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Cuba le tiende la mano al Papa

  • Luis Bacigalupo
    Docente del Departamento de Humanidades de la PUCP.

Los hermanos Castro han sido persuadidos de la urgencia de una visita espiritual de este tipo

El viaje a Cuba de Benedicto XVI ha despertado un interés en la región que supera la atención que ha merecido su visita a México. Eso quizá se deba a que el contexto político que la Iglesia enfrenta en México se comprende con más facilidad. El Papa ha visitado León porque, a diferencia de lo que ocurre en la capital, el catolicismo conservador tiene en Guanajuato una plaza fuerte que necesitaba ser reforzada. Pero ¿qué lo lleva a Cuba?

En los días previos al viaje, Radio Vaticana insistió en que estas no eran visitas políticas sino una misión de caridad. Pero, cuando en el vuelo a México el Papa afirmó respecto de Cuba que el marxismo no correspondía a la realidad y que, de manera constructiva y paciente, debían hallarse nuevos modelos, destacó lo evidente: que la política no es ajena a su misión. En ese mismo vuelo, Benedicto dijo que “la Iglesia no es un poder político sino una institución moral y espiritual”. Moral significa que la Iglesia enseña un modo de vida que engloba todos los aspectos de la vida social. La política pertenece a la moral y, por eso, el Papa destacó que la Iglesia también incide en ese ámbito, sobre todo a través de la educación. Pero ¿qué quiere decir que sea una institución espiritual? A pesar de las crisis que desde hace siglos la agobian, la Iglesia siempre ha podido trasmitir el espíritu de la caridad a su peculiar manera, que suele consistir en lograr la unidad de posiciones enconadamente contrarias. A veces incluso contra toda esperanza, en la Iglesia conviven instituciones y fieles de tendencias muy diversas.

Los hermanos Castro han sido persuadidos de la urgencia de una visita espiritual de este tipo. Han comprendido que el Papa todavía es una figura mundial con una autoridad moral que trasciende los márgenes estrechos de la política local. Si bien a Benedicto lo invitó la Conferencia Episcopal, no cabe duda de que el régimen sabe que no tiene mucho tiempo que perder, que urge contar con una instancia neutral en la isla, capaz de convocar, en el corto plazo, a la reconciliación entre los cubanos. Los resultados de una misión espiritual son siempre inciertos; pero en Cuba son una verdadera apuesta. Los cubanos están saliendo de cincuenta años de persecución y educación antirreligiosa, lo que significa que la resistencia a la dictadura no necesariamente goza de una inspiración religiosa. Al parecer, ha sido la oportunidad política la que ha encumbrado a los obispos, a un puñado de familias católicas y a unos cuantos sacerdotes heroicos, como los llamó el antiguo nuncio en La Habana. Pero la cercanía episcopal al régimen y los vínculos de algunos obispos con los cubanos del exilio ponen a la Iglesia sobre la cuerda floja. Sin duda alguna, la figura icónica del Papa será bien recibida por todos los bandos en la conflictiva isla; pero, respecto de las expectativas compartidas de La Habana y el Vaticano, aún quedará mucho pan por rebanar.

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