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“Es el mestizaje lo que le da base al catolicismo latinoamericano”

La historiadora Ana María Bidegaín participó activamente en los movimientos estudiantiles de los años 60 y 70, y fue testigo del surgimiento de la teología de la liberación y sus impactos. Desde entonces, ha desarrollado un corpus académico en torno al papel de los laicos y la presencia de las mujeres en la Iglesia católica latinoamericana.

  • Ana María Bidegaín
    Directora del Centro para la Investigación de América Latina y el Caribe de la Universidad Internacional de Florida (Estados Unidos).
  • Texto:
    Suny Sime
  • Fotografía:
    Tatiana Gamarra

¿Cuál es y ha sido el papel de la mujer en la Iglesia católica latinoamericana? ¿Y cuál es su conexión con la política?

La presencia de la mujer siempre ha estado en la Iglesia católica, a pesar del patriarcado innegable que ha existido ahí por siglos. Y ha estado porque es inherente al mensaje evangélico. Jesús rompió con la tradición de su época y tuvo una relación muy horizontal con las mujeres. En América Latina hay una situación muy particular: las mujeres tienen protagonismo en el cristianismo. La forma como se dio la invasión europea tuvo un impacto enorme en el cuerpo de la mujer. Fueron sometidas. Y es justamente el producto de ello, el mestizaje —no solo biológico, también cultural—, lo que le da base a nuestro catolicismo. Otro drama nuestro es el bastardaje, los padres ausentes. Entonces, la madre pasa a ser la proveedora, a serlo todo. Por eso, también, la imagen de María es tan importante. En las últimas décadas, las mujeres han tenido un papel protagónico en la lucha por los derechos humanos. En Chile, Argentina, aquí mismo, las mujeres fueron las que salieron a buscar a los hijos, a los maridos, en situaciones de catástrofe política. Cada vez es mayor la participación de las mujeres en los aspectos social, prieconómico y político de la vida. Eso exige cambios en la Iglesia.

¿Por qué es posible y necesario el diálogo entre la fe cristiana y el enfoque de igualdad de género, dos aspectos que tienden a verse como incompatibles?

La Iglesia es una estructura de poder. Y lamentablemente hay sectores que la ven como poder para sus intereses personales y hacer carrera. Eso es fruto de la cultura clerical. Otros la ven como un espacio de servicio. En ese sentido, ha habido posiciones confrontadas de gente que no quiere que se cambie absolutamente nada, a pesar de que la sociedad está cambiando. Esa es una postura totalmente antievangélica. Jesús planteó una sociedad de iguales; por eso mismo es posible y totalmente pertinente discutir el tema de la equidad de género.

A 50 años de la II Conferencia del Episcopado Latinoamerica-no de Medellín, ¿cuál es su legado para la Iglesia de hoy? ¿Qué pasó con el compromiso público de laicas y laicos nacido allí?

Sin duda, un punto fundamental de Medellín es la adecuación de las propuestas del Concilio Vaticano II a la realidad latinoamericana. Allí Juan XXIII señaló que la Iglesia debía ser una Iglesia de los pobres. Eso tocó muy hondo a los jóvenes. Muchos dejaron su vida profesional para irse con los pobres a formar comunidades. El primer esfuerzo de inserción fue de los laicos; veían la necesidad de una transformación y fundaron movimientos sociales e incluso, políticos. Esta apertura de la Iglesia se dio en un momento histórico muy complicado. Coincidió con la Guerra Fría. Eso fue fatal. Apareció el ejército como un actor político muy poderoso y América Latina se plagó de dictaduras bajo la doctrina de seguridad nacional. Hubo una persecución terrible y muchos de estos jóvenes sufrieron fuertemente con el exilio, la muerte, la desaparición. Otros sobrevivieron y siguieron trabajando fieles a ese compromiso en Medellín.

¿Qué vínculos hay entre Medellín y la teología de la liberación?

El desarrollo de la teología de la liberación está profundamente relacionado con Medellín. No fue algo que surgió de un momento a otro. La teología de la liberación es un esfuerzo intelectual, que reflexiona sobre la experiencia de cómo servir a Dios en medio de ese dinamismo que se estaba viviendo en América Latina. La vida religiosa cambió radicalmente. Muchos sacerdotes decidieron irse a trabajar a los barrios. Cambiaron muchas visiones pastorales. Y el padre Gustavo Gutiérrez tuvo la gran capacidad de sistematizar esta experiencia.

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