*Discurso pronunciado en la inauguración del 26 Festival de Cine de Lima PUCP, el 4 de agosto de 2022, en el Gran Teatro Nacional.

Después de tres años, nos encontramos para inaugurar el 26 Festival de Cine de Lima PUCP en un contexto incierto, muy complejo, en el que hablar de cultura o dedicarle tiempo a una buena película podría ser tomado como una imperdonable frivolidad. Coincidirán conmigo: lo que vivimos en el país no cabe en una palabra. Más bien, se parece a un accidente tratando de ocurrir, un movimiento que no concluye; cuando da la impresión de que ya termina, surge algo peor.

Atravesamos un descalabro general; vemos cómo la corrupción penetra todos los resquicios del Estado; somos testigos de que la mediocridad, la incompetencia y el cinismo han adquirido un profesionalismo incapaz de ser controlado por las instituciones que deben velar por una democracia sana, real e inclusiva y cuya descomposición ha inyectado en muchos peruanos desánimo y cansancio.

Y, sin embargo, estamos ahora en este hermoso teatro.

Día a día confirmamos que la importancia de la educación es uno de los pocos temas que genera consenso inmediato, pero no pasa nada con ella; por el contrario, es zarandeada, manipulada y desvirtuada por mafias enquistadas en distintos niveles del Estado. Atentan contra la calidad de la educación universitaria y se tumban el enfoque de género en los colegios sin detenerse a pensar en el daño que les hacen a nuestros jóvenes ni en todo lo que nos falta para asegurar la igualdad que nos permita a mujeres y hombres, a niñas y niños, encaminarnos hacia un país sin violencia, sin abusos, igualitario, un país que los jóvenes vean con esperanza y alegría.

Y, sin embargo, estamos a punto de inaugurar un festival de cine.

Cómo olvidar, por cierto, la manera en que se estruja, como trapo viejo, al lenguaje. Aquí no se plagia, se copia; los puentes no se caen, se desploman; el ingreso libre no es libre; se elogia la eficiencia de Hitler; se recomienda consumir “agua arracimada”; la autonomía universitaria es reducida a papeleos burocráticos y se atribuye el origen de un terremoto al reconocimiento del matrimonio homosexual… y para remate, dejamos ir a Gareca.

Y, sin embargo… sin embargo… en realidad, la pregunta es ¿qué hacemos aquí?

Voy a servirme de una frase de Alonso Cueto para responder. Estamos aquí porque nos negamos a que el presente nos aplaste. Estamos aquí porque queremos hacer posible el futuro. Estamos aquí porque el arte, la cultura, la sensibilidad, la belleza y la creatividad son piedras de toque para una convivencia sana, para la formación de la persona y, no lo olvidemos, por favor, la cultura es esencial en la vida democrática. No hay frivolidad alguna esta noche. Esta noche inauguramos el 26 Festival de Cine de Lima PUCP porque queremos un futuro mejor y porque les debemos a los jóvenes el derecho a creer y a conservar la esperanza en el porvenir.

Nuestra Universidad ha cumplido 105 años trabajando, con aciertos y errores, pero siempre con honestidad y fe, en hacer del Perú un país mejor. Nuestro compromiso por la cultura nos acompaña desde que abrimos las puertas en 1917. Sabemos bien que esta tarea y esos ideales nos comprometen a todos. Estoy convencido de que ustedes y nosotros, juntos, podemos enseñarles a las muchachas y muchachos, a las niñas y a los niños —como dijo García Montero— a distinguir el mar del oleaje que expulsa los desechos junto a los (luminosos) caracoles.

El cine, el buen cine, es un medio en esa ruta. Qué mejor entonces que declarar inaugurada esta nueva y oportuna edición del Festival de Cine de Lima PUCP.