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Noticia

Lima: Monumentos y esculturas

Monumento a Hipólito Unanue en el Parque Universitario.
Monumento a don José de San Martín, en la plaza que lleva su nombre.
Fuente de los atlantes, en la avenida Arequipa
Monumento a Manco Capac, en La Victoria
Juana Alarco de Dammert, en el Parque Neptuno
El estibador belga

Hoy, 18 de abril, se celebra el Día Internacional de los Monumentos y Sitios. A propósito de esta fecha, especialistas de la universidad reflexionan sobre las construcciones históricas de Lima y su relación con la ciudad, el arte y el urbanismo.

  • Texto:
    Jonathan Diez
  • Fotografía:
    Víctor Idrogo

Caminar por el Centro de Lima, llegar a la histórica Plaza San Martín –uno de los símbolos más importantes de la capital– y encontrar un triste escenario: desperdicios y abandono. Por otro lado, la Plaza Manco Cápac, en La Victoria, también es víctima del descuido e indiferencia de la ciudadanía, y llega incluso, muchas veces, a ser convertida en un baño público. Otrora, Lima tuvo cierto orden dado por las grandes avenidas y sus monumentos. ¿Por qué hoy hemos perdido el respeto a las obras públicas con valor artístico? Y más aún: ¿por qué no pueden convivir en armonía las nuevas construcciones con las estructuras culturales de la ciudad?

La Dra. Johanna Hamann, docente del Departamento de Arte, considera la década de 1920 esencial para entender la formación actual de la capital. Ella cuenta que, a inicios del siglo XX, en el continente había una gran preocupación por urbanizar las grandes ciudades y que el arte público fue una herramienta clave para ello. Este fenómeno fue esencial para Lima, pues creció, se urbanizó y se crearon ejes marcados por monumentos y esculturas con gran valor simbólico y estético. Aunque hoy, en el 2016, esto parezca irreal.

“En 1874 se construyó la Plaza Dos de Mayo en honor al combate en el Callao el 2 de mayo de 1866. Este es un monumento a la victoria, emplazado como un elemento simbólico, visible y compartido por la ciudadanía. Además, fue una importante señal de la expansión de la ciudad hacia la costa. En esta época, desde el Estado, el arte se entendía como un medio para hacer ciudad, y se mostraba como un elemento que genera ideología y da significado al espacio que ocupa y lo enaltece”, opina la escultora.

LEGUÍA Y EL ARTE

Así, continúa la Dra. Hamman, en la Lima del expresidente Augusto B. Leguía se formaron interesantes ejes a partir de monumentos históricos. Un eje clave de Lima empezaba en la Plaza Dos de Mayo y, por La Colmena, se llegaba a la Plaza San Martín, núcleo político de Leguía, que se inauguró en 1921 para celebrar el centenario de la independencia del Perú. “Desde la Plaza San Martín se llega al Parque Universitario, donde hay monumentos a Sebastián Lorente, español impulsor de la educación en el país; Hipólito Unanue, intelectual vital para nuestra independencia; Mons. Bartolomé Herrera, sacerdote, político y director de la Biblioteca Nacional del Perú (1839); y también está el reloj donado por la colonia alemana”, detalla Hamman.

¿Qué se deduce de esta situación? La experta responde que estos personajes fueron enaltecidos por su importancia intelectual y por ser figuras de ejemplo. Es decir, estos monumentos tienen una gran carga ideológica, aportan al país y elevan a personajes que reivindican la peruanidad.

Hamann va más allá y habla de las grandes avenidas, otra gran reforma que le fue dando sentido urbanístico a Lima.

“Hay que resaltar la construcción de la Avenida Leguía (hoy Av. Arequipa), que llega hasta el litoral, donde se instalaron monumentos, algunos de ellos donados por colonias extranjeras que vivían en el Perú, como la belga, española, francesa y alemana. Leguía emplaza estas esculturas dentro del eje de esta gran avenida –entre las que resaltan El Estibador Belga (Plaza Bélgica), la Fuente de los Atlantes (Plaza Washington), El Obelisco (en Lince) y Ricardo Palma (en Miraflores)– y llega hasta Barranco, donde hay una estatua al educador Federico Villareal, y también al Morro Solar en Chorrillos, que tiene un monumento al Soldado Desconocido en honor a los combatientes de la Guerra del Pacífico”, detalla.

Así pues, según la autora de Leguía, el centenario y sus monumentos. Lima: 1919-1930 (ver recuadro), estos monumentos fueron colocados para crear una escenografía urbanística que le brindara orden a nuestra capital. “Estos son ejes donde el monumento es hito para la creación y expansión de la ciudad”, señala, y destaca la construcción del Parque de la Reserva, donde se reivindican símbolos ancestrales peruanos, que conviven con las referencias estilísticas de Europa y EE.UU., que influyeron en el orden de la capital peruana.

¿CIUDAD URBANA?

Desde la orilla del urbanismo, el Dr. José Canziani, docente del Departamento de Arquitectura, plantea que en Lima –al mismo tiempo que se desarrollaba el plan de expansión de la ciudad al que se refiere Hamman– se generaron otros ejes urbanos que conectan el centro histórico con otras zonas de Lima a través de la avenida el Progreso (hoy Av. Venezuela) y las vitales Av. Paseo de la República y Av. Brasil. Así, se logró cierto orden y una idea de ‘ciudad’ en un complicado vínculo al que hay que agregar la generación de propiedad, la renta urbana y el cambio progresivo de la propiedad agrícola, motivado por la empresa privada.

¿Qué pasó con Lima entonces? “Las empresas que tenían fundos agrícolas se empezaron a urbanizar. Y este orden sin planificación siguió las reglas del mercado y de los propietarios. La expansión urbana irrumpió en el Valle del Rímac para prescindir del tejido preexistente. Los caminos prehispánicos y coloniales, los canales, las acequias, el tejido agrícola. Todo esto desapareció. La idea era que lo urbano predomine sobre lo preexistente”, responde el Dr. Canziani.

El docente agrega que, mientras se creaban espacios públicos que remitían a lo indígena –como la Casa Andina, del artista José Sabogal, en el Parque de la Reserva–, a la vez, se destruían monumentos que se usaron de cantera para la  extracción de material de construcción de la Lima moderna. “Las huacas Maranga y Pucllana, por ejemplo, son sometidas a procesos de mutilación con el fin de extraer materiales para hacer ladrillos. Parece inverosímil hoy, pero se construyó mucho a los pies de las huacas, que iban desapareciendo poco a poco pues su destino era ser urbanizadas. No hubo ni hay diseño de ciudad que plantee patrimonio cultural que genere espacios públicos e inclusivos con la cultura. Algunas huacas han quedado encapsuladas de mala manera en el desordenado diseño urbano de Lima”, argumenta. Y es verdad: basta con dar una vuelta por la Huaca Pucllana para verla atrapada, encerrada, en una imagen muy clara de cómo ha sido la relación entre lo urbano y lo cultural en Lima en el siglo XX, a diferencia de otras ciudades del mundo, donde hay una valorización importante del patrimonio edificado.

“A veces vamos por la ciudad y nos preguntamos: ¿qué hace esta huaca acá? Pero en realidad la pregunta debe ser: ¿qué hace este entorno de concreto rodeando una huaca? Sí, conservamos algo del patrimonio histórico, pero lo hemos alienado. La Huaca Pucllana era parte de un tejido territorial con canales y caminos tapiales. Era un gran complejo ceremonial. Hoy queda la pirámide central rodeada de casas y avenidas”, reflexiona el Dr. Canziani sobre esta complicada relación entre los sitios arqueológicos y la construcción de concreto.

Pero el arquitecto brinda una interesante mirada a este conflicto: “Si un sitio arqueológico es puesto en valor, los predios alrededor se contagian de esto y también subirán su valor. Así empiezan a haber negocios, lo que puede ser un incentivo para la empresa. Se necesita del desarrollo de espacios públicos que generen una relación de la ciudadanía con el monumento”. Así pues, patrimonios culturales amplios, como Cajamarquilla o Mateo Salado, podrían generar este espacio de relación positiva con la ciudad y con la empresa, lo que implica una necesaria reglamentación estatal y edil.

INTERÉS NECESARIO

La Mg. María Delfina Álvarez Calderón, historiadora y docente del Departamento de Derecho, recuerda que, cuando paseaba de niña, sus padres le enseñaban los monumentos en un ejercicio que destaca mucho en su formación, pues así empezó a valorar la historia del Perú. “La importancia de los monumentos históricos se relaciona con la identidad de la nación. ¿Podremos sentirnos parte de una sociedad sin conocer y valorar referentes ejemplares? No. Su historia encarna una parte importante de un país que es necesario revalorar desde la escuela”, reflexiona.

¿Qué causa histórica se le atribuiría, entonces, a este poco interés de la sociedad  por los monumentos históricos? La historiadora responde que, desde la década de los sesenta, Lima no pudo mantener la relativa continuidad ordenada que había logrado a inicios de siglo, debido a los fenómenos sociales que marcaron la segunda parte del siglo XX en el país: dictaduras militares, migraciones, terrorismo y crisis económica.

“En esta época no hubo un planeamiento urbano que lograra una convivencia natural entre las migraciones y la Lima antigua. Sin políticas centrales con parámetros que ordenen las construcciones, cada vez había menos espacio para plazas que conmemoren hechos históricos. Las crisis del terrorismo y de la economía de las décadas siguientes generaron una sociedad que se salió de control, donde el espacio público era sinónimo de miedo. Se trató de una crisis absoluta en la que los monumentos y héroes de la patria fueron perdiendo sentido para la sociedad”, argumenta la profesora.

Faltan cinco años para conmemorar el bicentenario de nuestra independencia, por lo que es esta una gran oportunidad para ver los monumentos y sitios históricos como fuentes de identidad de lo peruano.

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