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Noticia

Adiós a Gonzalo

El vínculo de Gonzalo Portocarrero con nuestra Universidad empezó en 1966, cuando ingresó como estudiante a Letras. Más de 50 años después, nos despedimos de uno de nuestros profesores más prolíficos, cuyo trabajo estuvo orientado a comprender el Perú.

  • Texto:
    Rosario Yori
  • Fotografía:
    Archivo PUCP

Gonzalo tenía apenas 17 años cuando se enteró de que había ingresado a la Universidad. Había postulado con cerca de 900 otros jóvenes y ocupado el sexto lugar. “De todas maneras, era un buen puesto”, dijo con cierta timidez (y bastante modestia) en una entrevista realizada por el centenario de nuestra Universidad. En ese entonces, recordaba cómo se desarrollaron sus primeros años en nuestra Universidad. “Había dos horarios en la mañana y uno en la tarde”, explicó. “El horario de la tarde era considerado de los vagos y yo lo escogí”. Lo hizo para dormir un poco más y estudiar idiomas por la mañana. Gonzalo ríe al mirar atrás.

Era 1966, la vida universitaria transcurría en el centro de Lima y Gonzalo Portocarrero empezaba lo que sería un largo vínculo con nuestra Universidad. En más de 50 años desde aquel primer contacto, llegó a ser profesor principal y jefe del Departamento Académico de Ciencias Sociales, y decano de esta facultad. Además, claro, un profesor comprometido con sus estudiantes, en quienes despertaba la curiosidad, la duda productiva y el pensamiento crítico.

Pero en ese entonces, aun no se había decidido por la Sociología. Era tan bueno en letras como en ciencias y se fue decantando hacia las Ciencias Sociales por descarte, en su paso por las aulas y en un ambiente politizado de finales de la década de los sesenta. “Me parecía una disciplina ligada al cambio social y al compromiso”, explicó. Lo que él quería, como muchos jóvenes de esa época, era cambiar el país y, desde las Ciencias Sociales, podría hacer muchas cosas: práctica social, investigación y un trabajo interdisciplinario que, ciertamente, marcó su carrera. En esos años como estudiante, ya percibía el Perú como “un país racista y fragmentado, lleno de resentimientos ocultos”. Esa temprana inquietud se matuvo a lo largo de su carrera.

Apenas dos años antes de su ingreso, en 1964, el entonces rector de la PUCP, el padre Felipe Mac Gregor, S. J., había promovido la creación de la Facultad de Ciencias Sociales. “Era un país que se desconocía a sí mismo y que no tenía una perspectiva de hacia dónde conducir estos cambios cada vez más acelerados”, explicaba Portocarrero sobre la pertinencia de estudiar Ciencias Sociales en esa coyuntura. “Se necesitaba tener elementos de diagnóstico y también poder avizorar un futuro”. Con ese mismo espíritu, Gonzalo empezó su incansable labor de pensar e intentar entender el país desde sus fisuras.

Mirar con creatividad

Fue en esta búsqueda que, luego de terminar de estudiar Letras en la PUCP, hace un traslado a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Tras licenciarse en Sociología, vuelve a nuestra Universidad y, el 1 de noviembre de 1973, ingresa como profesor contratado al Departamento de Ciencias Sociales, posición que mantuvo hasta la semana pasada, que partió. Sus temas de interés incluyen el estudio de la cultura, las brechas sociales y étnicas de nuestra sociedad, la perspectiva de género, la corrupción, cómo se forma la nación y, en general, “pensar el país desde distintos marcos conceptuales pero insistiendo siempre en el examen de realidades particulares”, como él mismo escribió.

Portocarrero obtuvo el grado de doctor en Sociología de la Universidad de Essex, Reino Unido, y el de magíster en Sociología de la Facultad Latinoamericana de Sociología de Santiago de Chile. En total, ha escrito y (co)editado más de una veintena libros y publicado más de 30 artículos académicos. Todo ello fuera de muchas reseñas, artículos y columnas que escribía periódicamente.

En la Universidad, ha sido decano de la Facultad (1993-1996) y jefe del Departamento de Ciencias Sociales (1984-1986), y uno de los fundadores de la Maestría de Estudios Culturales. Fuera de la PUCP, ha sido Decano del Colegio de Sociólogos del Perú, miembro del Comité Directivo de la Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú y presidente de la Comisión para conmemorar los cien años del nacimiento de José María Arguedas.

En el 2015, y en reconocimiento a una fructífera carrera, el Ministerio de Cultura lo distinguió con el Premio Nacional de Cultura en el grado Creatividad. Este premio fue fue un reconocimiento a la visión que siempre buscó expandir las barreras de las ciencias sociales en su contacto con distintas disciplinas.

Amigo y maestro

El jueves 21 de marzo, falleció Gonzalo Portocarrero y su partida deja un enorme vacío en las aulas de nuestra Universidad. Será recordado no solo por su vasta productividad, sino por la peculiar manera en que marcó a quienes pasamos por sus aulas: con la cercanía de un amigo y la dirección de un maestro.

Gonzalo fue un interlocutor generoso. Su mirada abierta y dialogante hacía germinar nuevas ideas, nuevos debates y nuevas formas de cuestionar, y entender los procesos que enfrentamos como nación.

Hace dos años, Gonzalo escribió sobre su convivencia con el cáncer y ahí decía que, ante la incertidumbre, conservaba la ilusión de hacer muchas cosas, “algo que dejar a los que nos seguirán”. Para nuestra suerte, lo hizo. Sus ensayos, sus libros, pero, sobre todo, su impronta en colegas, estudiantes y amigos seguirá marcando el camino para nosotros, que lo seguimos. Adiós, Gonzalo.

Mira aquí una galería de fotos y lee aquí la despedida de Víctor Vich.

Palabras de despedida

María Eugenia Ulfe, directora de la Maestría en Antropología y de la Maestría en Antropología Visual

Hace unos años dirigí un grupo de estudio con Ponciano del Pino, y varios colegas y amigos y amigas queridas. Nos reuníamos cada quince días, jueves en la tarde, en el IEP. Discutíamos trabajos, avances, reflexionábamos sobre la guerra, la memoria y sus artefactos culturales; y nos llegó una propuesta de Gonzalo para leer un capítulo del libro sobre Abimael Guzmán que pronto entregaría a publicación. La lectura propició un gran debate con él, donde discutimos sus interpretaciones y hasta su material empírico. Él salió de la sala contento, agradecido.

Dos días después me escribió y saludó la discusión y el espacio creado. Me quedo con esa imagen del investigador insatisfecho con ganas de aprender y capaz de sentarse con unos irreverentes, con motivación y empuje a los demás y con muchas preguntas. Que tu viaje sea dulce, querido Gonzalo. Un kacharpari para ti.

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