"El humor también es poesía"
Este año, el diario El Comercio convocó a su I Concurso de Novela, y El perro sulfúrico de Luis Freire, escritor, periodista y ex alumno de Lengua y Literatura de nuestra Universidad, fue elegida como novela ganadora. Freire conversó con nosotros para contarnos sobre su reciente creación.
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Luis Freire
Escritor y periodista
El perro sulfúrico es una novela aún inédita, ¿en qué época transcurre?
La novela transcurre entre el 78 y el 83, que fue lo que duró la revista Monos y Monadas, en la que trabajé.
La revista es parte de la novela…
Sí, aunque con otro nombre: El perro sulfúrico. Ahora bien, hay que aclarar que en la novela no se cuenta la historia de Monos y Monadas. He tomado lo que la revista publicaba (que muchas veces no era cierto, sino broma) para convertirlo en la realidad dentro del universo ficcional de la novela.
¿Cómo así?
Por ejemplo, si la revista quedaba en equis dirección y en sus artículos se decía que quedaba en la luna, pues en la novela figura que quedaba en la luna. O sea, en la novela ocurren cosas que no ocurrieron jamás. Los personajes no corresponden para nada a los redactores y dibujantes de la revista real: son otros, inventados. Inventadas también son las circunstancias, los contenidos, aunque parten de la realidad. Pero, digamos, lo trascendente es irreal.
Como sucede en aquella novela en la que usted resucita al poeta César Vallejo porque se había «aburrido» de seguir muerto en París… Es decir, parte de hechos de la realidad para construir un mundo de ficción y, luego, dirigir críticas a esa realidad de la que parte…
Claro, y es una crítica que nace espontáneamente del estómago. En este caso, además, creo que es pertinente porque lo que merecía ser criticado en los setentas y ochentas sigue siendo criticable hoy en día. Claro, con otros nombres y circunstancia. Por ejemplo, la corrupción ha crecido, el Congreso cada vez parece más un zoológico, sigue habiendo mucha demagogia.
¿De qué da cuenta en El perro sulfúrico?
De hecho, la novela parte de mi experiencia personal en aquellos años -está narrada en primera persona-, mi paso por diferentes diarios y mi vida en Barranco. Da cuenta del auge de la izquierda en aquellas épocas y de ese amor por el fraccionamiento que la habitaba: cada vez se dividía en grupos más pequeños. También da cuenta de los últimos años del gobierno militar de Morales Bermúdez y de los dos primeros años del gobierno de Belaunde, ahí acaba la novela… con la inclusión de un elemento religioso.
¿Un elemento religioso?
En un momento de la novela, la revista es tomada por Sendero Luminoso y los trabajadores se reúnen para deplorar la pérdida de un país libre en el que podían escribir lo que les daba la gana sin ningún tipo de presión política o económica. De pronto, se aparece el Espíritu Santo como una bendición, como signo de la santidad del humor.
Evidentemente, no se trata de un final religioso, pues utilizo la figura del Espíritu Santo como una forma de «santificar el humor», de reconocer su trascendencia crítica y analítica… El humor es una forma de pensar y sentir, no es solamente un asunto lúdico.
¿Le parece que, como dicen muchos, el humor es un rasgo de la narrativa peruana?
Creo que sí. Especialmente cuando hablamos del humor criollo, batidor. El humor de Ricardo Palma, por ejemplo, es el humor del criollo socarrón, aunque crítico también. Bryce también aplica mucho el humor. Pero en el Perú también hay una tradición muy importante de humor no literario, cuyo valor está en ser muy ingenioso y gracioso. Tenemos por ejemplo a Sofocleto, a Héctor Velarde, a la gente de Monos y Monadas. Es un humor periodístico, generado por la coyuntura y aplicado a ella.
Ha ganado concursos de cuento, de novela y de novela corta. ¿Alguna vez lo veremos escribiendo poemas y ganando un premio de poesía?
No. Solo publiqué un libro de poemas a los dieciséis años, en la editorial La rama florida, que dirigía Javier Sologuren en Chaclacayo. Eran versos muy simples… bastante lacrimosos. Pero, de hecho, hago poesía en las imágenes que construyo en prosa. El humor, por ejemplo, también es poesía.
En el sentido de tomar cosas y resignificarlas…
Sí. Hay varias técnicas para resignificar las cosas. Una de ellas es tomarlas al pie de la letra. Si uno toma al pie de la letra lo que dice una palabra, termina tomando un sentido totalmente contrario, pues hablamos con metáforas. La gente dice «Voy volando» y, hasta donde yo he visto, nadie va volando.
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