Conoce a Rafael y Juan, los cuidadores de la «Casa Písac» de nuestra Universidad
Para Juan Huallpa y Rafael Marmanillo, la «Casa Písac» no es solo un lugar de trabajo: es el corazón de su vida. Desde cuidar cada rincón hasta compartir su historia, estos dos hombres han convertido su dedicación al Centro Académico Valentín Paniagua de la PUCP en una verdadera pasión, enriqueciendo su legado con cada día dedicado a esta joya arquitectónica. PuntoEdu habló con ellos sobre su entrañable relación con esta casona.
Texto:
Eduardo Dávila LynchFotos:
Jorge Cerdán
Juan Huallpa y Rafael Marmanillo, las dos personas que cuidan con esmero el Centro Académico Valentín Paniagua de la PUCP -conocido como la «Casa Písac»-, despiertan todos los días desde hace 15 años al alba. En el corazón de Písac, se encuentra esta joya arquitectónica del siglo XIX, en cuya fachada aparece tallado en piedra el año de 1832, y es utilizada para eventos y seminarios que la PUCP organiza, como el último Seminario Interdisciplinar Písac.
Esta casona, construida de adobe, piedra y madera, ha sido testigo de innumerables historias y transformaciones. Y también alberga los pasos, las respiraciones y los sueños de estos dos guardianes, quienes han cuidado cada rincón, preservando su historia y añadiendo su propio capítulo a esta respetada casona.
La «Casa Písac»: una casa con historia
El Centro Académico Valentín Paniagua tiene una historia que se remonta al siglo XIX. La casa ha cambiado mucho desde entonces. En los años 90, fue adquirida por la ONG Cedef Ayllu, que realizó la primera gran remodelación. Juan trabajó para la ONG, ayudando en la crianza de pollos y la distribución de semillas y abonos a las comunidades locales. En 2007, cuando la PUCP compró la casa, Juan tuvo que decidir entre seguir con la ONG o quedarse en Písac. Optó por la PUCP, deseando estar cerca de su familia.
Toda una vida ligada a la casona
Juan Huallpa, también conocido como «Juanito», ha estado vinculado a la casona desde su infancia. Tiene una mirada cálida, aunque protegida por una gorra que usa todo el tiempo. Sus manos son duras, pero eficientes. «Desde niño, yo conocí este local. Venía a moler los granos de trigo con mi papá», recuerda Juan, sus ojos brillando con la nostalgia de los tiempos pasados. En aquellos días, la casa era propiedad de la familia García Moya y albergaba un molino de piedra.
«Todo ha cambiado mucho desde entonces, pero el espíritu del lugar sigue siendo el mismo», recuerda Juan, quien ha sido testigo de todas las transformaciones de la casa, desde sus días como sede de la ONG hasta su actual rol como centro académico.
Desde niño, yo conocí este local. Venía a moler los granos de trigo con mi papá. Todo ha cambiado mucho desde entonces, pero el espíritu del lugar sigue siendo el mismo".
El lugar y tiempo exacto
Rafael Marmanillo recuerda con cariño su primer encuentro con la casa. Nos recibe con una sonrisa amplia y, al decirles que somos de la PUCP, nos abre no solo la casa, también sus recuerdos. «Yo ingresé a la PUCP como trabajador en julio de 2009. Anteriormente, estaba encargado de la constructora que hizo la refacción y repintado de esta casa. Desde el primer día, sentí que este lugar tenía un alma única», comenta Rafael, quien ha dedicado los últimos 15 años a mantener la casa en perfectas condiciones.
Rafael nos narra a través de esos recuerdos que su dedicación y eficiencia llamaron la atención de Patricia Harman, encargada de eventos y viajes de la PUCP, quien le ofreció un puesto permanente. «Creo que Dios me puso en este lugar y en el tiempo exacto», reflexiona Rafael.
Yo ingresé a la PUCP como trabajador en julio de 2009. Anteriormente, estaba encargado de la constructora que hizo la refacción y repintado de esta casa. Desde el primer día, sentí que este lugar tenía un alma única".
Rafael y Juan: una camaradería especial
Sentados en una de las salas del Centro Académico Valentín Paniagua, mientras arqueólogos, antropólogos, historiadores y lingüistas asisten al SIP 2024 del Programa de Estudios Andinos, Rafael y Juan nos comentan que su día está lleno de tareas que van desde la preparación de eventos hasta la limpieza y mantenimiento de las instalaciones. «Nos despertamos temprano, preparamos desayunos, limpiamos los ambientes, acomodamos las camas y nos aseguramos de que todo esté perfecto para los visitantes», explica Rafael.
Juntos, Rafael y Juan han hecho de la «Casa Písac» su hogar. El primero coordina las actividades con la Oficina de Eventos y Viajes en Lima; mientras que el segundo se encarga de la limpieza, el mantenimiento y la disposición de los espacios según las necesidades del día. «Para nosotros, la casa no es un centro de trabajo, es nuestro hogar», afirma Rafael. «Lo hacemos todo como si fuese para nosotros».
Historias y leyendas en la «Casa Písac»
La «Casa Písac» también un espacio lleno de historias y leyendas. Juan cuenta una anécdota que ha pasado de generación en generación: «Me contaron, y yo también he visto, que hay una monjita que camina por la casa al mediodía o a la medianoche. También vi a un hombre vestido como español. Siempre bromeamos con los visitantes sobre los espíritus que habitan aquí», asegura, con la misma certeza con la que habla de su rutina diaria.
Estas historias añaden un toque de misterio y encanto a la casona, convirtiéndola en un lugar que no solo alberga conocimiento, sino también un rico folklore que fascina a todos los que la visitan.
"Me contaron, y yo también he visto, que hay una monjita que camina por la casa al mediodía o a la medianoche. También vi a un hombre vestido como español. Siempre bromeamos con los visitantes sobre los espíritus que habitan aquí".
Un fuerte cambio en el futuro
Pronto, la casona enfrentará una despedida. Juan Huallpa, «Juanito», después de décadas de servicio, se retirará. «Voy a extrañar todo esto», confiesa mientras su voz va quebrándose ligeramente. «He trabajado aquí bastante tiempo. Es hora de descansar y pasar más tiempo con mi familia», dice Juan con una mezcla de nostalgia y gratitud.
"Para nosotros, la casa no es solo un centro de trabajo, es nuestro hogar. Y aunque Juan se retire, su espíritu y su dedicación seguirán vivos aquí".
Rafael, por su parte, continuará su labor, preservando el legado de la casa y el espíritu de camaradería que han construido juntos. «Para nosotros, la casa no es solo un centro de trabajo, es nuestro hogar. Y aunque Juan se retire, su espíritu y su dedicación seguirán vivos aquí», concluye Rafael, conmovido por la partida de su amigo y colega.
Al final del día, la «Casa Písac» no es solo una estructura de adobe, piedra y madera. Es un lugar donde las historias de Rafael y Juan se entrelazan con la historia de Písac, y donde cada pared y rincón guarda recuerdos de su dedicación y amor. Seguirá siendo un refugio de tranquilidad y conocimiento, gracias al incansable trabajo de estos dos hombres que han dejado una marca indeleble en su historia. Con la partida de Juan, un capítulo se cierra, pero su legado y el de Rafael perdurarán, eternamente vivos, en la memoria de la «Casa Písac».
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La arquitectura del Centro Académico Valentín Paniagua se encuentra acondicionada para su uso académico. Dispone de aulas multiusos en los dos niveles, asimismo de servicios de alojamiento, sala de descanso y cafetería.
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Ramón Del Valle
Para entender mejor la ubicación de la Casa Pisac,sería recomendable expliquen dónde queda Pisac,que relevancia tiene,cuantos habitantes tiene,
Marina
La hermosa casa de Pisac – Cusco, el señor Rafael una gran persona, irradia esa empatía que muchos necesitan. La casa debería acondicionarse mejor, sin perder su esencia, para poder albergar a más personas, las habitaciones con baños serían de gran utilidad.