“Danos, Señor, aquella paz inquieta…
que lucha por la paz…
la paz que nos sacude…
la paz que nos invade…
aquella paz inquieta que no nos deja en paz”.
Pedro Casaldáliga
La Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC), que articula a más de doscientas universidades, celebró el año pasado su centenario reafirmando una convicción simple pero exigente: la cooperación académica debe traducirse en una mejora significativa de la vida en los campus y en las sociedades donde estos se insertan. Con ese horizonte, la PUCP acoge el congreso «Migraciones, Conflicto, Mujer y Juventud – Cuidado de la Casa Común» para discutir interdisciplinariamente cómo la movilidad humana sigue interpelando nuestras prácticas de formación, nuestras políticas de cuidado y nuestras formas de pertenencia.
El Congreso FIUC–PUCP retoma con fuerza una conversación urgente sobre la movilidad humana que desafía la sociedad e interpela la vida universitaria».
El tema no irrumpe por azar; late en las prioridades de la Iglesia católica. De hecho, el 4 de octubre, memoria de San Francisco de Asís, el Papa León XIV promulgó Dilexi te, su primera exhortación apostólica, donde la movilidad humana vuelve al centro y se propone como parámetro ético para evaluar instituciones. A diez años de Laudato si’, y en continuidad con el llamado del Papa Francisco de “acoger, proteger, promover e integrar”, el documento recuerda que las migraciones actuales tensan marcos jurídicos y desplazan a los más vulnerables, y que, por tanto, requieren una defensa irrestricta de la dignidad humana. Añade algo decisivo: el amor preferencial por los pobres no es una opción circunstancial, sino uno de los mensajes centrales del Evangelio, con eco sostenido desde la patrística hasta el magisterio contemporáneo. Trasladado al ámbito universitario, el desafío es exigente: nuestra credibilidad intelectual se mide en nuestra responsabilidad pública, a través de un monitoreo cercano a la realidad y propuestas viables.
Este modo de ubicarnos tiene raíces profundas en nuestra casa de estudios. En la PUCP, y recogiendo el vasto legado de Gustavo Gutiérrez, el pensamiento teológico se asume como “acto segundo”: el compromiso y la solidaridad preceden y orientan la reflexión creyente y razonada. En la misma línea, León XIV ha recordado recientemente que la teología no admite compartimentos morales. Así, por ejemplo, señaló que no se puede invocar la defensa del concebido y, al mismo tiempo, tolerar la pena de muerte o el trato inhumano a las personas migrantes. Quienes intentamos interpretar y vivir la fe cristiana estamos llamados a la coherencia.
León XIV ha recordado recientemente que la teología no admite compartimentos morales. Así, por ejemplo, señaló que no se puede invocar la defensa del concebido y, al mismo tiempo, tolerar la pena de muerte o el trato inhumano a las personas migrantes».
El programa del congreso es prometedor no solo por el prestigio de sus conferencistas, sino por la pertinencia y urgencia de los temas. Desde mi pequeña parcela, abordaré el doble desafío que suponen la migración y el inicio temprano de la maternidad/paternidad en pueblos originarios, a partir de un estudio de caso con estudiantes de identidad étnica shipiba. Sobre este pueblo originario —de profunda humanidad y extraordinaria riqueza cultural—, la PUCP ha ofrecido y continúa ofreciendo aportes valiosos desde diversos campos: la etnohistoria, la lingüística, los estudios de género y las artes; baste mencionar los trabajos de los colegas Óscar Espinosa, Virginia Zavala, Roberto Zariquiey y Pedro Favarón, junto con la obra de la destacada artista Chonon Bensho.
Mi investigación —en curso, junto con la Dra. Nadia Panduro, de la Universidad Nacional Intercultural de la Amazonía (UNIA)— se centra en madres y padres estudiantes que han debido salir de sus comunidades para cursar estudios superiores, con el consiguiente desafío académico, económico y emocional. Trabajamos con un enfoque mixto (entrevistas y cuestionario exploratorio) orientado a visibilizar una dimensión poco abordada: la parentalidad en la vida universitaria.
La migración aparece como condición para los estudios superiores; ante el embarazo o la paternidad, suele prevalecer el apoyo familiar, aunque no faltan indiferencias o desaprobaciones morales».
Las tendencias preliminares dibujan un cuadro exigente y, a la vez, lleno de sentido. La migración aparece como condición para los estudios superiores; ante el embarazo o la paternidad, suele prevalecer el apoyo familiar, aunque no faltan indiferencias o desaprobaciones morales. Entre las dificultades, se repiten la precariedad económica, la carga emocional, ciertos desbalances en el rendimiento y la escasez de tiempo. En el reverso, muchas estudiantes reconocen en sus hijos un motivo importante para ordenar prioridades y perseverar en la consecución de sus objetivos. La ciudad les ha reacomodado ritmos y expectativas. En ese tránsito, la religión suele operar como punto de apoyo, sirviendo como soporte de esperanza vital que se verbaliza en una gramática de “bendición” y “don”. Persisten, sin embargo, algunas zonas ciegas a nivel institucional: al inicio, no siempre se sabe dónde acudir ni se perciben apoyos específicos; en salud, las experiencias resultan irregulares y la información, a menudo, es insuficiente.
El Congreso FIUC–PUCP ofrece un terreno fértil para discutir este y otros temas. Hablar de migración, conflicto, mujer y juventud es una invitación a afianzar la cultura del cuidado en nuestra casa común, sin precipitaciones, pero con firmeza. O, como expresó el obispo Pedro Casaldáliga, con “aquella paz inquieta que no nos deja en paz”.
El Dr. Carlos Piccone estará en el Congreso Internacional “Migraciones, Conflicto, Mujer y Juventud”. Inscríbete.




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