estados son un reflejo de la sociedad y no siempre siguen el ritmo de esta. Siempre hay un proceso de adaptación a los tiempos porque la sociedad, por definición, siempre cambia. Por eso, estos tienen que replantearse constantemente para seguir los cambios que la afectan y la reforma del Estado resulta ser una tarea constante. Debe seguir objetivos, momentos y retos diferentes.
¿Cuál es el reto ahora?
Contribuir a que esta economía tenga un tamaño que corresponda y sea adecuada a esta población, y que las políticas públicas generen factores de desarrollo, respeten los derechos humanos y establezcan las condiciones para que puedan funcionar. Una política pública tiene que ser un canal de participación ciudadana: los partidos, los ciudadanos, los afectados, los interesados –aunque sea por una razón intelectual– tienen que participar, y es necesario sincronizar intereses que no coinciden.
Todos sabemos adónde queremos llegar, pero no sabemos cómo.
El problema es que en una política pública, el cómo sólo se logra en la medida en que seamos capaces de patear juntos en una misma dirección. Una política pública no es tal simplemente porque al Estado le dio la gana.
Pero cuando es notoria la fragmentación de nuestros representantes, el consenso parece distante.
El primer camino es ser menos caudillistas y pensar que cada uno tiene una función, un rol que cumplir. Todos somos necesarios, nadie es indispensable. La historia sigue, pero avanzamos en ella cada vez que nos ponemos de acuerdo. Hay que entender que gobernar es mirar y caminar juntos en una misma dirección.
¿No le parece que tenemos un Estado ocioso?
En el discurso quizás, pero en la práctica, no. Al contrario, hay un enorme activismo. Si yo recorro el último municipio, encuentro gente chambeando fuerte y luchándola, pero a veces no le hacen caso porque está muy aislado y nadie armó la articulación. En otros casos, encontramos que se trabaja mucho, pero no existe un norte claro. Creo que eso es lo que tenemos que construir.
Dada su trayectoria, ¿cómo ha visto la evolución del Estado?
Si hablamos del aparato estatal, no hay grandes cambios. Hubo un momento en que fue importante sectorializar; luego, eso se ha convertido en una especie de compartimiento estanco y, entonces, tenemos aparatos que hacen educación y no tienen idea de qué pasa en salud, en vivienda y así en diferentes campos, cuando deberían ser bastante más articulados.
Pareciera que el gobierno le mete cabe al Estado.
No es que el gobierno le meta cabe al Estado, es que el gobierno nacional estaría convirtiendo en subordinados políticos a los gobiernos regionales y locales cuando la Constitución dice claramente que son autónomos políticamente. Las políticas nacionales se conciertan, pero los políticos le tienen miedo a esa palabra. Creen que pierden personalidad o poder si conciertan. Concertar no es ser débil, al contrario, es ser fuerte.
¿Cómo atacar la desigual distribución de la riqueza?
Lo primero que tiene que hacer el Estado es acabar con la exclusión de la mitad de la población peruana y esto corresponde a quienes miran la economía sólo de su lado. El problema no es sólo de distribución, sino también de incorporación. Hay que tender los puentes necesarios para que la parte más creciente de la economía arrastre a la otra. Hay que hacer que crezca el empleo decente, formal, para la mayor parte de los peruanos y eso supone inversiones y medidas para incorporar capitales, pero también para que los frutos se compartan.
Pero esa inclusión implica la intervención del Estado, según los economistas «liberales», ¿o debiera decir libertinos?
Es que la intervención fuerte del Estado no es una intervención absoluta del aparato estatal.
Ni antojadiza.
Por supuesto, es una intervención racional en lo que se debe intervenir. La crisis actual demuestra que el Estado siempre interviene. ¿Qué han hecho en EEUU con 700 mil millones de dólares después de pasarse predicando que el Estado no debía intervenir? El Estado siempre interviene, y no lo reclamamos ideológicamente dentro de tal o cual esquema; lo que estamos reclamando son resultados de medidas donde, además, tienen que hacerse con el diálogo entre Estado, sector privado y diferentes tipos de organizaciones de ciudadanos.
Hay, peruanos, todavía muchísimo que hacer…
Felizmente, porque si no la vida sería muy aburrida.
Entrevista: Giancarlo Peña/ Foto: Ana Lía Orézzoli
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