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Consideraciones críticas al Tratado de Alta Mar del 2023

  • Dr. Miguel Córdova
    Docente del Departamento de Ciencias de la Gestión

“Aquello que es común a muchos recibe el menor cuidado. Los hombres prestan más atención a lo que es suyo y se interesan menos por lo que es de todos”.

Aristóteles

El economista británico William Forster definió “la tragedia de los comunes” como la existencia de espacios que por no ser propiedad de alguien son de todos y que, al no existir reglas de uso o costos vinculados, cada individuo los utiliza siguiendo intereses propios, afectando severamente la supervivencia de estos espacios. Como ejemplo están las aguas internacionales del océano.

Según las Naciones Unidas, el océano genera el 50% del oxígeno que se respira y sostiene la vida de más de 3 billones de personas en el mundo. Asimismo, es el mayor contribuyente en la absorción de dióxido de carbono de la atmósfera, ayudando a enfriar el planeta. La importancia, así como la complejidad de la intervención del océano en nuestras vidas es tal que no alcanzamos a comprender en definitiva la secuencia e interrelación que representan sus procesos vitales para la sociedad.

El ser humano no podría sobrevivir sin el océano. Sin embargo, la contaminación generalizada, así como también las actividades de pesca ilegal, no reportadas y no reguladas, son amenazas constantes para la salud del mismo, más aún de las aguas internacionales que están más allá de la soberanía protectora de algún país y que representan las dos terceras partes del cuerpo de agua.

«Las aguas internacionales se declararon como un “patrimonio común de la humanidad”. Sin embargo, a partir de este momento, se espera un tenaz e incansable trabajo por parte de gobiernos y organizaciones para asegurar el cumplimiento de lo establecido por el Tratado de Alta Mar. La forma de gestionar las empresas relacionadas con actividades marinas y los negocios internacionales serán intervenidos de forma transversal por esta normativa. A pesar de ello, la existencia de regulación sin aplicación resultaría ser un desperdicio de recursos y una gran pérdida de oportunidades»

Asimismo, la amenaza próxima de la actividad minera en las profundidades del mar como consecuencia del agotamiento de ciertos materiales en la superficie cierne sobre alta mar un peligro inminente de ruptura ecosistémica marina.

El 4 de marzo del 2023, en Nueva York, después de casi dos décadas de trabajo, los Estados miembros de las Naciones Unidas se pusieron de acuerdo en la protección de las aguas internacionales. El Tratado de Alta Mar establece la normativa para la protección de la biodiversidad en alta mar, creando áreas específicas protegidas. No obstante, si bien generar el tratado demandó un arduo trabajo de los países, no se debe considerar un éxito, sin antes ver los efectos de su implementación.

Las aguas internacionales se declararon como un “patrimonio común de la humanidad”. Sin embargo, a partir de este momento, se espera un tenaz e incansable trabajo por parte de gobiernos y organizaciones para asegurar el cumplimiento de lo establecido por el Tratado de Alta Mar. La forma de gestionar las empresas relacionadas con actividades marinas y los negocios internacionales serán intervenidos de forma transversal por esta normativa. A pesar de ello, la existencia de regulación sin aplicación resultaría ser un desperdicio de recursos y una gran pérdida de oportunidades.

Por otro lado, una de las preocupaciones por resolver en el tratado se refería a cómo se compartirán de manera justa los recursos genéticos marinos que se encuentran en aguas internacionales. Preocupa seriamente que se esté pensando en compartir y no en mantener o inalterar.

El Tratado de Alta Mar contribuirá con uno de los objetivos más importantes establecidos por la Cumbre sobre Biodiversidad de las Naciones Unidas celebrada el 2020: proteger el 30% del planeta (océano y tierra) para el año 2030. Aun así, se hace necesario pensar en consideraciones especiales tales como aplicar las regulaciones, implementar iniciativas y trabajar colaborativamente. Además, debemos entender que los ecosistemas naturales son tan complejos que nos trascienden y se encuentran más allá de la red de conexiones que podríamos imaginar. En estos casos, sería mejor cuidar, proteger y recuperar en lugar de compartir, repartir o utilizar.

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Pablo Moscoso de la Cuba

Cabe indicar que el Acuerdo BBNJ («Acuerdo en el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar relativo a la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica marina de las zonas situadas fuera de la jurisdicción nacional») no es solo un tratado aplicable a alta mar (uno de los espacios marinos fuera de la jurisdicción nacional), sino también a la Zona internacional de los fondos marinos y oceánicos (o «la zona»), la cual incluye el lecho y subsuelo submarinos, a grandes profundidades (otro espacios marino también fuera de la jurisdicción nacional). Por ello, no es aconsejable llamar al BBNJ tratado de alta mar ya que esa denominación deja de lado otro importante espacio marino.

Por otro lado, es la Zona la que ha sido declarada patrimonio común de la humanidad. En cambio, alta mar no tiene ese estatus. En alta mar todos los Estados ejercen un conjunto de libertades limitadas por el Derecho Internacional, pero no es igual que patrimonio común de la humanidad.