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“El retorno a clases no debe ser un regreso”

  • Dr. Carlos Garatea Grau
    Rector de la PUCP

La llegada de la COVID-19, en marzo del 2020, fue un campanazo que nos recordó de golpe, con un costo altísimo de vidas y de dolor, las brechas, las diferencias, el desamparo y la indolencia que campean en nuestro país. Han pasado dos años y empezamos a dejar atrás lo que significó para nuestras instituciones, en horas de trabajo, en recursos y en problemas, mover todo el aparato académico a la red y lo que ahora padecemos todos en el regreso y en el inicio de la semipresencialidad. 

Dejar campus, edificios, pizarras y aulas para mudarse a la red, aunque la mudanza no haya sido feliz y completa, fue posible por el compromiso y el esfuerzo de nuestros docentes y de nuestros estudiantes. En estos días transitamos en sentido inverso y los problemas parecen habernos estado esperando. Admitamos, pues, que la crisis no ha concluido. Admitamos que entramos a un nuevo momento, que los riesgos existen y que la incertidumbre apenas ha cambiado de lugar. Sin embargo, debemos asumir nuestras responsabilidades docentes de cara al futuro.

Lo digo con claridad: todos tenemos problemas. Nos faltan cientos de cosas, necesitamos más tecnología, mejor conectividad, mejores aulas, pizarras, en fin, y, paradójicamente, al mismo tiempo, hay muchos colegas que no quieren volver y otros que quieren volver porque ya no los aguantan en casa. ¿Cómo pensar en el futuro en esas circunstancias?

Hoy, lo urgente y lo importante coinciden: asegurar a los miles de jóvenes, que nos han confiado su futuro, que les brindaremos una formación de calidad y que trabajemos incansablemente para que su derecho a una buena educación sea una realidad y no una afirmación".

En ese sentido, comparto una de mis mayores preocupaciones: la respuesta pedagógica. 

Estos dos años nos ha cambiado a todos. Para mal o para bien, la experiencia nos ha calado a todos. El retorno a clases no debe ser un regreso. Me explico: no debemos regresar a continuar haciendo lo que hacíamos antes. Eso no es una renuncia a la esencia de la universidad, por cierto. Tampoco es negar la indudable importancia de la presencialidad. Es una exigencia de la realidad. 

En todas nuestras universidades hay actualmente estudiantes que no han pisado un minuto un aula pero son orgullosos miembros de nuestras comunidades; varios miles han hecho los dos últimos años de colegio a trompicones y ahora ingresan a nuestras universidades. Más allá de la infraestructura y de las estrecheces materiales, ¿estamos pedagógicamente listos para recibirlos y ofrecerles una formación de calidad? ¿Cómo vamos a enseñarles? ¿Cómo van a aprender? Parece simple retórica, pero estas preguntas tocan el centro de nuestro quehacer. Ellas deberían ser las que nos quiten ahora el sueño y no las discusiones bizantinas que vemos y oímos a nuestro alrededor, muchas veces endeudadas a intereses particulares que no corresponden a nuestras responsabilidades académicas y universitarias. De cómo encaremos el retorno dependerá el éxito de nuestras instituciones en tanto que están dedicadas a la formación de personas. Siempre es posible encontrar un motivo para anteponer asuntos urgentes a lo importante. Hoy, lo urgente y lo importante coinciden: asegurar a los miles de jóvenes, que nos han confiado su futuro, que les brindaremos una formación de calidad y que trabajemos incansablemente para que su derecho a una buena educación sea una realidad y no una afirmación como tantas otras que son extraídas de su espacio original para ser incorporadas y deformadas en el oscuro juego de la política nacional.

La buena formación es asunto de profesores y estudiantes y, claro, de métodos y estrategias pedagógicas. Perdónenme, pero, en esa perspectiva, no importa quién es el rector ni el decano ni el responsable de las finanzas. Lo que importa es lo que sucede entre un estudiante y un profesor durante la hora de clase. En ese espacio, se concentra el principal valor de la educación. En ese momento, se concentra el universo educativo y se define la eficiencia de lo que decimos y queremos hacer.

Extracto del discurso leído el 1 de marzo en el Primer encuentro nacional de rectores de universidades del Perú, convocado por el rectorado de la Unsaac, bajo el título “Por la defensa de la autonomía y la calidad de la educación superior universitaria”.

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