¡Y la vida vencerá! En recuerdo de Felipe Zegarra Russo
-
Rolando Iberico Ruiz
Docente del Departamento Académico de Teología
El 5 de octubre, Felipe celebraría un año más de vida. Para quienes lo conocimos, sabemos que los festejos y homenajes no eran de su agrado. Sin embargo, con su perdón, pondré por escrito algunas líneas en recuerdo de nuestro querido amigo.
Felipe Zegarra fue profesor principal del Departamento de Teología. En la PUCP, realizó muchos encargos administrativos y desarrolló una actividad teológica encarnada en su compromiso espiritual y pastoral con la opción por los pobres. Su vida universitaria se compaginó siempre con un profundo compromiso con la vida de los marginados y pobres de nuestra sociedad. A través de su vida pastoral como presbítero, vivió entregado completamente al servicio de los demás. Y, aunque no hablase mucho de ella, su espiritualidad se resumía en aquella palabra breve pero a la vez profunda para balbucear a Dios: agapē.
Nuestro querido Felipe fue un hombre de una profunda espiritualidad, vivida en discreción como un grano de mostaza pero de grandes frutos como el árbol que nace de aquella pequeña semilla".
Agapē es la palabra para describir en el Nuevo Testamento el amor activo de Dios por sus hijos e hijas, y a la vez el amor activo de estos por Dios manifestado en sus vidas. Así es, el amor activo de Dios se recibe y la única respuesta posible es amarle activamente en la concreción de nuestra vida, en las relaciones afectivas, en los compromisos, y en cada ser humano y criatura. No es posible amar a Dios fuera de nuestro hoy y de nuestras historias.
Nuestro querido Felipe fue un hombre de una profunda espiritualidad, vivida en discreción como un grano de mostaza pero de grandes frutos como el árbol que nace de aquella pequeña semilla. Esa espiritualidad del agapē se manifestó en los diversos compromisos de la vida de Felipe. Fue profesor y teólogo comprometido, poniendo su actividad intelectual y su pluma al servicio de la reflexión teológica, y siempre en diálogo con otras disciplinas como la filosofía, las ciencias sociales y el desarrollo humano. Fue el presbítero amigo y cercano con sus comunidades de parroquia, donde las jerarquías humanas se disolvían en la fraternidad de aquello que Hechos de los Apóstoles llama “un solo corazón y una sola alma”. Y fue para muchos de nosotros también un amigo entrañable de bromas y carcajadas, de profundidad y seriedad. En la libertad propia del Espíritu, y sin los complejos sociales y culturales de su época y la nuestra, Felipe era capaz de decir a un amigo: “Te quiero”.
En los tiempos recios de hoy, recordar la vida de Felipe invita a poner en el centro lo crucial: agapē. Ese amor que moviliza a entregar los talentos propios con generosidad, a querer con apertura y a abrazar la realidad compleja sin miedos.
En los tiempos recios de hoy – como decía Teresa de Ávila – recordar la vida de Felipe invita a poner en el centro lo crucial: agapē. Ese amor que moviliza a entregar los talentos propios con generosidad, a querer con apertura y a abrazar la realidad compleja sin miedos. Solo en el amor somos libres del miedo y la desesperanza. En medio de la pasividad y la desesperanza que nos deja como espectadores de la crisis institucional y de seguridad del país, es necesario volver al agapē. A ese amor activo que nos ponga a todos y todas en movimiento soñador desde nuestras actividades universitarias para construir un país mejor, donde la vida de cada connacional florezca y valga. Solo en el amor, la vida siempre vencerá. Gracias querido Felipe por tu vida. Que tu Pascua nos recuerde que siempre la vida vence.
Deja un comentario
Rolando
Agradable sensacion de amistad. Excelente recuerdo escrito
Mercedes Isabel Bustos Tocón
Recordarlo es memoria de alguien cercano ,amigo de verdad y alegría de vivir .Pipo Siempre Presente!!
Carlos Manuel Indacochea
De escucharlo como profesor de teología a una amistad cálida y lúdica no hubo mucha distancia. Felipe era de esas personas que uno podía dejar de ver durante años y luego, tras un encuentro deliberado o fortuito, volvía el afecto con fuerza y la tristeza de que la vida nos pusiera físicamente lejos. La última vez que lo vi, fue un encuentro emblemático, hace unos tres años, en la vereda del campus. Gran abrazo, conversación alegre y muy sentida y luego… cada y sus obligaciones. Felipe vive en sus alumnos, sus amigos y sus feligreses.