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Noticia

Señor de los Milagros: De Pachacamilla para el mundo

¿Cómo una tradición local pudo llegar a todos los rincones de nuestro país? La Mg. Maribel Arrelucea, docente del Departamento de Humanidades, y el Mg. José Sánchez, docente del Departamento de Ciencias Sociales exploran el culto más importante en el Perú, el Señor de los Milagros.

  • Fotografía:
    Alex Fernandez
  • Texto:
    Solange Avila

A mediados del siglo XVII el catolicismo popular ya estaba ampliamente difundido en los distintos estamentos del Perú colonial. Este período coincide con la primera etapa del culto al Señor de los Milagros. La presencia de esclavos africanos es notoria en un sector periférico de Lima: el barrio de Pachacamilla, donde actualmente está el Santuario de Las Nazarenas.

Aunque es necesario ahondar en la religiosidad africana, hay muy pocas evidencias. La Mg. Maribel Arrelucea sostiene que se perdió el rastro de creencias africanas porque se confundían las denominaciones étnicas con los puertos de embarque del que partían los esclavos. Con el tiempo, el catolicismo triunfó en los afrodescendientes en el Perú, ya sea por la evangelización o por decisión de la misma población africana que dejó a sus dioses en un ámbito íntimo.

La docente de la PUCP señala también que la Dra. María Rostworowski en sus investigaciones encontró que el dueño de Pachacamilla también tenía trabajadores indígenas en Pachacámac. La historiadora planteó la hipótesis sobre el vínculo entre Pachacamac, santuario prehispánico dedicado a tratar de aplacar la fuerza de los temblores, y Pachacamilla, sede del Cristo que protege de los temblores.

El Señor gana fieles

Recordemos que en la sociedad colonial cada persona ocupaba un espacio que no debía saltarse. Arrelucea explica que todos se esforzaban por mejorar su condición de vida y tener un poco de honor y respeto. Los esclavos encontraron ese camino en la Iglesia. El Mg. José Sánchez también señala que los símbolos y las prácticas religiosas compartidas por distintos grupos sociales tienden a relativizar sus diferencias. “El Señor de los Milagros tiene una capacidad poderosa de trascender estas limitaciones étnicas”, añade.

El valor de la imagen del Cristo de Pachacamilla aumenta si tenemos en cuenta que el cristianismo que llegó al Virreinato del Perú fue el de la Contrarreforma. Sánchez recalca el esfuerzo de España por evangelizar a través del culto a las imágenes de Cristo y la Virgen María como respuesta a la tendencia protestante. “El uso de estas imágenes tenía como propósito la instrucción pero la población las incorporó como una representación efectiva de dios”, aclara el antropólogo.

Con el tiempo, el Señor de los Milagros sustituyó en interés a otras celebraciones como el Corpus Christi y la Virgen del Carmen y tras una serie de terremotos en el siglo XVII, se convirtió en el patrón y protector de Lima. Desde entonces se conservan algunos elementos hasta la actualidad. Las Hermanas Nazarenas vestían de morado y usaban el cordón blanco, colores y elementos asociados a la pasión de Cristo. También hay testimonios de la presencia de las cantoras y del uso del incienso.

El poder divino y el terrenal

El Señor de los Milagros ha sido vinculado con el poder político. En la época colonial, el virrey Amat fue el benefactor más importante de Las Nazarenas. En el Perú independiente, se establece la institución del Señor de los Milagros en el gobierno de Leguía (presidente de 1908 a 1912; y de 1919 a 1930), quien estaba muy interesado en lograr un gobierno inclusivo tras el fin de la república aristocrática. “Todo ese paquete básico, que ahora consideramos parte de nuestra identidad nacional, corresponde a la época de Leguía: el fútbol, la comida, la música y el Señor de los Milagros”, comenta Arrelucea.

Posteriormente, durante el gobierno de Odría (1948 a 1956), también hay apoyo a la celebración, en paralelo con la construcción de colegios, hospitales y carreteras en los rincones más alejados del país. “Se trata de construir un Estado poderoso para tener un vínculo fuerte con los sectores populares. Por eso se asumen sus discursos, sus prácticas y sus creencias”, sostiene Alerrucea. Y esa práctica se mantiene en la actualidad. “Ahora vemos a políticos con hábitos cargando el anda. No es malo, pero estamos ante una manipulación de símbolos importantes ante la sociedad para ganar adeptos”, opina Sánchez.

Una fe sin fronteras

El culto ha llegado a ciudades del exterior, como Santiago de Chile y Nueva York, donde hay una presencia importante de peruanos. Actualmente se hace recorrido por las calles más importantes de la capital. Los peruanos del interior de cada país viajan solo para la celebración. “La fiesta sirve como un espacio de contrición y reflexión, pero también de encuentro. Es el único momento que se van a reunir con otros peruanos, con su fe y la comida”, acota Arrelucea.

Pero no solo se trata de reforzar la identidad de la comunidad peruana en el extranjero. En algunos países de Europa, la celebración también congrega a todos los latinoamericanos y europeos ligados al trabajo con los migrantes. “Con la presencia del Señor de los Milagros está ocurriendo una reevangelización en lugares donde la religión se ha debilitado o se ha transformado en términos muy seculares como Europa y Estados Unidos”, explica Sánchez. Esa misma capacidad integradora que unió a las distintas castas de una Lima colonial ahora se adapta a la modernidad y sobrepasa las fronteras.

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