El arte fuera de los circuitos comerciales
Las galerías de arte son instituciones que solo tienen un sentido claro en el contexto del mercado.
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Augusto del Valle
Esto quiere decir que -como cualquier otra institución vinculada al intercambio de mercancías- se trata de una empresa privada que funciona con la ley de la oferta y la demanda. Ahora bien, es obvio que en Lima las galerías de arte realmente existentes no terminan de funcionar de esa manera. Esto, probablemente, se deba al tipo de necesidades que satisfacen y al tipo de consumidores que se presentan a comprarlas. Si me preguntan mi opinión acerca del gesto de un grupo de jóvenes que quiere vender directamente’, por cuenta propia, sus ‘obras’, me atrevería a decir que me parece excelente, aunque probablemente lo que va a ocurrir es que van a terminar descubriendo, en todo este el proceso, el poder real que tienen las leyes no escritas del mercado del arte local.
A comienzos de la década de 1990, lo recuerdo muy bien, se realizó una exposición en la que ciertos artistas, jóvenes y en alza, vendieron sus obras por la mitad del precio en el mercado. El resultado fue, para mi sorpresa, una agria discusión -en revistas y otros medios- acerca de las funciones económicas que cada uno cumple en esta forma de intercambio, pero ¿quien salió perdiendo, verdaderamente? Paradójicamente, todos perdieron algo: los galeristas porque tuvieron que replantear algunos de sus precios (y peor si se trataba de objetos que estaban en proceso de venta a plazos, por ejemplo) y los jóvenes artistas también, porque abandonaron absurdamente su inserción en el mercado a cambio de un gesto circunstancial (inserción que a larga tuvieron que retomar). En realidad, la mejor respuesta, es situar el asunto como una pregunta acerca del vínculo entre institución artística y empresa privada. Como en el Perú, no hay ninguna ley que convierta al Estado en el responsable de ciertas prácticas artísticas (las mejores o las más interesantes), por ejemplo, en municipalidades o regiones (algún porcentaje sobre el costo, reducción de impuestos, incentivo a la asociación entre capital privado e interés público, apoyo en auspicio para proyectos, etcétera) solo imagino una situación que podría devenir en una posibilidad abierta de interés: que surja de facto -y se sostenga en el tiempo- una institucionalidad alternativa que sea capaz de regular las prácticas de nuestros artistas. Si esta iniciativa es parte de la punta de un iceberg así concebido, entonces, ¡bienvenida sea!
Foto: Yanina Patricio‘
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