Obama y la identidad católica de Notre Dame
Reflexión acerca del doble magisterio en las universidades católicas y sobre las tensiones que genera en el quehacer universitario.
-
Luis Bacigalupo
Docente del Departamento de Humanidades de la PUCP.
En Estados Unidos subsiste la controversia acerca del doctorado Honoris Causa que la Universidad de Notre Dame, una de las más prestigiosas del país, confirió el 17 de mayo pasado al presidente Obama. Antes del evento, sesenta obispos católicos impulsaron una campaña en contra que reunió 360,000 firmas que exigían dejar sin efecto la invitación. La razón de la protesta era la política del gobierno respecto del aborto.
Notre Dame resistió la presión y Obama dio un discurso en el que llamó al diálogo y a la conjunción de esfuerzos en torno a metas comunes; aprovechó la polémica interna del catolicismo y, si bien jugó el papel del líder nacional que llama a la sensatez por encima de las diferencias, su discurso favoreció la posición de los católicos liberales.
Obama fue ovacionado por 40,000 personas, pero nadie que conozca el tema creería que eso significa un triunfo. Lo que se vio en Notre Dame es solo una de varias confrontaciones que ciertas universidades tendrán con las autoridades eclesiásticas, y no solo en Estados Unidos. Ahora, Notre Dame tiene que defender su catolicidad.
Algunos analistas ven esto como la «bronca» de un grupo de obispos republicanos que trataron de boicotear un evento demócrata. Sin ser falsa, creo que esa no es una explicación suficiente. Fuera de Estados Unidos muchas universidades viven la misma tensión. Cuando aflora, adquiere connotaciones partidarias de coyuntura; pero este no es solo un problema político. El asunto es más grave.
Toda universidad católica carga con la condición del doble magisterio. Como institución académica ejerce el suyo, caracterizado por la autonomía de las disciplinas científicas y el libre ejercicio de la razón. Como institución católica está vinculada al Magisterio de la Iglesia, y particularmente al Magisterio ordinario del obispo local. Esa condición genera una tensión permanente e insalvable. La autoridad universitaria se sostiene en cánones académicos estrictos, siempre discutibles; los cánones de la Iglesia no están sujetos a revisión. Para la universidad, «obediencia» significa estudio riguroso de quienes presiden cada disciplina; para la Iglesia, obediencia’ es acatamiento a la autoridad instituida por Dios.
Bajo las condiciones de una crisis de identidad, la búsqueda del justo medio es una tarea improbable. Los conservadores acusarán a las universidades de desobediencia. Los liberales sostendrán que no desobedecen, sino que escuchan a la Iglesia Universal con una atención y un rigor que beneficia a todos, incluidos los obispos.
Para quienes no están familiarizados con el espíritu universitario, esto último siempre será visto como una osadía que tiene que ser reprimida por la autoridad eclesiástica. Por fortuna, el principal problema de quienes piensan así es que hoy les ha tocado vivir su celo religioso en el marco ético y político de la democracia liberal.’
Deja un comentario