El peligro de la negación de los conflictos latentes en el Perú
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Jan Marc Rottenbacher
Psicólogo social y docente del Departamento Académico de Psicología
La peor estrategia de resolución de conflictos es la negación de los conflictos latentes
Jan Marc Rottenbacher es miembro del Grupo de Psicología Política de la PUCP. Conflicto social y violencia es uno de los temas que se abordará en el Ier Congreso Iberoamericano de Psicología Política, que se inicia mañana.
En mis clases trato de transmitir a los alumnos que el conflicto social no es sinónimo de violencia. No solo eso; el conflicto social puede ser considerado incluso como algo positivo, una oportunidad para modificar las condiciones actuales y producir un estado de las cosas más favorable. En este sentido, el conflicto no involucra necesariamente violencia –daño o destrucción del otro–, aunque desafortunadamente, en la práctica y en la mayoría de los casos, la afectividad humana convierta al conflicto social en violencia con extrema facilidad y rapidez.
Pese a ello, una idea básica que siempre intento transmitir es que el conflicto es una oportunidad para el cambio y que el cambio es siempre necesario. Pase lo que pase, luego de un conflicto, las condiciones sociales nunca serán las mismas que aquellas que lo precedieron, y en ese sentido –y no en la destrucción– radica el carácter positivo del conflicto.
Otra idea central que intento abordar en clases es la particularidad de cada conflicto social. No existen fórmulas o manuales para comprender, manejar o resolver todos los conflictos de manera general. Algunas pautas estables mínimas se pueden identificar, pero cada conflicto es único. Podemos ser capaces de categorizarlos y tratar de aprehender sus características comunes, y eso de alguna forma ha intentado hacerlo la psicología social. Sin embargo, soy de la opinión de que cada situación conflictiva merece ser tratada de forma particular. Esta advertencia es importante porque así evitaremos caer en fórmulas maniqueas y procedimientos estándar poco efectivos, pese a la buena intención que tengamos de resolver un conflicto.
Si partimos del razonamiento de que la conflictividad es inherente a la naturaleza social del ser humano y que ella es un motor para el cambio, llegaremos a la conclusión de que lo esperable no es la ausencia de conflicto –la estabilidad y tranquilidad perpetuas nunca existirán, salvo después de la muerte, según la mayoría de las religiones–. Lo esperable es, por el contrario, la conflictividad como un estado constante de la dinámica social.
Finalmente, algo sumamente importante de mencionar con respecto a la conflictividad es su capacidad de operar en dos niveles relacionados pero distintos de la dinámica social: a un nivel latente y a un nivel manifiesto. Más peligrosos aún que los enfrentamientos abiertos, resultan los conflictos latentes que prevalecen al interior de una sociedad. El prejuicio, la exclusión y la marginalidad, concebidos como conflictos latentes, pueden comprimir a tal grado la tensión social, que cuando llegan a manifestarse lo hacen con una intensidad incalculable y con consecuencias mucho más destructivas que la concatenación recurrente de pequeños conflictos manifiestos.
Seguimos con el mismo razonamiento: más saludable para una sociedad resulta la presencia recurrente de conflictos de baja intensidad y en la medida de lo posible, carentes de violencia. En ese sentido, la afiliación colectiva, la movilización y la protesta pública –en resumen, la acción política– son elementos indudablemente más saludables que el silencio, la pasividad, la sumisión o la apatía.
Pese a los importantes procesos de modernización social, política, legal y económica, que el Perú ha atravesado durante todo el siglo XX, en dirección a una mayor democratización y ampliación de los derechos ciudadanos, seguimos siendo una república que en lo formal reconoce a todos sus habitantes como iguales pero que en la práctica, solo algunos son capaces de poseer el estatus completo de ciudadanos y con este, la posibilidad para desplegar todos sus derechos y potencialidades.
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