En la terapia familiar, muchas veces las personas entran en conflicto unas con otras. Viene el hijo, pero realmente se trata de un conflicto de pareja que, de alguna manera, proyectan en el vástago. Precisamente, el entrenamiento sirve para poder identificar cuál es el problema y trabajar en él.

Aunque parezca mentira, los psicólogos también estamos llenos de prejuicios y nuestra intervención lo puede reflejar. Es posible que en una pareja de lesbianas le asignemos el rol masculino a una de ellas por cómo se viste. Por ello, primero tenemos que informarnos sobre la casuística, a fin de luego intervenir. En la conferencia dimos pautas a los estudiantes y psicólogos acerca de los roles del terapeuta y la intervención específica y adecuada para la comunidad LGTBIQ.

Pero, ¿recibimos retroalimentación? Porque puedes publicar que estás triste y alguien darte like, pero no sabes si esa persona te comprende. Una reacción en las redes sociales es tan superficial que no tiene un impacto en tu vida, como sí el hecho de contar con alguien que te diga que te entiende. Sucede en el ámbito de la amistad, pero sobre todo en las familias, que están totalmente desconectadas. Antes, si tu hijo lloraba lo llevabas al parque, ahora le das una tablet. Así no le enseñas a manejar sus emociones. Luego, llega un momento en que se siente vacío y empiezan los problemas de depresión o de consumo de drogas.

Me parece que en lo referente a la medicación el más apropiado es el psiquiatra; ni siquiera un médico general, pues no ha hecho un residentado en psiquiatría. Con relación a esta ley, considero que los psicólogos sí podemos dar un diagnóstico de trastornos mentales, siempre dentro de los límites de nuestra competencia profesional.