Dilexi te, primera exhortación apostólica del Santo Padre León XIV sobre el amor a los pobres
«El cristiano no puede considerar a los pobres solo como un problema social; estos son una ‘cuestión familiar’, son ‘de los nuestros’» (N°104).
El 4 de octubre, en la festividad de San Francisco de Asís y en clara señal de continuidad con su predecesor, León XIV firmó su primera exhortación apostólica: Dilexi te («Te he amado»), dedicada al amor hacia los pobres.
El primer texto de León XIV era muy esperado. Fiel a su estilo sobrio que ha mostrado a lo largo de su trayectoria, el Papa había mantenido una gran reserva. En sus intervenciones públicas, llamó a una convivencia pacífica y armoniosa; sin embargo, sus prioridades y su modo de gobierno seguían siendo objeto de especulación entre los analistas. La exhortación recién publicada confirma algunas de las orientaciones que ya se intuían.
León XIV se perfila como un heredero leal del Papa Francisco. La exhortación recoge y desarrolla apuntes que su predecesor dejó poco antes de su fallecimiento. El Papa asume como propia la perspectiva social de Francisco —inspirada en la teología del pueblo, afín a la teología de la liberación. Al remitirse a lo expresado por los obispos en la segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano (Medellín) y en la tercera (Puebla), León XIV afirma: «Para ser plenamente fiel a su vocación, la Iglesia no solo debe compartir la condición de los pobres, sino también ponerse de su lado, comprometiéndose diligentemente en su promoción integral». Asimismo, considera las estructuras de injusticia como «pecado social» (n.º 90).
La Iglesia no solo debe compartir la condición de los pobres, sino también ponerse de su lado, comprometiéndose diligentemente en su promoción integral».
El Papa peruano nos invita a denunciar la «dictadura de una economía que mata» (n.º 92) y, citando a Evangelii gaudium (n.º 56), uno de los primeros documentos de Francisco, a «reconocer que ‘mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas» (Dilexi te n.º 92). Añade, además, una reflexión que nuestros políticos harían bien en meditar: «Hago votos, por lo tanto, para ‘que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo’ (Evangelii gaudium, n.º 205), porque ‘se trata de escuchar el clamor de pueblos enteros, de los pueblos más pobres de la Tierra’ (Evangelii gaudium, n.º 190)» (Dilexi te, n.º 91).
Las reflexiones citadas se sitúan en el cuarto y penúltimo capítulo, cuyo título —»Una historia que continúa»— resulta muy sugerente del modo en que León XIV aspira a superar las polarizaciones que atraviesan a la Iglesia y al mundo en general. Se trata de un objetivo que ha reiterado, directa o indirectamente, en sus intervenciones públicas.
Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible».
De los cinco capítulos que conforman el texto, los cuatro primeros ofrecen un amplio recorrido por la tradición. Al remontarse a los escritos bíblicos del Antiguo Testamento, el Papa afirma que quiso «recordar esta bimilenaria historia de atención eclesial a los pobres y con los pobres para mostrar que esta forma parte esencial del camino ininterrumpido de la Iglesia» (n.º 103).
El Papa muestra que, más allá de interpretaciones contextuales diversas, el «amor hacia los pobres» constituye el meollo de la fe cristiana. Esta prioridad compartida nos convoca a la búsqueda del bien común. Frente a quienes pretenden polarizar a la Iglesia —oponer las orientaciones de Juan Pablo II a las de Francisco—, León XIV subraya la continuidad entre ambos. De hecho, la expresión «opción preferencial por los pobres» ya había sido asumida por Juan Pablo II (n.º 79).
Más allá de recoger el legado de la tradición —y, en especial, el de su predecesor Francisco—, esta exhortación refleja el compromiso existencial del misionero fray Roberto Prevost. En su recorrido por el Perú —de Chulucanas a Chiclayo, pasando por Trujillo—, fray Roberto dedicó su labor a la «promoción integral» de los pobres, lo que incluye no solo la «asistencia» en emergencias y el «necesario compromiso por la justicia», sino también la «atención espiritual» que a veces se les niega. León XIV advierte que, en nombre de «criterios pseudocientíficos», se prefiere desoír a los pobres, dejando que «los Estados se encarguen de ellos» o abandonándolos «en la miseria para que aprendan a trabajar». De ahí que algunos opten por una «pastoral de las llamadas élites», supuestamente más eficiente. Ese enfoque, «desprovisto de cualquier luz sobrenatural», termina por convertir las comunidades eclesiales en «círculos sociales» confortables (n.º 114). Estas actitudes, presentes en ciertos movimientos que se presentan como católicos, contradicen la tradición ininterrumpida de la Iglesia.
De ahí que algunos opten por una «pastoral de las llamadas élites», supuestamente más eficiente. Ese enfoque, «desprovisto de cualquier luz sobrenatural», termina por convertir las comunidades eclesiales en «círculos sociales» confortables (n.º 114).
La exhortación concluye con una «última palabra a la limosna» (n.º 115). Tras las llamadas proféticas de atención y el amplio recorrido por la tradición eclesial, puede sorprender esta alusión a una práctica «que hoy no goza de buena fama», como afirma León XIV (n.º 115). Sin embargo, no se trata de «eximir de sus responsabilidades a las autoridades competentes» (n.º 116), sino de promover «gestos personales» al alcance de todos «para alimentar el amor y las convicciones más profundas» (n.º 119).
En suma, León XIV nos exhorta a «trabajar», a «comprometernos a cambiar las estructuras sociales injustas», y a multiplicar «gestos sencillos de ayuda, muy cercanos y personales», para que los pobres puedan «sentir que las palabras de Jesús son para ellos: ‘Yo te he amado’ (Ap 3,9)» (n.º 121).



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