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El derecho a la calefacción en los andes

Las últimas nevadas ocurridas en el sur sndino peruano, con temperaturas de -10 o -20 grados Celsius y muerte de miles de animales, destrucción de viviendas y daños económicos y a la salud de las personas, nos lleva a reflexionar la necesidad de un derecho que en otros países del mundo es fundamental: el derecho a la calefacción. ¿Qué limita que este derecho a la calefacción se reconozca e implemente a favor de la población de las comunidades o localidades andinas afectadas por dichas nevadas o por las heladas, granizadas o el “friaje”?

Heladas, granizadas, nevadas y “friajes” son fenómenos normales durante el invierno de los andes del Perú, entre los meses de mayo y agosto de cada año. En las zonas altas (de 4,000 metros sobre el nivel del mar) durante dichos meses se produce el descanso de la tierra agrícola y la migración estacional a otras regiones. En las zonas más altas (sobre los 4,300 metros) durante los mismos meses se buscan refugio y alimentos para sus animales o ganados (auquénidos u ovejas) y también se migra estacionalmente. Estas últimas zonas tienen el invierno más largo y extremo, incluyendo uno o dos meses adicionales de frío y cambios climáticos más bruscos; pero también cuentan con grandes extensiones de tierras con bofedales y un manto de vegetación que se integran a las cuencas hidrográficas (de cabecera) donde tienen su origen.

El derecho a la calefacción significa otorgarles a las personas que habitan estas zonas de nuestros andes, priorizando a las personas que viven en las más altas, condiciones favorables de vida frente al frio extremo o los cambios climáticos bruscos. Así, contra las heladas, granizadas, nevadas o “friajes” se impone la necesidad de contar con sistemas de calefacción basados en energías propias, como es el gas o los minerales extraídos del mismo sur andino. El gas natural de Camisea, por ejemplo, puede ser extendido desde la región de Cuzco hacía otras regiones del sur andino dotando de energía barata a las poblaciones vulnerables.

Sin embargo, hay varias limitaciones que no hacen viable ese derecho a la calefacción. La primera es que las viviendas de los pobladores andinos no están preparadas para instalar los sistemas de calefacción. Segundo, nuestro país carece de una industria nacional para la fabricación o ensamblaje de sistemas de calefacción. Tercero, los comuneros o pobladores de las zonas altas de nuestros andes son muy pobres para el mercado de la energía, no pudiendo pagar los costos por ese servicio. Cuarto, ellos constituyen una población menor que migra estacionalmente, no significando cuantitativamente un aporte importante para la economía nacional ni en votos políticos, y, por tanto, no justifica una inversión pública o privada de tal magnitud.

Como en Lima las autoridades del gobierno central y los cerca de 10 millones de habitantes no sufrimos de heladas, granizas, nevadas o “friajes”, el derecho a la calefacción es una ilusión. Aunque en los últimos años estamos experimentando inviernos más fríos, con temperaturas de 13 o 12 grados centígrados, el derecho a la calefacción no aparece como una necesidad. Pero lo más curioso y contradictorio, humanamente, es que Lima sí cuenta con el gas natural de Camisea, trasladado desde el Sur Andino.

¿Qué hacer? Frente a la falta de comprensión y preocupación constante del problema, cabe reflexionar algunas sugerencias. En primer lugar es sumamente importante, y urgente, concientizar a la población nacional que un derecho fundamental no depende de una economía de mercado y menos de una diferencia de minorías o mayorías en cuanto a población. Segundo, es urgente promover u orientar parte de nuestra ingeniería y economía a desarrollar una industria local de calefacción adaptada a esas zonas andinas. Esto supone la construcción de viviendas adecuadas, la implementación de sistemas de traslado y centros de distribución de gas natural conforme al lugar y población, así como investigar formas alternativas o locales de energía. Tercero, trabajar con la población damnificada o interesada desde el origen, y durante la ejecución, de los proyectos de inversión público o privado, para sumar aportes organizativos locales en salud, alimentación y justicia, y para controlar y evitar formas de corrupción.

Las heladas, granizadas, nevadas o “friajes” no son percibidos como negativos por la población comunal o local que los vive, sino como retos o desafíos. Ciertamente que en determinados momentos son inusuales por su intensidad y destrucción, y pueden tornarse frecuentes por el cambio climático, por lo que requiere del apoyo urgente de quienes no sufrimos sus efectos. Sin embargo, el mayor aporte para afrontar tales fenómenos naturales buscando evitar sus daños en los niños, ancianos, mujeres y hombres así como en sus propios animales que pueblan esas zonas es materializando su tratamiento como un derecho fundamental; el derecho fundamental a la calefacción.

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