“A Daniel lo conozco desde hace 6 años por trabajo. Él es redactor creativo publicitario y yo, director audiovisual. Desde que nos conocimos hubo mucha química y en poco tiempo nos volvimos muy amigos”, nos cuenta Rómulo Franco sobre él y su socio Daniel. Ambos son ganadores del Premio Luces en la categoría ‘Mejor libro ilustrado o cómic’ por 40 cuentos en cuarentena. Este libro de cuentos ilustrado está dirigido a niños y todos aquellos dispuestos a disfrutar de los diversos personajes que habitan sus páginas. 

Según nos cuenta el autor, él venía dibujando las criaturas que pasarían a protagonizar los cuentos desde hace varios años. Siempre los consideró perfectos para este fin –incluso la orgullosa princesa barbuda o el bombero piromaníaco ya tenían historias–, pero fue recién a inicios de la cuarentena del 2020 cuando el libro empezó a volverse realidad. Con ayuda de Daniel Sacroisky, quien además sugirió que sean cuarenta los personajes, empezaron a escribir y pintar. 

El libro explora nuestra responsabilidad con el medio ambiente, la discriminación, el bullying, la igualdad de género, el racismo y la salud mental. También aborda la pandemia como un marco para dialogar tanto con niños como adultos. 

“Hubo momentos de desbordada creatividad que aprendimos a disfrutar y momentos de dura sequía que supimos aceptar”, recuerda Rómulo. El trabajo fluyó bastante bien, principalmente porque la dupla sabía qué tipo de libro quería hacer, qué temas quería abordar y desde qué punto de vista.

Rómulo es egresado de Comunicación Audiovisual PUCP y explica que eligió esta carrera porque siempre tenía mucho que decir. “Siempre tratando de aportar desde mi trinchera a lo que yo considero un mundo más justo, libre y empático. Fue en la PUCP donde terminé de entender el compromiso con nuestra sociedad, donde entendí que de nada sirve aprender si ese conocimiento no se pone al servicio de un bien mayor”, comparte.

Historias personales

Entre todos sus personajes, Rómulo confiesa un especial cariño por Rami, el protagonista del primer cuento que escribió y quien además lleva el nombre de su hijo. “Vivimos en una sociedad en la que nos han enseñado que estar feliz está bien y estar triste está mal. No hay nada más tóxico que eso. Es negar la complejidad del ser humano y no entender las profundidades de nuestras emociones”, reflexiona.

Rómulo escribió este cuento en un momento muy difícil de su vida personal, cuando falleció Gonzalo Portocarrero, a quien considera su segundo padre. “Mientras escribía lloré como el protagonista, fue un ejercicio de reivindicación de la lágrima como herramienta de goce creativo”, confiesa. De hecho, [alerta spoiler] Rami hace un retrato a todo color de su abuelo con sus lágrimas de colores y logra superar su profunda tristeza.

Cuentos para la introspección

En cuarenta historias distintas, Rómulo intenta sintetizar este mensaje: “si no somos capaces de mirarnos más allá de nuestra cotidianidad, estaremos condenados a repetir esas conductas de las que tanto nos quejamos todos los días”.

No queda duda de que hay un discurso sincero que explica la gran acogida que ha tenido el libro. Finalmente, Rómulo declara que “el libro es un acto de fe en el futuro, plantea esa sociedad con la que muchos soñamos, a la que queremos que nuestros hijos aspiren. Es un manifiesto lleno de colores en un momento en el que todo parece bastante gris. Y ¿a quién no le gustan los arcoíris?”.