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"La muerte es la muerte, es cierto. Pero quizá haya algo que no muere"

  • Víctor Vich
    Profesor principal del Departamento de Humanidades

A Gonzalo Portocarrero lo recordaremos siempre con todo el corazón: por su entrañable horizontalidad para ser intelectual, para ser maestro y gran amigo".

La interdisciplinariedad no puede ser entendida como un simple “diálogo” de disciplinas sino como la deconstrucción de la propia disciplina a partir de los aportes y las perspectivas de todas las demás. Desde esa premisa, Gonzalo Portocarrero entendió siempre su propio trabajo como maestro universitario y, sobre todo, como sociólogo. Para él, la sociología se enriquecía utilizando herramientas provenientes de la historia, de la filosofía, del psicoanálisis, de la literatura y de la teoría crítica contemporánea. Si hoy todos reconocemos el alto valor de sus ensayos, es justamente por su radical heterodoxia. A diferencia de lo que suele suceder en la universidad, Gonzalo nunca hablaba desde un lugar determinado: nunca se atrincheró en su propia disciplina y, más bien, combatió siempre todo feudo disciplinario o toda defensa particularista.

Cuando regresé al Perú, en el año 2000, ya conocía a Gonzalo, pero recién en esa época comenzamos a hacernos verdaderos amigos y construir un profundo diálogo intelectual del que fui el más beneficiado. De manera incansable, armamos distintos grupos de lectura, participamos en varios eventos, organizamos seminarios, escribimos juntos y editamos varios libros. Todo ello terminó por materializarse en la necesidad de construir una maestría de estudios interdisciplinarios. Recuerdo muchas reuniones al respecto y sobre todo discusiones en torno a cómo esta debería llamarse. Al principio, yo no estaba tan seguro de llamarla “Estudios Culturales” porque intuía prejuicios y estereotipos (pensábamos en “Sociología de la cultura”, “Crítica cultural”), pero Gonzalo me dijo insistiendo: “Los Estudios Culturales son ya un campo internacionalmente establecido del que tenemos que ser parte, será nuestra manera de dialogar con la academia contemporánea”.

Además de sociólogo, Gonzalo fue un agudísimo crítico de arte. Hoy recuerdo grandes conversas sobre la poesía peruana, sobre los cuentos de Clarice Lispector, sobre muchas películas y sobre Ana Karenina, que leímos juntos durante un verano. Muchas de estas imágenes servían para retar a distintas teorías sociales que, durante los últimos veinte años, hemos leído con pasión. A mediados de los 2000, cuando esa práctica todavía no era común en la Universidad, propusimos dictar un curso juntos sobre autores que partían del marxismo pero que lo reescribían o reinterpretaban a partir del postestrucuralismo, las enseñanzas lacanianas o la reconsideración postcolonial. Juntos armamos el curso de Postmarxismo y tuvimos la suerte de que se matricularan alumnos brillantes. Con sorpresa, y con el pasar de la semanas, este curso se fue poblando no solo de nuevos alumnos interesados sino de colegas como nosotros. Muchos de los que estuvimos ahí no podremos olvidar jamás ese semestre.

El año pasado, cuando solía visitarlo, Gonzalo me comentaba sobre el nuevo positivismo imperante en la academia actual. Juntos recordamos una frase de Mariátegui, autor que Gonzalo admiraba tanto: “El racionalismo no ha servido sino para desacreditar a la razón” había dicho el Amauta. No quiero, en este caso, seguir contando hechos y, menos aún, puedo ahora simbolizar todo lo que Gonzalo nos deja. Pero sí me gustaría añadir su capacidad de interesarse por todo y para conversar con todos por igual. A Gonzalo Portocarrero lo recordaremos siempre con todo el corazón: por su entrañable horizontalidad para ser intelectual, para ser maestro y gran amigo. El valor de la horizontalidad es uno de sus grandes legados. La muerte es la muerte, es cierto. Pero quizá haya algo que no muere. A través de tus libros, seguiremos hablando de muchas cosas, “compañero del alma, compañero”.

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Abraham Fudrini

GONZALO PORTOCARRERO MAISCH
Hace tres días Gonzalo estuviera cumpliendo 72 años, pero el 21 de marzo de 2019, la muerte se llevó a quien siempre creí que sería el más importante intelectual peruano, sin embargo desapareció dejando huellas imborrables que su pluma cristalizó en sus importantes libros que las futuras generaciones y las de hoy subsumiran en sus formaciones académicas: “Profetas del odio: raices culturales y líderes de Sendero Luminoso”., “Razones de sangre: aproximaciones a la violencia política” y otros de gran importancia para los peruanos.
Recuerdo cuando en su departamento frente al Parque Kennedy estábamos reunidos conversando sobre la reproducción simple y ampliada del Libro I de El Capital de Marx, tocó la puerta su amigo, el historiador Alberto Flores Galindo, pasó y me lo presento, era el año 1969, yo jamás pensé que un intelectual tan joven y brillante muriera tan joven, probablemente era el llamado a llenar el vacío que había dejado Jorge Basadre y hace pocos años Pablo Macera, pero su viaje final fue una pérdida irreparable para el mundo intelectual de la sociedad peruana.
Nunca olvido nuestra visitas a la Playa de la Herradura, donde jugábamos futbito de mesa y los dos hacíamos pareja frente al duo que formaban tu hermano Filix y José Bustamante (QEPD),nieto del poeta Enrique Bustamante Ballivián, quien para el gran Luis Alberto Sánchez fue uno de los poetas más finos e intelectuales de Perú. Los cuatro: Gonzalo, Filix, Pepe y yo eramos íntimos amigos que nos conocimos en la UNMSM el año 1967 y terminamos Sociología en 1970.
Cuando tuve la idea, en 1981, de realizar el Primer Congreso de Sociología, fue a él al primero a quien le conté mi idea y la necesidad de tener un líder para realizar el gran y exitoso evento que realizamos en Huacho y Huaura, necesitábamos a un sociólogo de muy alta calidad que no sea militante de ningún partido (solo así podríamos realizar el Congreso) y no dudamos en elegir a nuestro profesor y amigo César Germaná quien dirigió magistralmente el evento al que asistieron alrededor de 1,000 sociólogos de Perú y del extranjero. No debo dejar de nombrar en este caso al sociólogo Edwind Peláez (QEPD) con quien desarrollamos el proceso del Primer Congreso de Sociología que nos costó cerca de un año de trabajo, el mismo que abrió Anibal Quijano (QEPD) y cerró Julio Cotler (QEPD), los Papas de la Sociología, en el cine Colón, frente a la Plaza de Armas y junto a la casona donde viví los pocos años que residí en Huacho.
Hasta hoy te recuerdo Gonzalo, amigo de espíritu generoso, obrero de la lectura en largas jornadas diarias y con sobre tiempos.
Nunca te olvidaré buen amigo, ni a Pepe ni a Filix a quien quiero mucho como persona, amigo e intelectual extraordinariamente creativo.

Abraham Fudrini
SUIZA, 7 de noviembre de 2021.

Abraham Fudrini

Has dibujado al siempre Gonzalo Portocarrero y me alegra.