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COP 27: un esfuerzo global que gana voces pero que le cuesta mantener el foco

  • Dr. Miguel Córdova
    Docente del Departamento de Ciencias de la Gestión

En esta oportunidad, la 27 Conference of the Parties de las Naciones Unidas (COP 27), la conferencia mundial más grande para el cambio climático, se desarrolló durante noviembre del 2022 en la ciudad de Sharm el-Sheikh, Egipto. La COP27, una vez más, vuelve a su mensaje principal hacia las empresas, gobiernos, sociedad civil, academia y organizaciones e individuos en general, para mantener el nivel de incremento de la temperatura global en 1.5°C hacia el año 2030, sin dar margen de error o posibilidad alguna de ligera desviación con esta meta.

En palabras del secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres: “La línea roja que no debemos cruzar es la que nos lleva a un calentamiento mayor a 1.5°C”. Así, en el marco de la COP27, diversas organizaciones internacionales están enviado un mensaje decisivo a sus stakeholders directamente involucrados en la emisión de gases de efecto invernadero, para que puedan alinear drásticamente sus estrategias operativas en dirección a los objetivos del acuerdo de París.

«Existen cerca de 1.6 billones de personas que viven en zonas que serían seriamente afectadas por el cambio climático, a través de los riesgos asociados, consecuencias derivadas e impactos directos. Además, estas personas serían las más propensas a embarcarse en grandes procesos migratorios y los países deben estar listos para este fenómeno».

Además, se enfatizó en la necesidad de habilitar esfuerzos e iniciativas en favor de las estrategias para mitigar los efectos del cambio climático y adaptar los sistemas mundiales a la crisis climática. Las contribuciones nacionalmente determinadas (NDC por sus siglas en inglés) contienen propuestas para la mitigación y adaptación del cambio climático. Si bien esto permitiría mejorar las condiciones de vida y las oportunidades para la sociedad, de acuerdo con el Foro Económico Mundial y la organización Future Earth, la capacidad de mitigar y adaptar los procesos a los efectos del cambio climático es ciertamente finita, y en algunos casos, ya está sobrepasada. La mitigación y adaptación son estrategias muy importantes pero que podrían llegar después del problema real, y no tenemos tiempo para solo llegar después, debemos también llegar antes.

Por otro lado, siguiendo las recomendaciones de los expertos, un proceso de toma de decisión inclusivo y no centralizado provocaría que las personas soporten conscientemente la acción climática. La participación de más jóvenes, activistas y comunidades originarias le otorgó a la COP27 un matiz fresco, relevante y estratégico de inclusión, pertenencia, solidaridad y empatía. Sin embargo, según lo que indican en el pasado especialistas como los profesores Moisés Naím y Yuval Noah Harari, la fragmentación del poder en la toma de decisiones y en la capacidad para movilizar su implementación podría sufrir serias consecuencias ante una mayor repartición del debate, en cuestión de tiempo y efectividad.

Finalmente, de acuerdo con el Foro Económico Mundial, existen cerca de 1.6 billones de personas que viven en zonas que serían seriamente afectadas por el cambio climático, a través de los riesgos asociados, consecuencias derivadas e impactos directos. Además, estas personas serían las más propensas a embarcarse en grandes procesos migratorios y los países deben estar listos para este fenómeno.

Asimismo, según lo indicado por la UNCTAD, la comunidad internacional debe garantizar que los países más vulnerables a los efectos del cambio climático, que coincidentemente son los que no han contribuido de forma sustancial a agravar esta situación, no sean afectados por las estrategias de mitigación y adaptación a la crisis climática. En línea con esto, uno de los más grandes acuerdos de la COP27 se enfocó en la manera en la que los países desarrollados compensarían o repararían los daños ocasionados por este desarrollo anterior, muchas veces logrado en detrimento de economías más débiles y claramente obtenido a través de una visión cortoplacista de crecimiento económico enfocado principalmente en el producto bruto interno de las naciones como indicador único o primario del bienestar.

Se acordó, entonces, la creación y operacionalización de un fondo especialmente destinado a compensar a los países vulnerables por sus pérdidas y daños ocasionados por desastres climáticos. ¿Existe realmente una forma de compensación? ¿Serían otros instrumentos, como, por ejemplo, el comercio de bonos de carbono, una medida de conversión adecuada, pero más importante, responsable con el futuro y coherente con el discurso?

Cierro esta columna citando, nuevamente, a Antonio Guterres en lo que podría ser la frase más simple de entender, pero muy difícil de movilizar: “Nosotros podemos y debemos ganar esta batalla por nuestras vidas”.

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