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El APRA luego de Alan García

  • José Alejandro Godoy
    Politólogo y docente del Departamento de Ciencias Sociales

Existe una pequeña base aprista que busca que el nombre de la agrupación por la que varios de sus familiares dieron su vida y su trabajo sea limpiado. Sin embargo, no cuenta con un líder que encarne dicha tarea de refundación, limpieza y modernización".

No se pueden entender las ceremonias fúnebres del expresidente Alan García Pérez (AGP) sin hilar su relación con el Partido Aprista Peruano. La añeja agrupación ha construido una cultura política sobre la base de las reales persecuciones que existieron en su contra entre las décadas de 1930 y 1950. Cuestiones que no solo quedaron en vetos, sino que acabaron en exilios, pérdidas de empleo y, en varios casos, muerte. Algo de ello se repitió cuando Sendero Luminoso asesinó a cientos de militantes apristas durante el conflicto armado interno que vivió el país entre 1980 y 2000.

La reivindicación de una supuesta inocencia de García y la irresponsable presentación de su suicidio como un acto de honor se inscriben en esa línea. Se busca glorificar al líder en un partido donde el culto al jefe es bastante extendido y donde una decisión estrictamente personal busca ser presentada en la línea de quienes ofrendaron su sangre por una ideología y una agrupación que era predestinada a  “salvar al país”.

El APRA se prepara internamente para una disputa de sucesión. Al igual que ocurrió con Víctor Raúl Haya de la Torre, los distintos herederos de García buscarán revindicar parte de lo que fueron sus dos administraciones. Algunos buscarán volver al aprismo auroral de reivindicaciones sociales, otros profundizarán en la relación con el capital que tuvieron los dos gobiernos de AGP. Y no han faltado quienes, en la línea de una entronización dinástica, proponen prematuramente a un menor de edad como nueva cabeza hacia el futuro.

Sin embargo, para la añeja agrupación política hay una seria dificultad. Alan García ha dejado su partido maltrecho, en varios niveles. Las confesiones dadas por Jorge Barata sobre el grado de conocimiento del expresidente sobre actos ilegales –de personas cercanas y de adversarios políticos– manchan, en sí mismo, su legado ante la historia, ya controvertido por las acciones y omisiones de sus dos administraciones. El impacto interno será mayor, dado que el exmandatario no buscó fortalecer su agrupación política, pues decidía, según su leal saber y entender, cuál era el reparto interno del poder. Y, más aún, privilegió un aparato externo de operadores políticos, mediáticos y judiciales para cubrir sus espaldas y hacer menos placentero el sueño de sus rivales.

Existe una  pequeña base aprista que busca que el nombre de la agrupación por la que varios de sus familiares dieron su vida y su trabajo sea limpiado. Sin embargo, no cuenta con un líder que encarne dicha tarea de refundación, limpieza y modernización. De no encontrarlo, dadas las condiciones actuales del Apra y sin un candidato presidencial de fuerza a la vista, es probable que no arribe a su centenario con una inscripción vigente en el Jurado Nacional de Elecciones.

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