Por su reproductibilidad, el grabado es un vehículo muy utilizado para hablar de temas políticos.

Ha tenido una asociación muy estrecha, por lo menos el grabado moderno occidental, tanto el europeo como el latinoamericano. Un factor clave en la tradición del grabado es la multiejemplaridad, esta posibilidad de tener una cantidad determinada de estampas, a partir de una matriz realizada por el artista, hizo que fuera un vehículo privilegiado para la difusión del imaginario, de discursos de cuestionamiento, crítica social y denuncia, desde muy temprano. Creo que parte de la clave ideológica estriba en la voluntad de ser arte múltiple, que puede implicar un acceso popular más amplio frente a una obra única, como puede ser una pintura. Hay un sesgo que vincula, en esta línea de la tradición, el grabado y la política.

¿Cree que es la mejor forma de hablar de política?

A partir de los años 60 empieza a ser una discusión. Si se quiere llegar a un público amplio que está señalando, discutiendo, criticando, se tiene que usar un vehículo entendible. El grabado es accesible en términos del discurso y de la imagen.

¿El grabado contemporáneo aún cumple ese rol?

En muchos casos sí. Yo no hablaría de un grabado contemporáneo, me interesa pensarlo en términos más amplios. Yo hablo de una gráfica contemporánea porque implica una cantidad de nuevos recursos, estrategias o intervenciones que, muchas veces, exceden la tradición del grabado. En muchos casos creo que sí y que también lo político se va redefiniendo, se hacen intervenciones que tienen que ver con reclamos de índole de género, de sexualidad: es una instancia de lo político. Eso no está presente, tal vez, en un grabado tradicional, pero en una gráfica contemporánea, muchas veces, es clave.

¿Qué otras gráficas destacaría?

Las que se relacionan con muchas formas o vías de impresión, o de una impronta a partir de una matriz determinada, que no necesariamente tiene que ver con los recursos del grabado. Un cuerpo puede ser matriz para una impresión o para una edición de imágenes, por ejemplo. El uso de otros recursos industriales, que décadas atrás no eran considerados como posibilidad artística, ahora son claramente reconocidos. Creo que esto, en cierto punto, tiene que ser leído en clave de la historicidad de las técnicas o las disciplinas artísticas y cómo una misma modalidad puede ir variando en su legitimación o en su reconocimiento. La litografía del siglo XIX, por ejemplo, no tenía entonces el mismo valor simbólico que le damos hoy en día. Lo mismo pasa con una imagen realizada a raíz de la fotocopia, que, dependiendo en qué contexto de diálogo esté siendo puesta en juego, puede tener una proposición artística o estética que en otro contexto no sería considerada como tal. Creo que hay un devenir o una cuestión contextual respecto de los recursos y de cómo estos son considerados.

¿Cuánto aporta el desarrollo tecnológico a la evolución de la gráfica?

Aporta totalmente, por supuesto. No considero que la producción artística haya que valorarla pura y exclusivamente en función de su materialidad o de su elección técnica, sino que hay una cantidad de funciones puestas en juego. Me parece que es importante celebrar las aperturas o las posibilidades y ver cómo los artistas las desarrollan o qué propuestas sostienen.

¿Es importante establecer una evolución del grabado?

Antes que pensar en una evolución, me interesa pensarlo en clave de desarrollo de procesos dinámicos, y pensar las particularidades y las problemáticas de distintos momentos. Apuesto por pensar la gráfica en términos de sus diálogos o en las especificidades de procesos sociales y culturales más amplios; ver por qué, en algún momento, se produce cierto fenómeno que antes no se pudo haber dado y cuáles son las respuestas artísticas que se dan entonces.

¿PARA QUÉ NOS VISITÓ?

Evento: Conferencia “Espacio y materia: expansiones de la gráfica contemporánea”

Organizador: Especialidad de Grabado de la Facultad de Arte y Diseño