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"Este es un país absolutamente impredecible"

A Julio Cotler los días se le presentan despojados de aburridas rutinas. “Mi gran problema es que no soy disciplinado, entonces pierdo mucho tiempo tratando de disciplinarme”, confiesa y ríe como quien se gasta una broma. Es considerado una autoridad en el estudio de las ciencias sociales. Con 82 años, el investigador se mantiene vigente y planea, el próximo año, publicar un libro sobre las relaciones entre tecnócratas y empresarios. En noviembre último, obtuvo el Premio Southern-Perú y Medalla José de la Riva-Agüero y Osma, que entrega anualmente Southern Cooper Perú y la PUCP a la Creatividad Humana, a la trayectoria y los aportes de una vida. Y sus aportes, en términos sociales, académicos y políticos, son notables.

  • Julio Cotler
    Antropólogo, sociólogo y politólogo
  • Texto:
    Carlos Franco

¿Qué siente cuando ve las noticas de casos de corrupción que salpican al gobierno central y los gobiernos regionales?

Pienso que cada vez se cae más abajo. Que no hay un fondo y que esto no es un fenómeno peruano, sino universal. Lo que sucede es que tenemos la idea de que la historia o que las cosas deben fluir acompasadamente, tranquilamente. Pero la historia es muy conflictiva, muy quebrada, muy difícil. La existencia social no es una cuestión tranquila. Cada país tiene sus grandes problemas. Algunos dirán que los países nórdicos están felices, pero la tasa de suicidios y el alcoholismo… hay que aprender a vivir de esa manera, ya estamos mundializados. El otro día encontré una frase extraordinaria de una ejecutiva que decía “el dinero es el común denominador de todas las sociedades”, eso es lo que importa.

¿Cuál es su balance a menos de un año de que concluya el gobierno de Ollanta Humala? ¿Guardaba alguna expectativa?

No tenía muchas expectativas… en general no tengo expectativas muy altas de los gobiernos en el Perú. Podría haber sido peor, felizmente no fue esa la situación. Démonos por bien satisfechos con lo que tenemos porque después no hay elementos para forjar un progreso institucional en el Perú. Hoy la gran noticia es que hemos mejorado en lectura y matemática, ya no somos los últimos, somos los quintos. Bueno, pero esa es una tendencia positiva a estas alturas de mi vida.

Se siente tranquilo…

No estoy tranquilo pero estoy convencido de que hay que pensar en pequeños avances en vez de las grandes expectativas de llegar a ser país del primer mundo, esas cosas me irritan.

En una entrevista con Perú21 declaró que en nuestro país no tenemos una clase política. ¿Qué la define, entonces?

Una clase política es un grupo consistente, permanente, que tiene continuidad. Desde el momento en que de 120 congresistas, 85 no son reelectos, usted no puede hablar de una continuidad. En otros países, imagínese, en Chile, Argentina, Brasil, se encuentra con grupos que se conocen desde hace 20 o 30 años, incluso en la oposición.

La continuidad es la que hace la clase política.

Claro, y además no existe ese grupo. Mira las elecciones regionales, cualquiera se presenta, deja de hacer política, se mete a negocios. Hacer una clase política es vivir de la política, es vivir para la política, consistente y continuamente.

¿Qué nos falta para tener una clase política?

Todo (risas). Si no hay instituciones y no tienes un poder judicial que juzgue, no tienes fiscalías, de dónde vas a sacar algo de eso.

El país atraviesa un buen momento en materia económica, pero aún persisten las desigualdades, la informalidad. ¿Cuál es el gran problema de nuestro país?

Es que no hay el gran problema, son los grandes problemas. El problema fundamental es que no existe esta clase política capaz de hacer que funcionen las instituciones. Si usted no tiene eso, entonces no se puede hacer lo demás. Lo que tenemos ahora por crecimiento económico es de una precariedad increíble porque mañana te puede salir de presidente Urresti o Donayre, o Aduviri o Antauro Humala.

¿Hay algún momento en nuestra historia donde se haya atravesado una etapa solidez institucional, con una clase política un poco más forjada?

No, ese es un problema histórico que arrastramos, no es un problema de hoy. Las instituciones no se consolidan por decreto ley, sino a lo largo del tiempo, y a lo largo del tiempo a través de acuerdos tácitos que se hacen en la clase política.

Siempre se dice que los jóvenes no tienen interés por la política, a diferencia de otras generaciones en el pasado. ¿A qué cree que se deba ese cambio?

Hay lo que en jerga diríamos una «desmovilización social». La gente se mete a su casa, y te olvidas de lo demás. Desde el momento en que el Estado no te da nada y no es un motivo de oportunidades, entonces tú te la tienes que arreglar por ti solo. Además, con la nueva tecnología, ¿para qué necesitas a los otros? Antes la gente tenía que ir a la Casa del Pueblo a escuchar, ahora tienes el smartphone, tienes el Twitter que en 140 caracteres te da la consigna.

¿Ha incursionado en las redes sociales?

Algo, muy poco, eso es propio para jóvenes. Y lo que se viene en términos de tecnología, es una cosa impresionante. Se atomiza cada vez más. La gente se conecta, pero no se conecta creando comunidades. Hay comunidades virtuales pero no hay comunidades físicas. Hay una individualización extrema que no va asociada con los atributos de solidaridad.

¿Cómo ve nuestro país de cara al bicentenario?

Este es un país absolutamente impredecible. No sabemos qué va a pasar de aquí a siete años. Lo único que podría decir es que la incertidumbre es el piso básico de lo que va a suceder de aquí en adelante. Cuando usted no tiene clase política, no tiene liderazgo político, no tiene el genio político que husmea, que huele, que intuye… en política no hay un recetario, hay mucho de espontaneidad, de innovación, de imaginación. Obviamente, también hay leyes pero el camino a seguir no tiene una receta, la cuestión es muy experimental. ¿Cómo se enfrenta a la delincuencia en el Perú? Algunos pasos se tienen que ir tanteando. Poner más policías en las calles, por ejemplo. Si no funciona, entonces hay que buscar otra alternativa. La gente se pone muy furiosa porque quieren resultados prontos e inmediatos. Y con justa razón.

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