¿Qué es lo que más le llamó la atención de la campaña electoral municipal?

Primero, la volatilidad. Esto es algo muy común en las elecciones peruanas, pero no se da en todos lados. Me refiero a que alguien como Susana Villarán pueda pasar de ser una candidata marginal, con una preferencia de 3%, a liderar las encuestas en solo un par de meses. Cuando llegué a Perú, a fines de junio, ella casi no existía como candidata. Hubo un cambio dramático en muy poco tiempo y eso no se ve en otros lados. También me llama la atención que la corrupción haya sido el interés principal en esta campaña. Las encuestas colocaban esta preocupación por encima de la seguridad, delincuencia, tráfico, pobreza y desempleo.

¿Y a qué atribuye este cambio?

Que los ciudadanos estén preocupados, más que todo, por la corrupción, es un fenómeno que se ha dado por primera vez en la historia del país. Es un cambio dramático que significa que la situación económica ha mejorado muchísimo. Por lo general, la corrupción como tema electoral pesa solamente en las sociedades de clase media, ya que cuando hay mucha pobreza y la gente está luchando por sobrevivir, hay otros temas que, definitivamente, pesan más. Es señal de crecimiento. Y, además, significa que por primera vez hay una demanda electoral para un buen gobierno, para que haya reformas y más transparencia. Si los políticos no tienen la certeza de que si roban van a ser castigados no solo por el Estado, sino también por el electorado, convirtiéndose en el fin de su carrera política, no van a dejar de robar. Esto no es una garantía para que dejen de robar, pero sí un paso previo necesario.

Pero sí prácticas ilegales como el chuponeo.

Sí, y se tiene que combatir. Que haya sido legitimado por Bayly me parece preocupante y el temor es que se vuelva una táctica institucionalizada. Conozco muy pocos casos similares en democracias estables.

¿A qué atribuye la volatilidad del electorado peruano?

A la falta y colapso de los partidos políticos. Cuando hay partidos políticos, hay lealtades más o menos estables. En EEUU la gente sabe que va a votar por el candidato de su partido desde el primer día de la campaña. En Chile, México y Brasil, cada vez más, también es así. En Perú, cada votante, con la excepción de un porcentaje mínimo que es fujimorista o aprista, elige simplemente a candidatos. Y cuando no hay lealtad partidaria y las diferencias programáticas entre los candidatos son pequeñas, la gente empieza a votar estratégicamente. No hay nada malo en eso, simplemente es la razón de la volatilidad. Guste o no, bueno o malo, el sistema de partidos peruanos es un sistema de candidaturas que va cambiando todas las elecciones.

¿Cuál es su balance sobre la campaña municipal?

El chuponeo es algo que no se debe repetir pero, en general, me parece que ha habido varias cosas positivas en esta campaña. Los candidatos tuvieron programas de gobierno serios y surgieron dos candidatas que, a mi parecer, tienen experiencia, son demócratas y más o menos honestas, por lo menos en comparación con muchos otros. Definitivamente, esta campaña sirvió para que surjan dos candidatas mejores que el promedio. Además, se vio que el Jurado Nacional de Elecciones está más fuerte que hace algunos años: tachar a un candidato como Kouri cuando se rumoreaba que se trataba del candidato apoyado por el Gobierno nacional, no es poca cosa.