Marcial Rubio: generosidad innata y amor por el Derecho
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Patricia Urteaga
Profesora del Departamento de Derecho
*Discurso pronunciado en la Ceremonia de distinción de profesor emérito del Dr. Marcial Rubio Correa
Gracias a la generosa designación del Dr. Elmer Arce, jefe del Departamento Académico de Derecho, me ha tocado brindar unas breves palabras para, a nombre del departamento, rendir tributo al Dr. Marcial Rubio Correa, tarea que asumo con mucha conciencia y agradecimiento.
Cuando uno tiene una misión como esta y el homenajeado es una persona como el Dr. Marcial Rubio, la tarea puede ser muy fácil o muy difícil. En el primer caso, porque descubrimos que todas las responsabilidades que asumió Marcial -permítanme la familiaridad- en sus 48 años de trabajo en la Pontificia Universidad Católica del Perú fueron emprendidas con gran maestría, compromiso y humildad. De manera que queda poco por detallar: Marcial es un excelente maestro, una autoridad concernida, un fecundo investigador y un jurista destacado; además de practicar la música y gustarle las matemáticas. Pero mi tarea también puede ser muy difícil porque resumir en unas líneas el aporte de un ser humano como él siempre resultará insuficiente.
Si tuviera que escoger una de sus cualidades, me quedaría con el hecho de que siempre ha sido un esmerado estudiante tratando de aprender y de compartir lo que sabe; siempre pensando en las formas más eficaces y entretenidas de llegar a la mente y al corazón de los estudiantes. La combinación de esa generosidad innata y el amor por el derecho llevó al profesor Rubio a publicar más de 23 libros, entre los que mencionamos: El Sistema Jurídico. Introducción al Derecho (1984), Para Conocer la Constitución de 1993 (1994), La Constitucionalización de los derechos en el Perú en el siglo XIX (2003), El Título Preliminar del Código Civil (2008), El Legado Vigente de los Viejos Liberales Políticos (2014), Ideas de la Roma republicana para modernizar las constituciones de hoy (2017), La primera disolución constitucional del Congreso de la República (2022) y ¿Qué hacer con el Congreso de la República? (2022).
Queda poco por detallar: Marcial es un excelente maestro, una autoridad concernida, un fecundo investigador y un jurista destacado; además de practicar la música y gustarle las matemáticas".
Como es evidente, el espíritu institucionalista y demócrata del profesor Rubio se manifiesta en esta amplia contribución académica. Su preocupación en este sentido se plasma en artículos como el titulado «Justicia: el poder sin poder», publicado en 1997. Con una habilidad para casi presagiar el futuro, que solo se adquiere cuando se conoce bien la historia del país, el profesor Rubio señalaba en este artículo lo siguiente: “Pero lo que hay que resolver, y sobre lo que no se ha hecho nada hasta ahora, es la falta de poder político del Poder Judicial y la consiguiente capacidad del Legislativo y del Ejecutivo para imponérsele”
Opiniones concernidas como esta han inspirado a cientos de estudiantes, pero, sobre todo, han potenciado nuestro amor por el país. Su trabajo ha iluminado igualmente a sus colegas del Departamento Académico de Derecho de la Universidad Católica y a otros aún más allá de sus fronteras. Así lo demuestra, por ejemplo, su nombramiento como ministro de Educación en 2000, y como miembro del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional y de la Academia Peruana de Derecho. Además, Marcial ha sido distinguido como doctor honoris causa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la Universidad César Vallejo y la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa; y como profesor honorario en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, la Universidad Nacional de Piura, la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco y la Universidad Inca Garcilaso de la Vega.
Entre los años 1988 y 1990, fue jefe del Departamento Académico de Derecho. Su dirección fue crucial para crear un ambiente en el que primaran el respeto, la fraternidad, las ideas y los debates. Como docente, nos instó a ser creativos, plantear nuevas interpretaciones, formular nuevas preguntas, desafiar nuestras seguridades, etc. Y, no contento con ello, nos ha prodigado con métodos innovadores para el aprendizaje. Su interés por la neurociencia alimentó su profunda necesidad de transformar la metodología de la enseñanza-aprendizaje, cuyos excelentes resultados se ven todos los semestres en el brillo innegable en los ojos de sus estudiantes. Lo interesante de nuestro profesor es que todo lo hace con tal humildad que nos hace pensar que podemos con cualquier tarea. Con esa mirada inteligente y sensible que no necesita muchas palabras, y esa sonrisa desbordante, Marcial nos cobija y protege, pero también nos anima y nos alienta para elevar el vuelo. Él es y será un pilar fundamental para los miembros del Departamento Académico de Derecho. En el año 2004, el Dr. Rubio fue elegido vicerrector administrativo y desde el año 2009 al 2018 fue nada menos que rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Definitivamente, su historia está inscrita en la historia de la Universidad.
Permítanme compartir con ustedes la experiencia personal que tuve con mi profesor cuando estaba en primer ciclo de Derecho. Tenía algunos meses de exposición a la mejor formación jurídica que se podía imaginar en aquel entonces; eximios profesores se habían congregado en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica para brindarnos lo mejor de su conocimiento, y muchos estudiantes, si no todos, estábamos fascinados por esta ventana de posibilidades que se abría ante nuestros ojos. No obstante, y a pesar de esta certeza, algo que aún no terminaba de comprender me desanimaba. Si bien no sabía claramente la causa de dicha desazón, tenía clarísimo a quién debía recurrir, así que decidí ir a hablar con el Dr. Marcial Rubio Correa que era, en ese momento, mi profesor de Introducción a las Ciencias Jurídicas.
En ese intercambio inolvidable, me mostró, con gran seguridad y con brillante sutileza, la polifonía del derecho, reforzó la confianza en mí misma y me pidió con sincera convicción que le diera una oportunidad a esta carrera antes de tomar una decisión. Y, para sellar nuestro pacto, me regaló un ave de origami".
Recuerdo su oficina en la caseta de 3 metros cuadrados en el patio de lo que hoy es Arquitectura. Con esa generosidad que lo caracteriza y que dejó una huella imborrable en todos nosotros, Marcial hizo un alto en su atareada agenda y atentamente escuchó mis tribulaciones juveniles por varios minutos. Lo primero que le dije fue que quería cambiarme a Ciencias Sociales porque el Derecho nos alejaba de la realidad, que, en medio de los años ochenta, nos interpelaba constantemente. En ese intercambio inolvidable, me mostró, con gran seguridad y con brillante sutileza, la polifonía del derecho, reforzó la confianza en mí misma y me pidió con sincera convicción que le diera una oportunidad a esta carrera antes de tomar una decisión. Y, para sellar nuestro pacto, me regaló un ave de origami.
Su genuino amor por el derecho y la justicia me hicieron posponer indefinidamente la decisión. Durante dicho semestre, el profesor Rubio respondió magistralmente a mis dudas en las clases, en las actividades académicas extracurriculares, pero también en los exámenes. Recuerdo que el examen final de su curso fue un caso sobre la autonomía universitaria, que precisamente en aquellos días estaba amenazada de manera inminente. La importancia del derecho era indudable y también el hecho de que estábamos haciendo historia incluso al responder un examen. El tránsito fue doloroso porque había que sumergirse ineludiblemente en el pensamiento silogístico, requisito básico para entender la lógica jurídica y adquirir destreza en la técnica, pero, ciertamente, se tenía que hacer. En medio de la violencia política y la crisis de la democracia, la necesidad del derecho se hizo meridianamente clara y comprendí el valor de haberlo escuchado.
En algunas oportunidades me he preguntado qué hubiera pasado si no hubiera seguido su consejo. Gracias a Dios, sus palabras siempre me acompañaron, así como el recuerdo de esa ave de origami que simbolizaba la libertad; la libertad para escoger nuestro camino, pero también para escuchar a nuestros maestros, quienes, como él, no solo cultivaban la inteligencia, sino contaban con la experiencia y la generosidad para compartirla. El regalo de Marcial representaba esencialmente un llamado para ver el derecho como un instrumento para la libertad y la justicia en un contexto tan desafiante como el nuestro.
Con esa mirada inteligente y sensible, Marcial nos anima y nos alienta para elevar el vuelo. Él es y será un pilar fundamental para los miembros del Departamento Académico de Derecho".
Julio Cortázar decía y cito: “Ser maestro significa estar en posesión de los medios conducentes a la transmisión de una civilización y una cultura; significa construir, en el espíritu y la inteligencia del joven, el panorama cultural necesario para capacitar su ser en el nivel social contemporáneo y, a la vez, estimular todo lo que en el alma joven haya de bello, de bueno, de aspiración a la total realización… En el fondo de todo verdadero maestro existe un santo, y los santos son aquellos hombres que van dejando todo lo perecedero a lo largo del camino y mantienen la mirada fija en un horizonte que conquistar”.
El objetivo del profesor Rubio siempre fue que nuestra mirada se fijara en el horizonte. Marcial Rubio encarna lo que Cortázar llama un verdadero maestro. Por ello, no es exagerado decir que cada acto de generosidad de Marcial -que son incontables- ha contribuido a formar un tejido social que nos vincula en valores esenciales. Como dice Haroldo Conti: uno siempre es solo una parte. Su misión ha conectado a cada uno de nosotros -con nuestras diferencias y semejanzas- a lo esencial de la PUCP. Estoy segura de que muchos de quienes nos acompañan hoy tuvieron experiencias similares a la mía en las que descubrieron a un ser humano cabal, íntegro, agudo, magnánimo, humilde y concernido, con la convicción de que brindarse a los demás es no solo un imperativo categórico sino también la columna vertebral de la experiencia pedagógica. Pero, sobre todo, es imprescindible para construir y reconstruir humanidad. Gracias, Marcial, por tu espíritu cristiano, por tu entrega cotidiana y consistente, por el esfuerzo y por la esperanza. Gracias por el ejemplo, gracias por tu amistad.
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