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Tiempos de gran dificultad para la defensa de la vida en el planeta

  • Augusto Castro
    Director del Instituto de Ciencias de la Naturaleza, Territorio y Energías Renovables (INTE -PUCP)

Trump, por ejemplo, considera que el cambio climático es un invento de la globalización y de la estrategia china.

La nueva situación política mundial, a raíz de la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos, podría significar un cambio en sentido inverso al que ha ocurrido en los últimos años.

Durante estos últimos años hemos sido testigos de una positiva toma de conciencia frente a la cuestión ambiental. Dentro de ello, el cambio operado en la posición del gobierno de los Estados Unidos con Obama representó un momento importante que permitió establecer acuerdos a nivel global, en particular respecto a las reducciones de gases de efecto invernadero (GEI) con China. Recordemos que China y los Estados Unidos acordaron reducir sus emisiones y que, a partir del 2030, China utilizaría energías limpias. Esto permitió que en la COP 20 realizada en Lima, en 2014, se llegara a un importante borrador de trabajo entre todos los países y que en la COP 21, realizada en París en diciembre de 2015, se aprobara el documento definitivo, y se plantearan estrategias para reducir emisiones y contar con energías limpias. Esta orientación se afianzó cuando, en 2016, la gran mayoría de países presentaron voluntariamente sus planes para reducir sus emisiones de GEI, lo que dio inicio a un acuerdo estratégico global para enfrentar los desafíos del cambio climático.

La nueva situación política mundial, a raíz de la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos, podría significar un cambio en sentido inverso al que ha ocurrido en los últimos años. La nueva situación buscaría revertir lo alcanzado en el mundo en materia de reducción de GEI y de impulso a las energías renovables. La nueva administración en los Estados Unidos no consideraría la cuestión ambiental como un tema fundamental sino como un obstáculo para el proceso de desarrollo de la industria, y ha decidido por ello retomar la construcción de los oleoductos Dakota Access Pipeline y Keystone XL. Esto, sin duda, es un tema muy grave. Pero no solo es eso, también está la reducción de sus aportes a la Naciones Unidas en diversos asuntos, entre ellos el apoyo a las cuestiones medioambientales. Si le sumamos a estas decisiones la de colocar a la cabeza de la Agencia de Protección del Medioambiente a Scott Pruitt, un crítico severo del cambio climático, no será difícil apreciar que los problemas del mundo en materia ambiental se han agudizado dramáticamente.

Esta tendencia ha estado siempre presente y se ha expresado de manera indirecta en la negativa explícita, o no, de muchos países para adoptar políticas de mitigación y de adaptación frente al cambio climático. En la lógica de muchos Estados, reducir los GEI, y no usar residuos fósiles supone limitar su crecimiento económico y perder competitividad. Trump, por ejemplo, considera que el cambio climático es un invento de la globalización y de la estrategia china. Estas razones pueden ser parecidas a las de Rusia frente a la política petrolera y a las decisiones tomadas por Canadá frente a la explotación de arenas bituminosas, arenas de alquitrán o petróleo. Lo que conviene señalar es que la lucha contra el cambio climático no es un debate o conflicto con la naturaleza. El debate es, en realidad, entre nosotros mismos; se trata de una lucha por transformar la conciencia y la práctica de los seres humanos. La utilización de residuos fósiles como fuente fundamental de energía ha generado un problema grave para la vida en el planeta en estos siglos de industrialización del mundo. Esto no ha sido espontáneo, obedece a una clara lógica de poder económico.

Frente a ello ha crecido lentamente la conciencia sobre el daño producido, que ha sido acompañada de compromisos, y de acciones de mitigación y de adaptación. Desde la Conferencia de Estocolmo, en 1972, hasta hoy sucesivas reuniones mundiales han buscado reducir las emisiones de GEI. Esto se ha ido logrando con avances y retrocesos. En 2015 y 2016, las emisiones no han crecido significativamente y eso es un signo favorable. De ello da cuenta el empeño de varios países de Europa de reducir totalmente su dependencia de los residuos fósiles y de contar con energía limpia, las políticas de incentivo a las energías renovables en los Estados Unidos y en China, y a muchísimos esfuerzos en gran cantidad de países en el mundo. En buena cuenta, los intereses nacionales y proteccionistas, de los que Trump es una expresión, amenazan con tirar por la borda décadas de preocupación en materia ambiental y de salvaguardia del planeta. Los tiempos que vivimos se tornan muy difíciles para la defensa de la vida en el planeta.

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