“En vez de hablar tanto de la televisión, podríamos dejar de verla”
Tiene 43 años. Nunca quiso ser actor. Prefería ser futbolista o tenista. Es hincha de Boca. Ha trabajado muchos años en televisión y protagonizado importantes cintas argentinas. Es muy recordado por su papel en Nueve reinas junto a Ricardo Darín. Tiene dos hijos con los que disfruta viendo “dibujitos”. Está desencantado de la televisión. Confiesa que, de no ser por el Festival de Cine de Lima, no podría ver muchas de las películas que se exhiben. Prefiere las películas hechas con pasión. No tiene Facebook, Twitter ni Instagram.
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Gastón Pauls
Actor y jurado del 19 Festival de Cine de Lima
Texto:
Miguel Sánchez FloresFotografía:
Sulsba Yepez
Tus últimos proyectos tienen que ver con la educación y los medios de comunicación. ¿Crees que son conceptos enfrentados en la actualidad?
Soy un convencido de que cada uno tiene que buscar su propia verdad. No se le puede decir a nadie cómo vivir. Creo que hay que educar en libertad y amor, no solo en la escuela sino sobre todo en la casa. Los medios, por su lado, deberían también trabajar con la verdad, pero es mucho más difícil porque la decisión casi siempre depende de cómo y dónde se ponga la cámara.
¿Es por eso que casi no das entrevistas?
Siento que el poder de edición es enorme. Lo más importante en un medio de comunicación –el que tiene la última palabra– es el editor. Este puede ser el jefe de redacción o el dueño del medio, que puede cambiar una nota o hacer que algo no salga. En Buenos Aires ya casi no doy entrevistas justamente por eso. Esta es una ocasión especial.
Trabajaste mucho en la televisión. ¿Quedaste desencantado?
Hace 21 años, durante los primeros meses de mi trabajo en televisión, estaba enamorado y encantado de todo lo que hacía. Me parecía maravilloso. Luego, descubrí que cuando se apaga la cámara algunas personas no son iguales, que una cosa que se dice en una entrevista, la mayoría de veces, es modificada. Ahí uno se desencanta, pasa a enamorarse de otras cosas realmente importantes, como mis hijos, mi mujer, mis hermanos.
¿No crees que se le pide demasiado a la televisión?
La televisión tiene cosas muy interesantes también. Uno siempre puede elegir lo que ve. Me gusta pensar en el tema del reciclaje, y de que la basura también sirve para abonar la tierra y para que crezcan cosas nuevas. Creo que algo se puede generar, no sé qué, pero algo puede también nacer de ese tipo de televisión. En vez de hablar tanto de la televisión, podríamos dejar de verla o empezar a recorrer otros espacios culturales, como el teatro, la música o el cine.
¿Cuál crees que es la importancia de este tipo de festivales?
¿Por qué crees que el cine comercial, la mayoría de veces, no se interesa por estas películas?
Quienes las hacen son librepensadores. Acá no veo directores que digan ‘vamos a convocar a 300 o 500 mil espectadores’. Tampoco creo que piensen en facturar millones de dólares por la forma cómo están contando. No juzgo a los que van por otros lados. He visto películas que han facturado millones de dólares, como Up o Intensamente, y son una genialidad y es hermoso lo que están contando. El problema del mainstream se da cuando uno cede todo. Eso sí es peligroso.
Cómo espectador, ¿qué es lo que buscas en una cinta?
Tiene que ver con la verdad. Aunque tengan errores, fallos actorales o de dirección, mal sonido, poco presupuesto, siempre que tengan verdad son valiosas. Aunque parezca bastante cursi, cuando hay una película hecha con amor, se nota.
En este mundo repleto de tecnología, ¿crees que sigue siendo necesario el relato?
Yo necesito que me cuenten el cuento, quiero tener un final. Por otro lado, soy una rara avis en relación con las posibilidades que ofrece la tecnología. No tengo Instagram, Facebook ni Twitter.
¿Por algo en especial?
Vi cosas lindas, pero también muy violentas y agresivas. Ya demasiado violento es el mundo real para soportar lo mismo en el virtual.
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