El fibrocemento fue inventado por el ingeniero mecánico Carlos Fuentes, Julio Acosta, profesor del Departamento de Ingeniería y Ana Pastor, profesora del Departamento de Ciencias, con el objetivo de contribuir con el cuidado del medio ambiente y de brindar a la población con menos recursos la posibilidad de acceder a una vivienda digna, cuyos materiales de construcción no atenten contra su salud.
El material en mención está compuesto por cemento, fibras naturales (como sisal, cabuya y yute), celulosa (obtenida de papel y cartón reciclado) y quitosano, un biopolímero natural proveniente de los insectos y crustáceos que actúa como un plástico natural, el cual posee propiedades fungicidas. Para su elaboración, los investigadores desarrollaron un procedimiento específico para el tratamiento de las fibras con el quitosano y otro para la fabricación del material.
El quitosano se obtiene en laboratorio a partir de exoesqueletos de crustáceos. Este es un subproducto de la industria de acuicultura y pesca de langostinos y pota. Usualmente es un desecho que se convierte en un problema ambiental ya que por ser orgánico se descompone contaminado la zonas aledañas a la empresas pesqueras. Con el fibrocemento, el quitosano deja de ser desecho para convertirse en insumo. Es, además, un agente para controlar la contaminacion por materia organica de las industrias pesquera y de alimentos.
Si bien en un primer momento se planeó utilizar el fibrocemento para el recubrimiento de techos, este puede emplearse también en exteriores o para hacer divisiones dentro de una casa. Este material de buenas propiedades, ecológico, no cancerígeno y barato, se puede aplicar en el sector de la construcción para satisfacer la demanda de vivienda de pobladores de escasos recursos y eliminar los problemas respiratorios que puede ocasionar el asbesto de las calaminas que se venden actualmente en el mercado.
En la foto: El producto calamina se desarrolló gracias al valioso apoyo de Cementos Pacasmayo S.A.A.


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